Cuando le dicen que “esto no se había visto nunca”, Ester Lázaro se obliga a corregir. No es tan cierto. Otros seis coronavirus antes de éste dieron el salto de especies animales a humanos, “cuatro causaban enfermedades respiratorias leves, otros dos las provocaron graves sin llegar a la pandemia”, y sólo a la séptima se ha armado la mundial. El SARS-CoV-1, su “primo hermano”, daba síntomas muy contundentes en 2002 y por eso pudo ser controlado; el MERS de 2012 era más letal, pero se contagiaba poco… Sólo este nuevo coronavirus ha desatado la tormenta perfecta del contagio masivo, de los asintomáticos que propagan sin saberlo, de los transmisores inconscientes y la pandemia global. Lázaro, bióloga especialista en infecciones virales, investigadora del CSIC, ha encontrado una advertencia en la experiencia y se ha buscado una rendija por donde asomarse a mirar a un futuro sin pandemia en el que será importante aprender de la infravaloración del riesgo del pasado reciente y “prevenir”.

“Lo que ha pasado con este coronavirus puede volver a pasar con otros”, y a las pruebas se remite. Por eso urge a “monitorizar los virus en sus reservorios y hábitats naturales y a activar una vigilancia epidemiológica estricta detectar enfermedades inusuales que pueden estar causadas por nuevos virus. Conjugando todo esto y favoreciendo la investigación básica podremos controlar otros saltos de virus, conseguir que el virus no se adapte al organismo humano si esos trasvases se producen, o encontrar tratamientos y vacunas si pese a todo se aclimata…” La investigadora dejó ese mensaje al pasar ayer en formato telemático por la Semana de la Ciencia “Margarita Salas”, que organiza LA NUEVA ESPAÑA y patrocinan Química del Nalón, Bayer, Asturagua, Ieducae y el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega.

Con un abundante arsenal divulgativo, la ponente inscribió al “desconcertante” nuevo coronavirus en la familia de los que han dado el paso de unos animales (“el que más parecido tiene es un virus de murciélago”) al ser humano previo paso por un hospedador intermedio que aún está por identificar y que bien podría ser ese pangolín que ella tampoco había visto nunca antes de marzo. El mecanismo básico dice que cuando los patógenos de animales saltan a otra especie que carece de los mecanismos de inmunidad” necesarios para defenderse del ataque, “pueden causar un daño grave”. También que “hay saltos constantes de virus entre especies” y que “no siempre provocan una nueva enfermedad, porque para eso los virus tienen que superar varias barreras: encontrar en las células de la nueva especie una molécula que pueda utilizar como receptor, multiplicarse en el nuevo tipo celular y hallar mecanismos eficientes de transmisión entre individuos”. Es aquí donde este infausto SARS-CoV-2 ha dado con la respiración y la “secreción de gotitas o los aerosoles…”

La investigadora duda de que el virus pueda convivir sin hostilidad con el ser humano por su capacidad de transmisión sin síntomas entre los jóvenes

El coronavirus que ha parado el mundo es esa entidad que según un estudio reciente además parece capaz de ocultar su genoma para no ser reconocido y hacer que se transmita entre individuos que no notan que lo tienen… Podría parecer una perfecta máquina de matar, pero la investigadora no da con “ninguna evidencia de que haya podido ser creado en un laboratorio. Tampoco de que se haya escapado del de alta seguridad de Wuhan”. Nada es tan raro. “Ha aparecido de forma natural gracias a la capacidad de mutación que tienen los virus”, concluye. La peor de sus capacidades es la transmisión antes de la aparición de los síntomas o a través de infectados asintomáticos, porque antes de conocer científicamente su índice de letalidad, todo hace pensar que es menos capaz de matar que sus dos hermanos menores.

¿Podremos contenerlo? Ester Lázaro puso en el punto de mira “el factor R0”, el número de personas a las que como promedio contagia un infectado”, y el objetivo en “reducirlo a menos de uno”. “Si cada persona contagia como promedio a menos de otra, el virus acabará desapareciendo”, pero su estrategia para conseguirlo tampoco incluye la inmunidad colectiva por medios naturales, la “de rebaño”. Para lograrla “necesitamos que el 70 por ciento de la población tenga anticuerpos, y eso, con la letalidad que se supone a este virus, significa que en España tendrían que morir cientos de miles de personas. Por eso invito a los que dicen que ésta es la solución a que piensen en el coste. Si me contagio, no contribuyo a la inmunidad de grupo, sino a que muera mucha más gente”.

La gran respuesta a todas las grandes preguntas vuelve a ser la vacuna, y entre tanto la disminución de los contactos y en general la vigilancia de los hábitos de comportamiento, el lavado de manos, el aire libre, la restricción al máximo de la interacción social… Tampoco cabe esperar “que el virus mute y se haga menos transmisible”. Es cierto que estos patógenos mutan constantemente, falso que sepamos exactamente si éste se hace más o menos virulento, pero en todo caso “la mala noticia es que los virus no suelen mutar para hacerse menos transmisibles, sino más”.

Grupos vacunables

Llegando por ese camino a la vacuna, o haciendo un esfuerzo por imaginar su llegada, Ester Lázaro calcula entre “un setenta y un ochenta por ciento el porcentaje de población que tendría que ser vacunada para poder tener cierta tranquilidad” respecto al control de la pandemia. Por eso responde a la pregunta de un espectador que si se dispone de una vacuna “limitada” “habrá que escoger muy bien los grupos a los que se administra: ancianos, sanitarios, gente que por sus actividades pueda contagiar más…” “Confío en que cuando llegue se pueda fabricar e inocular rápidamente en grandes números, pero inevitablemente habrá un tiempo de transición en el que habrá que decidir”.

“Sólo el tiempo dirá”, por lo demás, si este coronavirus puede llegar a convivir de modo poco hostil con el ser humano, algo así como la gripe, pero de entrada la bióloga tiene sus dudas, confiesa, “porque ya tiene una población muy grande en la que se transmite muy bien sin causar ningún síntoma, que son los jóvenes”. A través de ellos se propaga “sin reducir su virulencia. Que haya gente que se muere no supone para el virus una gran desventaja evolutiva, porque tiene ese sector en el que se transfiere sin dificultad”.

Al final, de vuelta al principio, la ciencia y la investigación tienen las respuestas. Para la vacuna del coronavirus y para un futuro sin coronavirus en el que “habrá que esperar que cosas como ésta sigan sucediendo. Los contactos con animales no se pueden evitar”, explica Lázaro, “el ser humano no es la única especie de la naturaleza. Tenemos nuestros virus, que no nos hacen daño” porque llevan mucho tiempo conviviendo con nosotros, “pero estamos expuestos a los de los animales”. Tampoco nos ayuda este estilo de vida globalizado, con el intercambio constante entre unos puntos y otros del planeta y la población cada vez más concentrada en grandes ciudades, lo que sin duda “favorece la transmisión de los virus”. Tampoco esto pasa por primera vez, “la conquista de América llevó el sarampión o la viruela a una población que nunca había tenido contacto con ella, la trata de esclavos llevó la fiebre amarilla a América…”.

La reutilización de residuos biológicos cierra hoy la edición más especial del ciclo

La quinta y última jornada de la quinta Semana de la Ciencia gira de la biomedicina a la ingeniería química y de los nuevos virus a las fórmulas más sofisticadas del reciclaje. El cierre de la edición de este año del ciclo divulgativo que organiza LA NUEVA ESPAÑA se asoma esta tarde a una parte del futuro de la bioeconomía de la mano de la charla que Mario Díaz ha titulado “Los lodos de depuradora como recurso para la nueva economía”. A partir de las siete de la tarde, el catedrático de Ingeniería Química de la Universidad de Oviedo explorará los métodos de obtención de nuevos productos a partir de los residuos que generan las plantas de tratamiento de aguas . La charla se celebrará en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA y se transmitirá en directo a través de la edición digital de este periódico (www.lne.es). Será el cierre de la edición más especial de la Semana de la Ciencia, que a partir de este año incorpora a su nombre el de la investigadora valdesana Margarita Salas –fallecida hará un año el 7 de noviembre– y ha cambiado a causa de la pandemia de fechas de celebración –de marzo a octubre– y de formato, combinando las ponencias presenciales con las telemáticas.