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Una mujer acude a diario al exterior del geriátrico de Laviana para sentirse cerca de su marido enfermo de covid: “Sólo veo un cacho de cama pero al menos siento cerca a mi esposo”

Teresa Menéndez espera que su marido pase el covid para verlo en su aniversario de bodas

Menéndez, frente al geriátrico de Laviana. | M. Á. G.

Fue hace mes y medio. Un martes. María Teresa Menéndez lo recuerda con claridad porque aquel fue el último día que pudo ver cara a cara a su marido José Ramón, residente del geriátrico de Laviana. “Al día siguiente, de miércoles, ya suspendieron las visitas”. No pueden estar juntos, pero Tere –como la conocen sus amigos– sigue cerca. Cada día, sobre las once y media de la mañana, haga frío o calor, esta vecina de la Pola acude a las inmediaciones del centro y fija su mirada en una ventana del primer piso, la de la habitación de su marido. Suele quedarse hasta la hora de comer y, a veces, vuelve por las tardes, a pesar de que solo alcanza a ver un trozo de la cama. “Prefiero estar aquí, al menos lo siento cerca; ¿qué voy a hacer en casa?”

Ayer, la lavianesa de 81 años repitió su rutina diaria del último mes y medio, aunque no era una jornada normal. El geriátrico de Pola de Laviana se ha convertido en uno de los principales focos de contagios de covid entre los equipamientos de mayores de Asturias (ayer sumaba ya 84 positivos entre residentes y trabajadores) superado solo por la residencia Canuto Hevia de Lena, que suma 136 contagios.

“Llamaron a mi hijo y le dijeron que mi marido había dado positivo, pero que no tiene fiebre ni síntomas ni nada. Lo único que se ve por la ventana es parte de la cama y, al menos, así puedo saber que no lo han movido de la habitación porque sí sé que a otros residentes los han trasladado”, relata Menéndez. Según los datos facilitados ayer por el Principado, nueve residentes ya han sido derivados al Hospital Valle del Nalón, donde permanecen ingresados, y otros ocho están en el centro neurológico de Barros (Credine), que desde el inicio de la pandemia ha sido habilitado para atender casos de covid que no presentan complicaciones, principalmente de personas mayores.

Teresa Menéndez ejemplifica la inquietud que viven las familias de los residentes en los geriátricos afectados por brotes: “Esto es un sinvivir. Creo que deberían explicar mejor a los familiares qué ha pasado. Ya que no podemos ir a visitarlos, que por lo menos den más información”. Y añade: “Fue todo rapidísimo. La semana pasada nos habían avisado de dos casos y, en unos días, ya había más de cincuenta”.

José Ramón Orviz, de 83 años y minero retirado, trabajó casi cuarenta años en el pozo Sotón, en San Martín del Rey Aurelio. Es natural de Blimea y su mujer nació y se crió en Laviana, aunque el matrimonio ha pasado gran parte de su vida en Gijón. Hace unos años, la pareja regresó a la comarca del Nalón y se compró un apartamento en Laviana. “José Ramón no es muy hablador, pero me consta que es una persona muy apreciada en el geriátrico”, indica su esposa, que añade: “Cuando los empezaban a levantar un poco, lo ponían en una silla en la ventana, me quedaba ese alivio. Pero ahora está en la cama y ya no puedo verlo. Llamé al director para que avisara de que no bajaran la persiana”.

Además de estar arropada en todo momento por sus hijos, Menéndez ha recibido en las últimas horas el apoyo de numerosos vecinos y amigos que se han puesto en contacto con ella. “Es reconfortante ver que hay tanta gente que te quiere tanto. No sé las llamadas que pude recibir ayer. Suelo cargar el teléfono móvil después de varios días y ayer lo tuve que poner dos veces”.

Esta vecina de Laviana confía ahora en que el brote del geriátrico no vaya a más y que los afectados puedan recuperarse. “Por lo que nos han dicho, mi marido está bien y esperamos que siga así”. También quiere que se pueda hacer realidad la petición que hizo antes de que se declarara el brote. “El día 14 se cumplen 63 años desde que nos casamos y en todo ese tiempo nunca hemos estado separados en nuestro aniversario. Por eso le pedí al director que ese día me deje velu, aunque sea cinco minutos”.

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