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Las otras víctimas de la pandemia: familiares de pacientes asturianos sin covid denuncian abandono

Las familias de los fallecidos en tiempos de coronavirus o en estado grave y aislados denuncian los aplazamientos, la falta de atención médica, y la prohibición de verles

La soledad de los ingresados sin covid

La soledad de los ingresados sin covid Elena Vélez

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La soledad de los ingresados sin covid Marián Martínez

El incremento incesante de pacientes covid y sobre todo su hospitalización ha obligado durante meses a posponer, incluso sine die, pruebas y también operaciones quirúrgicas, a veces con consecuencias fatales. Tampoco se permite el acompañamiento en hospitales salvo casos excepcionales. Las familias afectadas denuncian “el abandono” físico y emocional que sufren estos pacientes y sus familiares, y reclaman más medios “para que nadie quede sin atender y se vea en soledad”, aun en tiempos de pandemia.

“Fue horrible, sobre todo para él. Por favor, que no abandonen a los enfermos que no tienen covid”. Esta es la plegaria de Beni Rodríguez Redondo, una ovetense que vio morir a su hermano de cáncer después de posponer la consulta médica varias veces y de varios ingresos por urgencias en los que no se le practicaba prueba alguna y se le enviaba a casa. El diagnóstico llegó tan tarde que ya había metástasis.

“Nos sentimos completamente abandonados. ¿Cómo puede ser que una persona con unos dolores tremendos, orinando sangre y con una fiebre altísima, la envíen para casa hasta en cuatro ocasiones sin hacerle una sola prueba y con unas pastillas que ya había tomado y que no le hacían nada?”. Beni todavía se emociona al hablar del caso de su hermano.

Fue en su quinto ingreso en urgencias cuando le realizaron pruebas y decidieron realizarle una operación de vejiga. “Cuando le abrieron vieron que el cáncer ya estaba extendido, que le afectaba a los ganglios y no había nada que hacer”. Su hermano fue trasladado al Hospital Monte Naranco, donde acabó falleciendo dos meses después. “El pobre era perfectamente consciente de lo que tenía y de que se estaba muriendo. Lloraba y preguntaba siempre “¿cómo me pudieron abandonar así? ¿Por qué me tenía que pasar esto? Al final no sé si pesaría 30 kilos, no hablaba, no tragaba, pero fue consciente de todo hasta el último momento”.

Entrada de Urgencias del HUCA

Beni tiene que coger aire para acabar el relato. Se disculpa por emocionarse, pero quiere acabar el relato. “Me prometí a mi misma que tenía que dar a conocer el caso de mi hermano porque estas cosas no pueden volver a ocurrir. Sea por lo que sea, por el covid o por otra cosa, no se puede abandonar a las personas así. Mi hermano murió y solo pido que esto no se repita con nadie más”, concluye Beni Rodríguez.

El “abandono emocional” es el que denuncian los hijos de una ovetense que reclaman poder estar con su madre en el hospital, ingresada tras operarla dos veces en menos de una semana y que psicológicamente está muy afectadas por la soledad.

“Mi madre tiene 80 años, pero es una mujer tremendamente activa. Se comunica por Whatsapp, sabe hacer videollamadas, lee los periódicos digitales y en papel, cocina para sus hijos y sus nietos... Y ahora está hundida de verse tanto tiempo sola en el hospital y tememos que le acabe afectando”. Quien habla es Camino Martínez Santos en nombre propio y de sus hermanos.

"De pena también se muere", lamentan

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Su madre ingresó el 1 de noviembre con una obstrucción intestinal provocada por una hernia inguinal estrangulada. Cuatro días después, cuando lo que ingería lo devolvía, se la envió a casa. En vez de mejorar, la paciente empeoró y el 7 de noviembre tuvieron que operarla de urgencia de una peritonitis. “Después de haber pasado 4 días en reanimación y sufrir dos taquicardias, la trasladaron a planta hospitalaria sin que el cardiólogo la hubiera examinado tal y como había solicitado el medico de Reanimación, que todo sea dicho de paso fue el único facultativo que contactó con nosotros para informarnos a diario del estado de mi madre”, relata Camino.

Morir de pena

Pero su periplo no acabó ahí. “Cinco días después de la operación ha vuelto a Reanimación, porque además de todo eso tiene una insuficiencia cardiaca cuando nunca en su vida ha tenido patologías del corazón. Hasta el día 25 era una persona muy dinámica, activa y que cuidaba su salud llevando una dieta equilibrada y haciendo ejercicio”.

Camino Martínez denuncia que, salvo el médico de Reanimación, ninguno de los que trataron a su madre “ha llamado para informar de su estado”. Y también que pese a las múltiples cartas y correos electrónicos que han enviado al Hospital Universitario Central de Asturias y a la Consejería de Salud, “nos damos contra un muro cuando pedimos cinco minutos para que mi madre pueda ver a alguien de su familia. Cinco minutos para poder cogerla de la mano y que sepa que estamos a su lado, que nos permitan quedarnos con ella en la habitación de manera permanente y sin salir de ella para evitar poder ser propagadores del virus”. La denuncia de esta ovetense “es contra la situación de vulnerabilidad y abandono en que se encuentran nuestros padres, porque de pena también se muere en tiempos de covid”.

Crónica de una muerte anunciada


Carta remitida por Chelo y Beni Rodríguez Redondo a LA NUEVA ESPAÑA


Reconociendo y agradeciendo la gran labor de todo el personal de la sanidad asturiana en esta época de pandemia, quisiéramos hacer público un caso muy desafortunado, o más bien una sucesión de fallos de diagnóstico con un hermano nuestro, con desenlace mortal.


Nuestro hermano estaba pendiente de una consulta de urología en el HUCA. Después de seis meses de aplazamientos le llaman para posponerla, una vez más, sin fecha.


Al sentirse muy mal se desplaza a urgencias, donde, sin hacerle ningún tipo de prueba, le ponen una sonda y le recetan unas pastillas que ya había tomado, previamente prescritas por su médico de cabecera, y lo mandan para casa.


A los pocos días tuvo que volver a urgencias con fiebre alta, grandes dolores y perdiendo sangre por la orina con la misma solución que la primera vez; y así hasta cinco veces. Por fin, a la quinta vez, en urgencias le hacen una revisión más en profundidad y le operan de vejiga, encontrándose un tumor del que habría que volver a operar. Después de hacer un escáner se nos dice, tanto a él como a su familia, que se detecta que tiene una metástasis que llega hasta los ganglios.


Dado el carácter de su enfermedad sin solución lo mandaron para casa con cuidados paliativos, siendo ingresado a los pocos días en el Hospital Monte Naranco, donde estuvo muy bien atendido tanto por médicos como por psicólogos, enfermeras, auxiliares y demás personal del centro. Gracias a todos ellos.


Fueron dos meses de mucho sufrimiento tanto para él como para la familia, pues fue consciente de su deterioro físico hasta el final. Paradójicamente, estando ingresado y ya en fase terminal, pues falleció a los pocos días, le llega una cita para consulta que había solicitado hacía un año y que se le había pospuesto en dos ocasiones. Esto lo hacemos en su memoria y desando que no vuelva a pasar.


Como referimos al principio de esta carta, hay grandes profesionales que se dejan la vida por atendernos, la gran mayoría, pero, desgraciadamente, siempre hay algunos que fallan una y otra vez en los diagnósticos y nuestro hermano es una prueba de ello. Como en el título de la obra de García Márquez, la enfermedad y falta de atención fueron la crónica de una muerte anunciada.

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