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Javier junceda Moreno | Jurista, publica el libro “Tiempos revueltos”

“Mentir en política sale gratis; mienten a sabiendas, y lo peor es que ya no escandaliza”

“Si el espacio conservador y liberal no halla lugares de encuentro, el actual Gobierno puede convertirse en un régimen”

Javier Junceda.

En la portada de “Tiempos revueltos” (Thomson Reuters Aranzadi), un barco flota como puede en mitad de una dura tempestad. Javier Junceda Moreno es el autor de esta recopilación de reflexiones sobre las múltiples dimensiones de un presente convulso e inestable y capea el temporal observando desde “una perspectiva refractaria a la odiosa corrección política imperante”. Junceda (Oviedo, 1968), jurista especialista en derecho administrativo, colaborador de LA NUEVA ESPAÑA y “grafómano” confeso, asume en este volumen de publicación inminente la pretensión de conjugar “amenidad con rigor” al componer un “puzle” de pensamientos que intercala la política con la cultura y la economía y el derecho con la dimensión social de una realidad muy confusa que acaba de empezar a agravar una pandemia.

–“Tiempos revueltos” parece de entrada una imagen fiel para retratar la realidad de 2020, pero a lo mejor pronto se queda corto. ¿El barco de su portada corre riesgo de naufragio?

–Quiero pensar que no, pero a veces lo dudo seriamente. Se acumulan factores preocupantes, aunque es verdad que hemos salido airosos de situaciones mucho peores.

–Algunos, cada vez menos, dicen que de esta pandemia vamos a salir mejores. ¿Qué dice usted?

–Primero tendremos que salir de ella, sanitaria y económicamente a la vez, luego habrá que analizar por qué surgió y dónde. No podremos salir mejores si no apuntamos al origen del problema, que es una sanguinaria dictadura a la que la comunidad internacional no planta cara pese a que sigue incumpliendo las obligaciones más elementales, humanitarias, sanitarias, ambientales, laborales o económicas, y a la que permanentemente le ponemos alfombras rojas. Como no atajemos eso, preparémonos para la siguiente pandemia.

–¿Está de acuerdo con ese aforismo que cita y que dice que “los votantes y los países tienen los líderes que se merecen”? ¿Ha descubierto qué hemos hecho para merecer esto?

–Esa frase es del Conde De Maistre y lleva mucha razón. Una clase política como la que tenemos no sé si la tendrían naciones con ciudadanos bien formados y responsables. Salvo excepciones, contamos con dirigentes que difícilmente contrataríamos en nuestras empresas, a los que no pediríamos consejo personal o profesional. Soy aristocrático en el sentido orteguiano del término. Necesitamos contar siempre con los mejores al frente, y eso no ocurre hoy.

–Hemos pasado, apunta, de la dicotomía entre izquierdas y derechas a la de moderados y extremistas. ¿Van ganando éstos?

–Sí. La ausencia de atención a los cimientos ideológicos convierte la política en un juego de mesa de estrategia. Es más, son curiosamente los extremistas los que ahora cuidan más esas cuestiones, porque los autodenominados moderados las han dejado por completo de lado. Si las opciones templadas no actualizan sus idearios y continúan metidas en esas tácticas infantiles que les cocinan sus rasputines de pacotilla, presumo que serán pronto superfluas.

–¿Contra el bipartidismo vivíamos mejor?

–En las principales naciones del planeta, el bipartidismo funciona a las mil maravillas y no hay desafección política alguna. Cuando eso desaparece, la política se convierte en un problema, no en la solución.

–Habla de las eternas discusiones de España como nación. ¿Cuánto le preocupa ver a Bildu y a ERC del lado de los presupuestos?

–Pensar que estas formaciones, que tienen en su ADN hacer desaparecer a España como nación, van a ayudar en algo a su presente o futuro resulta ilusorio o temerario. No creo que contribuyan a la gobernabilidad ni desde esa perspectiva federalista que ahora está tan en boga, porque su objetivo sigue siendo la independencia.

–¿Y a Vox como tercera fuerza política?

–Si el espacio conservador y liberal no logra hallar lugares de encuentro, el actual Gobierno se puede convertir en un régimen y dilatarse en el tiempo. Presumo que para que eso ocurra tendrán que cambiar los principales líderes de esas fuerzas, o bien saber encontrar a un dirigente que catalice esas ideas y cuente con trayectoria reconocida antes de llegar a la política. El alcalde de Madrid podría ser esa figura. La democracia precisa para su pervivencia de alternativas, y la opuesta al actual Gobierno no la acabo de ver.

–Dedica un capítulo a la mentira en política. ¿El gran problema es que sale muy barata?

–Les sale gratis. Mienten a sabiendas, y lo peor es que ya ha dejado de escandalizar. Nos hemos acostumbrado a vivir inmersos en la trapacería. Y eso ya no conoce de partidos, porque se ha generalizado a todos. Es un cáncer que nos ha traído otro cáncer que ya padecíamos, el relativismo. De ahí hemos pasado al nihilismo, al todo vale y da igual, porque todo es opinable. Y eso no es así.

–Alarga aquí su combate contra el populismo y la simpleza. ¿Hay populismo para mucho tiempo o se va erosionando y la sociedad está empezando a verle el truco?

–Advierto ahí un doble fenómeno. Por un lado, el populismo de izquierdas que se estrenó en España parece que está en claro declive, aunque ha contagiado al principal partido de la izquierda, en el que cuesta descubrir sus tradicionales rasgos socialdemócratas. Pero por otro lado ha surgido un populismo de derechas que ha recogido mucho voto del signo opuesto. Con todo, espero por el bien de todos que esta simplona forma de hacer política desaparezca por completo, porque ya se ve el saldo que están dejando sus “brillantes” ideas.

–¿Esta sociedad digital de conocimiento superficial y “fake news” favorece esos movimientos?

–Sin duda. Hay un papanatismo 5.0 cada vez mayor. En política y en todo. La “videocracia” de la que hablaba Sartori se ha convertido en una “intertetocracia” aún más vulnerable y a la que sólo se sobrevive si se tiene criterio propio, algo que tanto falta a esa “generación más preparada de la historia”. Nos hemos centrado en la enseñanza, pero hemos dejado de lado la educación. Y sin esta brújula educativa es imposible navegar por internet.

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