“Oviedo está apagado, triste. Es otro. Aunque sea de noche, se nota”. Al responsable del servicio nocturno de recogida de basura, barrido y baldeo de Oviedo, Rafael García Giraldo, le pareció tener un déjà vu la noche del domingo al lunes al ver todas las calles vacías al ir a trabajar. Acude a su puesto de mando en el polígono del Espíritu Santo hacia las 20.45 horas y es el último de un equipo de 150 personas en marcharse a casa a eso de las siete de la mañana. Tuvo la misma sensación durante el confinamiento, pero la primera jornada del toque de queda vio a alguna que otra persona.
“Esta vez, tanto mis compañeros que recorren el municipio como yo, nos encontramos con gente que iba a comprar a las gasolineras. Desde pan a un helado. Y eso que saben que no se puede. También se nos partió el alma al ver indigentes en la estación de autobús y el entorno de la Losa. Lo que es curioso es que no se ve a nadie fumando en los portales y lo que no ha cambiado desde entonces hasta ahora es la presencia policial. Sobre todo, en la ronda y la plaza de Castilla”, explica recién despertado a las 17.00 horas tras una larga noche.
La plantilla trabaja en cuatro horarios diferenciados tanto por tramo como por función. De 22.45 a 5.15 horas recorren el municipio los trabajadores que recogen la basura en general. De 23.30 a 6.00 horas, los barrenderos y baldeadores. De 22.30 a 4.45 horas, los que recogen el cubo marrón de residuos. Y de 21.00 a 3.30 horas, los empleados que se encargan de los cubos de papel y cartón de los comercios.
Los taxistas también son testigo de estas nuevas horas vacías, como el avilesino Marcos Álvarez. A las once de la noche del domingo pudo contemplar cómo Avilés se apagaba: el tráfico disminuyó en las principales vías de la ciudad y la mayoría de vecinos, salvo los que debían salir por razones imperativas como ir a trabajar, se encerraron en casa.
Tras el despertador, las calles avilesinas volvían a su actividad cotidiana, pero el toque de queda afecta directamente al bolsillo de los taxistas. “A este paso vamos a morir en la calle”, lamentaba ayer Marcos Álvarez.
“La gente ya no acude al centro de salud porque las citas son telefónicas; apenas se va ya al hospital por la misma razón, casi no hay desplazamientos de empresa porque reina el teletrabajo y se acabó el ocio nocturno. A todo esto, nos suman ahora el toque de queda”, dice este taxista avilesino que lamenta que nadie se haya acordado aún de ellos.
Y mientras los taxistas hacían horas en las paradas, otros trabajadores nocturnos destacaban “tranquilidad absoluta” en las calles. Los panaderos sí que echaron en falta a algunos clientes que suelen comprar el desayuno a eso de las cinco de la madrugada antes de ir a trabajar o a media noche de la que regresa a casa, pero con casos contados.
La estampa que al barrendero ovetense Rafael Garrido le evocaba las noches del marzo de la primera ola, lamentablemente, pasarán a convertirse otra vez en rutinarias, sin que ni los gobiernos ni los expertos sanitarios se atrevan a ponerle un horizonte final.