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“Mejor pasar por la inyección, así podremos salir más allá del patio”

Los residentes en geriátricos ansían la vacuna: “Que venga ya” | Los recelos de una sanitaria: “Ahora no, más adelante veremos”

Argentina Torre Vallejo, en el geriátrico La Comarca del Mayor de Nava.

La auxiliar de enfermería Eva F. (identidad ficticia) es una de las decenas de profesionales de la plantilla pública del ERA (Establecimientos Residenciales para Ancianos) que rechaza ponerse la vacuna del covid. “Al menos en primera instancia, más adelante ya veremos”, según matiza. Confiesa que le dio vueltas al tema de la vacuna “durante más de una semana” y finalmente ha optado por no ponerla “temerosa de las posibles reacciones adversas” y convencida de que el riguroso seguimiento de las normas y protocolos de higiene y seguridad sanitaria “son suficientes para evitar contagiarme o servir de vehículo de transmisión del virus”.

Manuel Álvarez Fernández, en la residencia El Lauredal.

Eva F. no se tiene por una negacionista de la eficacia de las vacunas, “sencillamente tengo dudas de cómo me podría afectar ponérmela, y no ya la primera dosis, sino la segunda, que según la información que ha trascendido es más problemática”. Esta sanitaria asegura que ya en años pasados renunció a ponerse la vacuna de la gripe “y nunca la contraje”.

Al habla con otros sanitarios de geriátricos, Eva F. encontró eco a sus temores, lo que la acabó de convencer de que, de momento, no se vacunará: “Fruto de las conversaciones que hemos tenido en los últimos días en medios laborales del ERA, y no han sido pocas, la estimación que tenemos es que tres de cada diez trabajadores no estamos por la labor de vacunarnos”.

En lo que esta auxiliar de enfermería pone gran énfasis es en la necesidad de extremar las precauciones. “Tengo tanta o más fe en las mascarillas, el gel hidroalcohólico y el distanciamiento físico que en la vacuna; y además los primeros tienen la ventaja de carecer de posibles efectos secundarios”, concluye.

Víctor Fernández, en la residencia del Montepío de la Minería.

Quien sí se va a vacunar es Juana María Fernández, “Juani”, auxiliar de enfermería y gobernanta de la residencia de mayores Verdeja de Trasona (Corvera): “Tuve mis dudas sobre ponerme la vacuna o no, pero finalmente prevaleció algo sobre lo que, a mi juicio, no cabe discusión: desde el punto de vista de la responsabilidad sanitaria mi obligación es vacunarme”.

El centro en el que trabaja esta veterana no ha registrado ni un caso de covid entre su medio centenar de residentes y sus casi cuarenta profesionales. Haber esquivado el virus es lo que, como a otras residencias de Asturias, pone a la de Trasona en los primeros puestos de la lista de Salud para recibir las vacunas. “Pienso que habernos librado de la pandemia en estos meses ha sido suerte, pero también es cierto que hemos comprado todos los días papeletas para que nos tocara esa suerte”, manifiesta el gerente de la residencia, Manuel Cristóbal Muñoz Jiménez.

Luisa Fernández, en el centro residencial para mayores de Felechosa.

Juana María Fernández espera recibir la vacuna la próxima semana y presume de que sentirá “tranquilidad, la sensación de estar un poco mas protegida, aunque no por ello vamos a bajar la guardia ni relajarnos”. Respecto a las posibles reacciones adversas de la vacuna, admitiendo que es una posibilidad en la que ha pensado, le da confianza “saber que en los países donde ya se ha empezado a poner antes que en España el porcentaje de incidencias es muy bajo”. Las tres únicas personas que no se vacunarán en este centro es “por motivos religiosos o de embarazo”, aclaró el gerente.

A Manuel Álvarez Fernández, residente desde hace dos años en la Residencia El Lauredal de Gijón, no le da miedo un pinchazo. Nacido en Pola de Allande hace 61 años, fue de los primeros de su centro en apuntarse para la vacuna. “Nos han dicho que nos la ponen el día 7, después de Reyes, mira qué bien. Cuando me lo dijo la directora, me apunté sin problema”, señalaba ayer por la tarde después de zamparse un chocolate con churros y echar una al bingo.

“Aquí estamos fenomenal, tenemos muchas actividades para entretenernos”, señala con satisfacción tras varios meses de aislamiento, de restricciones de visitas y de cambios de rutina. Por eso la llegada de una vacuna que proporcione la esperanza de retomar la normalidad no es algo que haya que ver con miedo, reflexiona. No en vano, él mismo pasó el coronavirus hace unos meses, “sin síntomas, estuve en la habitación encerrado y no contagié a nadie, lo pasé sin más problemas”.

Laura Rocha Vega, junto al árbol de Navidad en el centro geriátrico Luanco.

Laura Rocha Vega, junto al árbol de Navidad en el centro geriátrico Luanco.

Ahora ve bien que haya que pincharse “aunque la primera no hace nada, a ver con la segunda si volvemos un poco a la rutina”. Poco reparo le dan los posibles efectos secundarios, como dolores de cabeza o escalofríos, a un exmilitar que vivió el 23-F. “Estuve a 20 grados bajo cero en la frontera con Francia, esto para mí no es nada”, asiente convencido. Y con su energía y buen humor (“yo vengo de pueblo, allí también hace frío y caen buenas nevadas, somos duros”), espera animar al resto de sus compañeros a pasar “por la inyección”. Porque “así podremos salir un poco más que al patio y a echar un cigarrín”.

En el Sanatorio Marítimo de Gijón los residentes y sus familias también esperan como agua de mayo la vacuna. “Se inmunizará el 90 por ciento de los usuarios y los trabajadores”, apunta Marcos Alonso. Las familias de las personas con discapacidad intelectual están siendo muy receptivas y los usuarios desean que llegue cuanto antes la vacuna. Ellos tendrán que esperar hasta mediados de mes.

Argentina Torre Vallejo, residente del centro geriátrico La Comarca del Mayor, en Nava, admite no tener miedo a vacunarse, al contrario. “Estoy muy contenta con recibir la vacuna porque pienso que, con los años que tengo, no está mal que me vacune. Si me sienta mal y me lleva, no me importa. Tengo 91 años y ya viví la vida. No pierdo nada por morirme ahora, por eso me vacunaré por solidaridad con los demás, aunque sea una persona vulnerable”, argumenta. La mujer, natural de Lozana, en Infiesto, concejo de Piloña, lleva un año en la residencia naveta, donde permaneció confinada debido a la situación sanitaria. Para ella, el hecho de que vaya a ser una de las primeras personas vacunadas de Asturias supone un acto de responsabilidad.

La candasina Laura Rocha Vega, trabajadora del Centro Geriátrico Luanco, está ansiosa por recibir la vacuna. “Tengo ya ganas de vacunarme porque creo que es la única herramienta que tenemos todos para poner fin a este virus”, confiesa. Y, además, apela a la responsabilidad de los que están dudando sobre si poner o no la vacuna. “Animo a todos a vacunarse para parar ya este virus. Es la única opción que tenemos”, añade. Raquel Fernández Lozano, trabajadora en centros del ERA, reconoce sus temores ante la vacunación. “Tengo un poco de miedo y respeto, a la vez que me da un poco de recelo ponerla, pero creo que es necesaria por dónde trabajamos y con quiénes estamos. Lo que más recelo me da es el no saber mucho sobre la vacuna”, argumenta.

La mayoría de los residentes en el geriátrico La Minería, propiedad del Montepío de la Minería en Felechosa (Aller), también están dispuestos a vacunarse. Para Víctor Fernández, de 59 años, “es la única salida que tenemos, aunque sea por prudencia y respeto, debería vacunarse todo el mundo, con esto por lo menos tenemos esperanza”.

Y de la misma opinión es Luisa Fernández, de 89 años, quien asegura con pleno convencimiento que “todo lo que sea para bien, yo encantada: pincharme, tomar lo que sea... Yo me apunté para vacunarme en cuanto me dejaron y espero que sea muy pronto”.

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