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El negocio no florece por Difuntos

El cierre de Oviedo da la puntilla a las floristerías, con un aluvión de desencargos al no poder viajar a los cementerios del resto de Asturias

Adelaida Bedia, vendiendo flores a Isabel Menéndez, con su hija, Sofía Álvarez. IRMA COLLÍN

Adelaida Bedia tiene a sus padres enterrados en Lugo de Llanera, a un cuarto de hora en coche desde Oviedo, donde reside. Pero no podrá ir este año a limpiar al cementerio ni a poner flores a las tumbas, que se quedarán sin adornar y sin velas. Porque sus hermanos, que viven en Gijón, tampoco podrán acercarse debido al cierre de ambos núcleos a causa del coronavirus.

Pero en el caso de Adelaida Bedia la cuestión tiene su miga porque ella, además, trabaja como vendedora de flores en Oviedo, en el puesto de Loli Secades, el "más antiguo" del mercado del Fontán. "Como dice el refrán, en casa del herrero, cuchillo de palo'", resume Bedia, a quien su caso ayuda quizás a comprender mejor el aluvión de desencargos que han sufrido las floristerías ovetenses del sábado para acá al conocerse el cierre de la capital asturiana.

En Oviedo residen muchos asturianos con sus raíces fuera del concejo, en los pueblos del entorno, o del Oriente y del Occidente, donde tienen enterrados a sus antepasados. El día 1, de Todos los Santos, el Arzobispado ha suspendido los cultos en los cementerios para evitar aglomeraciones. A ello se ha sumado la imposibilidad de los de Oviedo de salir del concejo salvo por causas justificadas. En estas no se incluye ir a poner flores a los camposantos de fuera.

No hay que olvidar, tampoco, la incertidumbre del sábado, pues durante la mañana el cementerio ovetense de San Salvador, en San Esteban de las Cruces, quedaba fuera del perímetro de confinamiento, con lo que los residentes en el centro no podrían tampoco si quiera desplazarse al camposanto del concejo.

Fue un reguero constante de anulaciones de encargos de ramos de flores y centros. Bien entrada la tarde el Ayuntamiento decidió incluir San Salvador dentro del área confinada, lo que permitirá a los vecinos del centro de Oviedo moverse hasta allí.

"No levantamos cabeza", señala Loli Secades, muy indignada "con la gestión de la pandemia, no con que se tomen medidas. Eso que quede claro", dice la florista. "Es todo incertidumbre y falta de previsión. Nosotros tenemos que comprar con adelanto. Ahora, ¿qué hacemos con toda la mercancía a la que no daremos salida? Solo pido un poco de previsión, porque esto del cierre fijo que se veía venir de antes y podrían habernos avisado".

El negocio de Loli Secades y de los 4 vendedores más del Fontán no florece por Todos los Santos y Difuntos, dos fechas clave en el año para un sector que atraviesa horas bajas, ahora por el coronavirus, pero que ya venía tocado desde antes de la pandemia.

Este año ha sido nefasto. "Ya nos hundieron las palmas, en Semana Santa, tres meses antes compradas y no se vendió nada. Luego desapareció San José, otra fecha en la que se vende mucho. Los tulipanes, tradicionales para regalar, ahí se quedaron. Y ahora Difuntos, una ruina", abunda Secades, que tiene por delante año y medio hasta jubilarse. El marido de su ayudante Adelaida Bedia se prejubiló hace poco en el Fontán: "No vendía un crisantemo".

Con todo, las floristerías más previsoras ya habían contenido las compras viendo la evolución de la pandemia. Loli Secades se hizo este año con un tercio de lo que compra habitualmente y ahora, a una semana de Difuntos, no piensa pedir más género. "De 400 de claveles que suelo tener, este año me quedé en 50", pone como ejemplo de cuánto ha mermado el negocio.

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