La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Filóloga y política, diputada de las Cortes Constituyentes

MarÍa Izquierdo Rojo: “El 23F me negué a salir del hemiciclo cuando se lo permitieron a las mujeres”

“Estaba en un escaño junto al pasillo y al oír las balas silbándome al lado pensé: ‘¡Menudo asiento para un golpe de Estado!’”

María Izquierdo Rojo, durante una conferencia en Oviedo. | Luisma Murias

María Izquierdo Rojo nació en Oviedo, donde cursó sus estudios universitarios. Su vida profesional, como profesora de Literatura Hispanoamericana, la desarrolló en Granada. Allí comenzó también su actividad política, que la llevó a ser diputada en las Cortes Constituyentes. Tras varias décadas de trayectoria política volvió a las aulas tras cerrar tres legislaturas en el Parlamento europeo. Colaboró en el desarrollo de la Constitución y del estado de las autonomías. Vivió el 23F en primera persona, sentada en un escaño pegado al pasillo del hemiciclo del Congreso de los Diputados.

Transición en silencio y con discreción. “La Transición gustaba de ser discreta, sin escándalos ni espectáculos (era aquella una España gris en blanco y negro), hicimos cosas muy importantes silenciosamente y sin que apenas se notara. Así, en la sesión inaugural de las Cortes, el 7 de julio de 1977, cuando entraban por la puerta los grandes símbolos de la represión dictatorial –Ramón Rubial (condenado a más de 20 años de cárcel), Carrillo, la Pasionaria, Emilio Barbón...–, lo que escuchábamos era un silencio sepulcral que anunciaba la evidencia de una nueva realidad política en España; durante mi ejercicio como secretaria de Estado y, preparando 37 decretos de transferencias semanales, atendí las necesidades de cuidado y lactancia de mi hijo, junto a mí en el Ministerio, pero con una discreción transparente diferente de la que actualmente exhiben muchas diputadas nacionales y europeas; a diferencia de lo que sucede en nuestros días, los medios de comunicación no tenían el poder y la amplitud de hoy; a los políticos nos preocupaban mucho más los hechos y realizaciones, que su publicación y publicidad; apenas se hacían ruedas de prensa y muchas gestiones concluidas, como no se daban a conocer, quedaban enterradas en el olvido. En contraste con la espectacularidad dominante en los días que corren –abundan los presentadores televisivos que utilizan para todo y en todo momento el adjetivo “espectacular”, trátese de gastronomía, moda, previsión meteorológica...–, para mí la discreción, la sencillez y la prudencia son virtudes deseables. Cuando años atrás oí por la radio a una tal niña Isabel que cantaba despepitada ‘Antes muerta que sencilla’, con aplauso y éxito general de audiencia, comprendí que los tiempos estaban cambiando en favor de lo llamativo y escandaloso. Hasta el punto de que algunos colegas políticos empezaron a demostrar que lo que querían era que se hablara de ellos, como fuera, aunque fuera mal, porque la cosa era salir en los medios y que a uno se le viera... ¡Que su nombre sonara!”.

Un mal escaño para un golpe de Estado. “La Constitución del 78 está cosechando el gran éxito de hacer posible el mayor periodo de paz, progreso y bienestar de nuestra historia, lo que no es poco. Pero estamos obligados a cumplirla en todos sus extremos: el artículo 16.3 establece que ‘ninguna confesión tendrá carácter estatal’ y, sin embargo, la práctica del Estado en este sentido deja mucho que desear; el artículo 1.1 proclama ‘la igualdad’ como valor superior del ordenamiento jurídico, pero millones de españoles no se dan por aludidos en relación al trato con las mujeres, en casa prefieren ejercer superioridad y sometimiento, preservar su ignorancia de que la igualdad es cosa de dos, que se tiene que hacer con el otro. A la vuelta a Granada después del golpe de Estado del 23F me subí a un tractor con un megáfono para contestar al homenaje improvisado que nos dieron a los parlamentarios a nuestra llegada. La víspera, cuando los guardias civiles irrumpieron a las 18.30 horas, metralleta en mano, en el Parlamento el 23 de febrero de 1981, interrumpiendo la votación de presidente del Gobierno, sentada yo en el extremo junto al pasillo y silbándome las balas en medio de mi conmoción repentina, pensé: ‘¡Menudo escaño malo que tengo para golpe de Estado!’. Realmente aquella noche trágica en la que me martillaban la cabeza las imágenes del exilio de la Guerra Civil y un sentimiento de indignación por la bazofia humana que iba a dirigir, de nuevo, el país, los diputados pensábamos que no íbamos a sobrevivir. Todas las imágenes de nuestros recuerdos desfilaban con una sorprendente serenidad y con la conciencia del deber cumplido; me negué a salir del hemiciclo, ante el ‘privilegio’ que nos dieron los golpistas a las mujeres porque siempre creí y defendí nuestro derecho a la igualdad: mi escaño era equivalente al de los demás colegas y los hipócritas protocolos de cedernos el paso encerraban históricamente nuestra secular exclusión de los aspectos importantes de la sociedad y de la vida”.

Mujeres en las secretarías de Estado más duras. “En el primer Gobierno de Felipe González (1982) fui designada secretaria de Estado para las Comunidades Autónomas, y Carmina Virgili, secretaria de Estado para las Universidades (su jefe de gabinete, el joven Alfredo Pérez Rubalcaba); ambos nombramientos fueron celebrados como un paso adelante porque se trataba de secretarías de Estado ‘duras para el sexo débil’ que superaban la habitual tendencia de asignar a las mujeres los tradicionales cometidos ‘culturales, asistenciales, magisterio, etcétera’. El proceso autonómico lo dirigía el vicepresidente Alfonso Guerra, a través de la Comisión Delegada para Asuntos Autonómicos. Tuve como ministros a Tomás de la Quadra-Salcedo, Félix Pons y Joaquín Almunia, desbloqueamos el proceso autonómico, culminamos la constitución de todas las comunidades, a excepción de Ceuta y Melilla, y realizamos el grueso de las transferencias de medios y servicios utilizando una misma metodología que garantizaba transparencia y solidaridad”.

La etapa europea y el regreso a Asturias. “De 1989 a 2004 desempeñé el cargo de diputada en el Parlamento europeo. Me sorprendió observar que en la UE, en la Comisión de Desarrollo Regional, cuando diseñábamos los controles de los fondos del Feder (Fondo Europeo de Desarrollo Regional), los funcionarios responsables partían de la idea, y daban por hecho, que en nuestro país después de tantos años de dictadura se iban a producir muchos casos corrupción. Entre otras muchas actuaciones, promoví la colocación de un busto dedicado a la heroína liberal granadina Mariana Pineda en la entrada principal protocolaria del Parlamento europeo de Estrasburgo. Al final de las tres legislaturas europeas volví a ejercer en la Universidad, en mi plaza de profesora titular de Literatura Hispanoamericana. Me supuso un gran esfuerzo volver a retomar el hábito del estudio. La enseñanza había cambiado mucho con la aprobación del plan de Bolonia. Ejercí hasta mi jubilación en 2015. Vuelvo entonces a mi querencia asturiana y comienzo a alternar mi residencia en Madrid con la de aquí, en Llanes, donde desde septiembre del 2018 presido la Asociación Foro Veneranda Manzano del Oriente de Asturias. En política hace tiempo que solo me interesa el trabajo constructivo. Veo a las o los dirigentes como directores de orquesta, partiendo de que la política es una música de voluntades. Me hubiera gustado que cuando dirigimos la nación con amplio apoyo parlamentario hubiéramos hecho más aún por el porvenir de la juventud, por su formación en lenguas extranjeras, que quizá les hubiera facilitado más salidas profesionales. También hubiera hecho falta dotar de educación cívica y formación democrática a todo el mundo, porque seguimos rodeados de ignorantes en historia y en ciudadanía, lo que provoca cantera para la extrema derecha. Ahora, en el presente de esta pandemia del covid-19, cruel y sorprendente, ante tanta adversidad me desasosiega ver que en la política nacional no podamos acordar con una oposición, enrocada en vetos, un nuevo entendimiento constitucional que permitiera renovar el CGPJ y disuadir otras inseguridades”.

Compartir el artículo

stats