La joven de Lugones acusada de degollar a su novio y asestarle hasta 35 puñaladas mientras dormía admitió ayer el crimen, aunque lo hizo en medio de una declaración plagada de contradicciones y en la que continuamente repetía "no me acuerdo de nada", "no sé nada". Tras la presión ejercida por el Ministerio Fiscal y por el abogado de la acusación particular, Ana María García acabó por ceder y dijo que quería pedir perdón a la familia de su novio, y después también un "me arrepiento" de haberle matado, aunque ella no llegó a verbalizarlo, sino que respondió un escueto "sí" cuando el letrado de la acusación le preguntó si se arrepentía de haber matado a su novio. "No me acuerdo de nada pero estoy arrepentida", dijo textualmente. Su actitud ante el jurado fue de tranquilidad, la misma que mantuvo tras cometer el crimen, según coincidieron ayer en señalar los policías que intervinieron en el domicilio aquel día.

Ana María García declaró hoy en la primera jornada de la vista oral que se celebra en la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Oviedo, y llegó incluso a negar que conociera a la víctima, Miguel Ángel Suárez, Michel, aunque luego admitió que eran sólo amigos, porque ella está casada y respeta mucho a su marido, preso en el Centro Penitenciario de Asturias. Así que su relación con Michel se ceñía, según ella, a salir juntos "a beber" y a consumir drogas.

Repitió en una cantidad innumerable de ocasiones que no recordaba nada de lo que había ocurrido aquella noche en su casa, sin embargo señaló que la víctima había llegado por la tarde "muy borracho" y que estuvo bebiendo "de todo, Bacardí y de todo". Como previamente había dicho que no conocía a ningún Miguel Ángel, ni a Michel, pero luego sí admitió que era el mismo que bebió "bacardí" en su casa, la acusación particular pasó a utilizar esa especie de sobrenombre durante el interrogatorio para que la acusada tuviera claro a quién se refería.

Ante la presión del Fiscal, Miguel Rodríguez Marcos, la acusada acabó diciendo: "Estoy mal, tengo trastornos y no sé nada. No sé ni dónde estoy ahora, no me acuerdo de nada". Pero eso no hizo que se rebajase la insistencia del interrogatorio, y a la pregunta de si "está arrepentida de lo que ha hecho", la respuesta fue "sí", sin que acabara por verbalizar de qué. La acusación pública lo intentó de varias maneras hasta la última cuestión "¿quiere pedir perdón a la familia de Michel", a lo que Ana María García respondió "sí".

El camino ya estaba expedito para la acusación particular, ejercida por José Antonino Ballina, quien inició el interrogatorio cogiendo el guante del Ministerio Fiscal. Preguntó a la acusada si sabía que había muerto "el que tomaba bacardí en su casa", a lo que ella respondió "no lo sé". Y el letrado insistió: "Y si le digo que murió, ¿le da pena?". Diana. La respuesta fue "estoy arrepentida". La siguiente pregunta era clave, "¿de qué, de haberle matado?". "Sí", respondió Ana María García sin mirar a su abogado.

Preguntó a la acusada si sabía que había muerto, a lo que ella respondió "no lo sé". Y el letrado insistió: "Y si le digo que murió, ¿le da pena?". La respuesta fue "estoy arrepentida"

Tras la acusada declararon los policías que acudieron al domicilio esa noche, y que coincidieron en sus declaraciones. Madre e hija se habían esmerado en limpiar la sangre del cuerpo de Michel y también el suelo de la habitación donde había sido acuchillado y degollado "de manera brutal e inhumanda", según la acusación particular. En el baño había una fregona y un cubo manchados de sangre, y en la lavadora estaba la ropa de Ana María García y varias toallas también con restos de sangre. Pero además, en el cajón de los cubiertos estaba el cuchillo con el que se perpetró el crimen, y las uñas de la acusada, su reloj, una pulsera... todo estaba manchado con la sangre de Michel.

Los agentes relataron uno tras otro que acudieron ante la llamada por un presunto suicidio, pero que desde el primer momento era evidente que se había cometido un homicidio. Madre e hija permanecieron en el salón-comedor del domicilio fumando mientras en la casa había una actividad frenética de personal sanitario, policías, el médico forense... El padre, mientras tanto, permanecía en su habitación. "Hubo que sacarlo de la cama. Decía que tenía que dormir que madrugaba mucho. Era increible, con una persona apuñada en la habitación de al lado, su hija detenida y su mujer sola, todo el mundo allí, y él en la cama", relató todavía incrédulo el que entonces era el número dos de la Comisaría de Siero.

La madre sostuvo la versión de la hija en todo momento, aunque con contradicciones entre ellas, pero acababa dándole la razón. Hasta que Ana María García fue detenida. Cuando dejó de tener influencia sobre la madre, fue ésta la que de manera espontánea declaró que sobre la media noche su hija había entrado en la habitación diciéndole "mama, mama, creo que maté a Michel".