"Nos dejan abrir, pero no dejan que vengan clientes". Esa es la sentencia de Paco Miravalles, el propietario del restaurante La Carbayera, ubicado en la parroquia rural gijonesa de Granda. Miravalles, como otros muchos hosteleros, se enfrenta a un incierto futuro. Ayer, tuvo que anular todas sus reservas después de que se declarara el cierre perimetral de Gijón. "Es como si hubieran levantado un Muro, como en Berlín", lamenta.

Miravalles no es el único que presagia tiempos complicados para los chigreros de la zona rural de Gijón. Con el cierre, temen que el bajón de clientes de la zona urbana se note en sus ya de por sí magulladas cajas. Sandra Morán es la propietaria de El Carbayu, también en Granda. Ayer, sábado, debería haber tenido su amplia terraza bullendo en actividad, a pesar de las severas restricciones de aforo. No fue así. Apenas tenía unas cuantas mesas ocupadas. "El bajón que vamos a tener va a ser tremendo", apunta la dueña del negocio, de 28 años, que baraja focalizar su negocio al reparto a domicilio.

La hostelería gijonesa atraviesa sus momentos más complicados. Para el próximo miércoles, 28 de octubre, hay fijada una manifestación que, antes de las medidas fijadas hace dos días por el Principado, se previa masiva. A la misma iban a acudir diferentes hosteleros de Oviedo, Mieres y Avilés, además de los de Gijón. Si bien, con el cierre eso ya no será posible. Y, desde ayer, a esa marcha que saldrá de la zona oeste de la ciudad y llegará a la plaza Mayor, tampoco ir los hosteleros de fuera del perímetro.