La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Director del Museo Arqueológico de Asturias

Ignacio Alonso García: “Estamos obligados a transmitir nuestro patrimonio cultural a futuras generaciones”

“Oviedo cuenta con una potencialidad que no acaba de aprovechar: tiene sus museos en un perímetro muy delimitado y cómodo”

Ignacio Alonso, en el Museo Arqueológico, con la torre del vecino monasterio de San Pelayo al fondo. Julián Rus

Ignacio Alonso García (Mieres, 1951) es un hijo de la Asturias industrial. Arquitecto, tras una etapa como profesional liberal se incorporó a la Administración asturiana. En la Consejería de Cultura fue jefe de Restauración y Conservación y de Patrimonio. En 2013 le llegó un destino inesperado, la dirección del Museo Arqueológico de Asturias. Iba a ser por poco tiempo, pero se ha alargado siete años, hasta su jubilación, que se hará efectiva el 31 de este mes.

El Prerrománico, estable. Cuando empecé a trabajar en Cultura existía una Junta del Prerrománico, que se fue extinguiendo con el tiempo. En los años ochenta y noventa se realizaron restauraciones y los edificios quedaron en un estado bastante razonable. San Miguel de Lillo tiene unos problemas de humedades que parecen irse revirtiendo, lo mismo que en el conventín de Valdediós. Los monumentos prerrománicos están en una situación, por lo menos, estable. Lo que plantea problemas son sus entornos físicos y la forma de percibirlos. El estado de Santa María del Naranco es bastante aceptable, sobre lo que cabe discutir es sobre la carretera de acceso o sobre las distorsiones que provoca el entorno. San Julián de los Prados tiene un problema muy profundo, que está localizado en el espesor de los muros, de contaminación y humedades. Las intervenciones en la iglesia empezaron en 1914 con Fortunato Selgas, y la última restauración, de los años setenta, en las pinturas, seguramente fue muy brillante en su momento, pero se utilizaron técnicas que han generado problemas. Intervenir en el Prerrománico requiere mucha paciencia, control y supervisión, y que lo que se haga sea reversible. A finales del siglo XIX se buscaba dejar los edificios como nuevos; desde los años sesenta lo que importa no es dejarlos nuevos sino duraderos y autoprotegidos, no recuperar una visión que nadie conoció.

A velocidad de crucero. A finales de los años noventa yo era jefe de servicio de Patrimonio. Las intervenciones se iban concretando y al año había de 12 a 16 proyectos, campañas de subvenciones, inventarios y planes especiales. Recuerdo de 1.800 a 2.000 expedientes al año tramitados en lo que entonces era la Comisión de Patrimonio Cultural. Ahora creo que están en unos 2.400. En una región con problemas básicos como es Asturias, asumimos que la cultura y el patrimonio están en un segundo lugar frente a temas muy vitales, como la salud pública. La inversión en patrimonio es una inversión a largo plazo. El objetivo fundamental es que haya transmisión generacional. Nosotros no tenemos legitimidad para agotar este patrimonio, tenemos la obligación de transmitirlo, y puede llegar a convertirse en un recurso económico. El patrimonio es memoria, identidad, configura nuestra idiosincrasia.

El Arqueológico. En 2013 llego al Arqueológico, a dirigirlo. Me lo planteó Rodolfo Rodríguez Asensio, entonces en la Dirección General de Cultura. Vine pensando en una estancia breve y han sido siete años y medio. La gestación del nuevo Arqueológico empezó en 1988. Hubo avances y retrocesos, y en 2004 o 2005 se inició el proceso de rehabilitación y ampliación del edificio. Desde la Consejería participé en ello, y poco iba a imaginar que iba a acabar mi vida profesional en él. El Museo rehabilitado se abrió en marzo de 2011. El director Javier Moreno se marchó a finales de 2012 y yo entré con el edificio funcionando y con toda la instalación montada. La rehabilitación generó controversia. Las fachadas de celosía que tanto llamaron la atención, ahora le gustan a mucha gente. Y hay cuestiones que no dependen de la arquitectura. A este edificio se le quiso dar unos contenidos que exigían un volumen. ¿Que pudo haber tenido planta o planta y media menos? Es verdad, pero es una cuestión discutible. La intervención se gestó con la economía en emergencia y con el Ministerio de Cultura en un momento expansivo, así que se hizo con una calidad material notable que permite que el mantenimiento y el envejecimiento sea muy digno. Por instalaciones, el Museo cumple la finalidad que tiene ampliamente.

Un nuevo planteamiento. Yo ya conocía las peculiaridades del ejercicio de la Arqueología, las diferencias entre grupos y algunas tensiones que había habido en el pasado. Eso me ayudó a que la gestión fuera más fluida, equilibrada y con igualdad de oportunidades para todos. No es que se iniciasen las actividades, que ya las había con Javier Moreno, y antes, pero se estabilizaron: ciclos de conferencias, exposiciones, presentaciones de libros, exposiciones temporales… Esta instalación tiene muchas posibilidades. Los conciertos en colaboración con el Ayuntamiento de Oviedo tienen un éxito tremendo, sobre todo los de verano; el Museo tiene una acústica muy interesante y la afición musical en Oviedo es grande. El Bellas Artes, como desgraciadamente no dispone de un salón de actos grande, hace aquí su ciclo de cine. El anterior Museo Arqueológico era un museo de colecciones, muy impregnado por la personalidad de la directora Matilde Escortell, que ahora vive retirada en Murcia. Tenía un enfoque de principios del siglo pasado, mismamente por la configuración del propio local, que parecía que había sido eterno, y que, sin embargo, era nuevo, de la postguerra. El claustro fue la única parte que sobrevivió a los bombardeos. Ese cambio, casi generacional, vino muy bien. Ahora está abierto a la discusión y la participación. Es un museo discursivo y en transformación. Cada campaña de excavación, con su aportación de nuevos materiales, promueve una revisión en el discurso del Museo. En mi etapa, por ejemplo, se empezaron a completar datos de un periodo desconocido en la historia de Asturias, la que va de la última romanización, siglo III, hasta la eclosión de la monarquía asturiana, siglo VIII. Asturias no quedo despoblada en esos siglos, y empiezan a concretarse datos que corroboran algunas intuiciones que había antes.

Crisis y arqueología. La crisis modificó la tónica general de la actividad arqueológica. Antes había una continuidad en las excavaciones, pero, al limitarse, se ha producido un aumento de los doctorandos, que requieren de estudios de materiales con frecuencia, hacer análisis, pruebas. Ha habido un desarrollo grande de los medios auxiliares y de estudio, y el Museo dispone de microscopios, mesas de fotografía, una restauradora con su taller de restauración. Estamos en una zona de gran riqueza arqueológica y tenemos unos fondos muy importantes; viene a investigar gente de aquí y mucha de fuera. Y en cuanto a visitantes, en 2018 tuvimos un pequeño bajón, creo que por un cambio de criterio en el registro, y nos quedamos en 47.000; pero 2019, el último año representativo que tenemos, fueron 51.000, que para un museo de estas características está bastante bien. El Arqueológico tiene una porción no muy grande de visitantes fijos, nacionales y sobre todo del extranjero. Esto nos pasa también con las cuevas, cuya gestión depende del Museo, que hay muchos centroeuropeos –la mayoría de los visitantes lo son–, que vienen a hacer ex profeso el circuito de las cuevas, entre ellos muchos vienen luego a ver el Museo, que tiene un déficit en la composición de visitantes, que es la visita colectiva, hay muy pocas excursiones que lo incluyan en su recorrido por Oviedo. Y Oviedo tiene una potencialidad que no acaba de aprovechar y es la de tener todos los museos importantes en un perímetro muy delimitado y muy cómodo.

Un Museo con futuro. El Museo tiene un nivel muy bueno y podemos mostrarlo con mucha dignidad. Es una referencia en el entorno cultural. Pensaba hace unos días que una obra literaria se acaba con la última página, pero el Museo continúa, tiene una trayectoria y una vida. A mí me gustaría que hubiese visitas guiadas para escolares y jóvenes; que hubiese algo de arqueología experimental, para que la gente viera cómo se tallan las piedras o se realiza una excavación. El Museo es un elemento de disfrute: a un concierto la gente viene a disfrutar. Queda pendiente la difusión exterior del Museo, reforzando las actividades, con una línea más permanente de exposiciones temporales. Hay una línea que debería tener periodicidad y mantenerse en el tiempo, que es la exposición de las piezas que va incorporando el Museo. Lo hemos intentado muchas veces, pero siempre nos encontramos con dificultades. La disponibilidad del almacén es de 20.000 piezas y en la exposición permanente tenemos 1.742. Disponemos del bajo de las Pelayas, como almacén; de otro de material pesado en San Lázaro, y otro de muebles en Lugones. De momento no necesitamos nuevos espacios. Muchos museos modernos, aparte del área expositiva pública, tienen almacenes visitables, para los estudiosos. Aquí una idea estupenda sería completar el monasterio, añadir al Museo el edificio universitario que está al lado. Es algo que está hablado, pero muy superficialmente.

Compartir el artículo

stats