Los datos que conocemos hasta ahora de evolución de la pandemia en Asturias nos permiten considerar que la tercera ola ha llegado. Asturias ha seguido con retraso la tendencia nacional: estuvo en baja incidencia cuando otras regiones estaban en situaciones críticas y ascendió la curva cuando todo el resto del país estaba en descenso. Ahora, cuando el resto lleva días de subida, empezamos a quebrar la tendencia descendente de las últimas semanas.
Es inevitable que la tercera ola llegue, aunque hay algunos factores importantes que tener en cuenta. Primero, llegar a ella con cierto retraso es positivo, más aún cuando Asturias es la comunidad que más ritmo de vacunación tiene de España. Pero si el ascenso de contagios resulta muy acelerado, resultará poco eficaz el muro de contención que puede suponer la vacunación de los colectivos más sensibles (principalmente mayores, los que peor pasan la enfermedad y elevan las cifras de hospitalización y UCI). Por eso, ganar tiempo retrasando lo inevitable puede atenuar la incidencia hospitalaria, lo que termina siendo un parámetro fundamental para tomar decisiones más drásticas.
Ahora bien ¿cuándo resulta necesario actuar para frenar los contagios? Esa es la clave. Con los datos actuales, la tercera ola parece que podría afectar, mínimo, a entre 5.000 y 10.000 asturianos. Si ese ritmo de crecimiento se acelera los próximos días, la población susceptible de contagiarse no hará más que aumentar, y con ello las cifras que acabarán en los hospitales. Ya señalamos que un buen umbral para tomar decisiones que limiten la transmisión es el de los 200 casos diarios. Ahora bien, cómo hacerlas y de qué modo que afecte lo menos posible a la economía supone todo un rompecabezas.
