La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

“Arecibo sigue vivo”: la llamada de la asturiana que dirige la ciencia en el gran observatorio de Puerto Rico que ha quedado destruido

La ovetense Noemí Pinilla-Alonso resalta la necesidad de apostar por construir otro radiotelescopio; entre muchas razones, una es clave: se encargaba de detectar y seguir los asteroides que pueden colisionar con la Tierra

La astrofísica asturiana Noemí Pinilla-Alonso

“Arecibo sigue vivo”, asegura la asturiana Noemí Pinilla-Alonso, responsable científico del Observatorio de Arecibo, en Puerto Rico. Habla con LA NUEVA ESPAÑA sin poder ocultar la tristeza ante el derrumbamiento del gran radiotelescopio, construido hace 60 años, sobre el plato reflectante de 305 metros de diámetro. “Me niego a creer que Arecibo se haya ido, hay un grupo activo de científicos de primer nivel, mucho trabajo que aún puede hacerse”, asegura. 

Y lanza un deseo: “Tenemos que pensar que se debe construir un nuevo radiotelescopio, que sirva para las generaciones futuras y que pueda seguir desarrollando observaciones que solo se podían realizar en la instalación que ahora ya no existe”, expresa la astrofísica natural de Oviedo que trabaja para el Instituto Espacial de Florida.

Las últimas semanas del icónico radiotelescopio se han convertido en una dolorosa agonía a la vista de quienes trabajan en la instalación (una veintena de científicos de un total de 130 personas) que depende de la Fundación Nacional para la Ciencia de Estados Unidos, NSF según sus siglas en inglés. 

La antena principal, que en su día fue la más grande y curvada del mundo, formada por unos 40.000 paneles de aluminio, y la plataforma del instrumental, de 900 toneladas y que pendía sujeta por cables de acero, soportaron las embestidas de huracanes y terremotos en los últimos diez años. Su estado ya preocupaba a los ingenieros de estructuras. El huracán María, en septiembre de 2017, derribó una línea de alimentación que terminó por caer sobre el plato causando daños a 30 de los paneles, aunque ese incidente no afectó a la operatividad de la instalación.

Tenemos que construir un nuevo radiotelescopio que sirva para las generaciones futuras y que desarrolle las investigaciones que hasta ahora solo se podían realizar en esta instalación

Noemí Pinilla-Alonso - Astrofísica

decoration

Sin embargo, el pasado 10 de agosto de 2020 se quebró uno de los cables de soporte de la plataforma y provocó una grieta en el plato, poco después del paso de la tormenta Isaías. La NSF había ordenado colocar un cable de repuesto, pero antes de que pudiese instalarse se produjo la rotura de un segundo cable. Fue entonces cuando se inició un proceso que terminó desahuciando al radiotelescopio, convirtiéndolo en un enfermo terminal. 

La NSF consideró que no era posible efectuar una reparación de la plataforma sin riesgos para los operarios y terminó por decidir el 19 de noviembre la demolición controlada del telescopio ante el riesgo de que un derrumbe accidental dañase otros edificios próximos

Antes de dos semanas, este lunes 1 de diciembre, a las 7.55 de la mañana, hora local de Puerto Rico, se quebró otro cable haciendo que la pesada plataforma de instrumental cayese hacia uno de los lados del enorme plato que durante décadas ha sido la gran oreja planetaria para escuchar los secretos que susurra el Universo. El instrumento desde el que se envió el único mensaje de la humanidad dirigido a civilizaciones extraterrestres ya es historia.

La cadena de acontecimientos no ha estado exenta de polémica y debate entre quienes consideraban que merecía la pena salvar la vida del radiotelescopio tratando de repararlo de forma segura y quienes consideraron que solo cabía contemplar su fatal desenlace

El director del observatorio, Francisco Córdova, reconoció ante los medios de comunicación que “la NSF puso bien claro que no podía haber ningún riesgo para el personal que estuviese ejecutando las reparaciones en aquel momento; para simplificarlo, es como si se te estropea el coche en la autopista y puedes repararlo cambiando una goma. Cambiarla supone un riesgo. Pues bien, tienes que decidir si asumes el riesgo de cambiar la goma o si abandonas el coche. Pues ellos decidieron no cambiar la goma”. 

Francisco Córdova, en la mesa en el centro, durante la rueda de prensa tras el desplome del radiotelescopio de Arecibo. Reuters

Cordova recalcó que NSF es “el dueño de la instalación” y que los administradores del radiotelescopio (la Universidad Central de Florida) “dieron opciones de qué cosas se podían hacer que considerábamos razonables y en los momentos en los que se podían hacer”.

Noemí Pinilla-Alonso prefiere no entrar en el debate de si se tomaron las decisiones adecuadas, pero sí quiere hablar del futuro del observatorio, un centro que va más allá de su instrumento principal y que durante décadas ha sido un foco turístico en Puerto Rico y ha desarrollado un amplio programa de formación y divulgación.

La astrofísica ovetense, reconocida como Asturiana del Mes de LA NUEVA ESPAÑA en mayo del pasado 2018, está al frente de una veintena de investigadores y lleva más de dos años dedicándose a lograr que el retorno científico de la instalación sea el mejor posible. En este tiempo, los astrofísicos que trabajan en la instalación han desarrollado proyectos propios y no se han limitado a ser soporte para otras investigaciones externas.

La astrofísica ovetense Noemí Pinilla-Alonso, al recibir el galardón como "Asturiana del mes" Irma Collín

“Uno de los principales éxitos ha sido contratar gente nueva, hemos tenido presencia en 23 conferencias internacionales y desarrollado diez publicaciones propias este año. He puesto empeño personal en lograr que los tres equipos que trabajan en el observatorio se cohesionen, trabajen en grupo y extiendan su red de colaboración”, asegura desde Florida, al otro lado del teléfono. 

Unos 150 usuarios, entre grupos de investigación, universidades y centros científicos, desarrollan sus investigaciones utilizando instrumental del observatorio, no solo en radioastronomía, sino en campos como la investigación atmosférica o ciencia planetaria.

Pinilla-Alonso destaca además una relevante tarea que ha llevado a cabo el observatorio y que justificaría la construcción de un nuevo radiotelescopio: la vigilancia de los asteroides potencialmente peligrosos, que podrían entrar en órbitas de colisión con nuestro planeta.

“Damos soporte a la oficina de defensa planetaria de la Nasa. Entre los asteroides hay algunos que se consideran potencialmente peligrosos. Una de nuestras principales ocupaciones era ir catalogando aquellos de dimensiones grandes”, explica la científica asturiana.

Aunque la mayoría de los asteroides se detectan inicialmente con instrumental óptico, el radiotelescopio de Arecibo permitía evaluar con gran precisión su órbita y detectar cualquier cambio, al actuar como un radar, y anticipar así cualquier situación crítica que pudiera causar un cataclismo como el que motivó la extinción de los dinosaurios. “Nuestra ubicación geográfica es óptima y este año hemos batido el récord histórico efectuando el seguimiento a más de cien asteroides", destaca.

Existen otros dos grandes proyectos en los que participaba el observatorio gracias a su gran antena: una red de interferometría mundial que permitía observar eventos astrofísicos, como jets en galaxia activas, y un programa internacional para observar púlsares.

Los púlsares: boyas en el espacio para “cazar” ondas gravitacionales

Los púlsares son estrellas de neutrones que emiten radiación de forma periódica a intervalos cortos y regulares, en una especie de “pulsos” vinculados al ciclo de rotación del objeto. Estas singulares estrellas, muy densas y pequeñas (unos 20 kilómetros de tamaño) pueden girar sobre sí mismas muchas veces por segundo, lanzando chorros de radiación muy intensos. Pero esta radiación solo puede detectarse en el rango de las ondas de radio, rayos X o rayos gamma. 

El radiotelescopio de Arecibo trabajaba en el proyecto NANOGrav, para la detección de ondas gravitacionales. La idea es utilizar estos púlsares como si fueran boyas que emiten señales en un mar en calma. Si una onda gravitacional cruzase el Universo, sería posible detectar el efecto de la perturbación en el espacio-tiempo observando la posición de estos púlsares. Las mediciones se desarrollan para poder detectar ondas gravitacionales de una frecuencia de nanoherzios causadas por la fusión de sistemas binarios de agujeros negros supermasivos.


¿Qué opciones hay ahora sin la gran antena? “Es cierto que quedan en suspenso nuevas observaciones. Pero una de las cosas que hacen única a esta instalación de casi 60 años es que tenemos muchísima información almacenada. Gracias a la Universidad de Florida Central, UCF, hemos puesto en marcha una colaboración activa con Microsoft para digitalizar todos los datos históricos, de modo que la comunidad científica pueda acceder a ellos”, explica Pinilla-Alonso.

¿Sirven aún esos datos? “Dado que las técnicas de análisis han evolucionado, gracias a técnicas de “machine learning” (aprendizaje automático), podemos volver a analizar viejas cadenas de datos con mucha más precisión. Y son útiles tanto para el estudio de la atmósfera en relación con el cambio climático, como para descubrimientos astrofísicos o para las ciencias planetarias.

El observatorio de Arecibo cuenta con otros instrumentos que siguen en uso. 

El equipo de ciencias de la atmósfera realiza experimentos que calientan por poco espacio de tiempo la ionosfera, una capa de la atmósfera con gran carga de electrones e iones cuyas alteraciones pueden causar interferencias en las telecomunicaciones. 

“Nosotros modificamos puntualmente esa ionosfera y podemos observar qué efectos se producen en función de la carga”, señala Noemí Pinilla-Alonso, que también destaca experimentos con láser que permiten detectar los efectos en capas más bajas de la atmósfera a causa de las modificaciones en la ionosfera. “Seguiremos con esos experimentos”, asegura.

Instrumental del radiotelescopio, sujeto por cables de acero. Su rotura provocó que todo el aparataje se desplomase. Cortesía: National Science Foundation

El complejo de Arecibo está pendiente además de mejoras en el instrumental óptico y prevé instalar un detector de aerosoles en Isla Culebra. “Podemos analizar aerosoles principalmente debidos a arena en suspensión que procede desde el Sáhara, la misma que causa las calimas en Canarias. En nuestra posición evitamos la influencia de otros aerosoles debidos a las grandes ciudades: estas calimas causan efectos en la formación de huracanes, en los cultivos y en la salud de las personas”.

Arecibo también quiere poner a punto su antena de 12 metros, que hasta ahora daba apoyo a la de 305 metros, “para no dejar de ser un punto de referencia en la red de interferometría”.

La asturiana que está al frente del equipo científico destaca además la labor de divulgación desarrollada por el observatorio en colaboración con la Universidad Ana G. Méndez de Puerto Rico y con la Fundación Ángel Ramos. “Somos muy activos en formación de científicos. Cientos de estudiantes han pasado por nuestras instalaciones y cientos de tesis doctorales y trabajos de investigación se han realizado con nuestros datos”, resalta Noemí Pinilla-Alonso.

Tampoco quiere obviar el carácter emblemático de la instalación, que ha sido una importante atracción turística y un motor económico para Puerto Rico. Por eso considera importante “construir un Arecibo para el futuro, para las generaciones que vengan, que se acerquen a carreras de ciencias, impulsar esos estudios en Puerto Rico y despertar el interés de nuevas generaciones de investigadores que hagan los descubrimientos del mañana”.

“Arecibo sigue vivo”, repite la asturiana. Tras el duro impacto que ha supuesto la caída de la plataforma del radiotelescopio, recalca que tanto la ubicación geográfica como el entorno geológico siguen convirtiendo la zona en óptima para un nuevo gran radiotelescopio. Mientras alberga la esperanza de que la administración estadounidense sopese la construcción de otro instrumento, defiende que en Arecibo “todavía hay mucho trabajo por hacer; aún en medio de este sentimiento de duelo, no pensamos bajar las manos”.

Noemí Alonso-Pinilla, sobre la plataforma del gran radiotelescopio de Arecibo, que se vino abajo el pasado 1 de diciembre. CORTESIA DEL OBSERVATORIO DE ARECIBO. UNA INSTALACION DE LA NSF

Compartir el artículo

stats