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El asalto local como síntoma de enfermedad global: “La democracia está débil”

Sociólogos y politólogos analizan la toma del Capitolio como indicio de una fragilidad que se manifiesta en España con señales similares de polarización

Momento en el que los partidarios de Trump entran al Capitolio

Momento en el que los partidarios de Trump entran al Capitolio Vídeo: Agencia ATLAS

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Momento en el que los partidarios de Trump entran al Capitolio Marcos Palicio

Hay un hombre que lleva un gorro de pieles y cuernos, el torso al aire y la cara pintada con los colores de la bandera estadounidense plantado, puño en alto, ante el escaño del presidente del Senado estadounidense. Hay otro individuo con el arma sobre el regazo y las botas en la mesa del despacho de la presidenta de la Cámara de Representantes… Más allá de lo pintoresco de las estampas de anteayer, o de la repercusión política inane en lo inmediato e imprevisible en el corto y medio plazo, a la irrupción de la turba de “trumpistas” desaforados en el Capitolio se le ve en España un trasfondo simbólico “peligroso”. Tomando distancia de lo más visible, abriendo el plano por encima de Donald Trump y de EE UU, la secuencia del asalto es un síntoma de una enfermedad grave y contagiosa que afecta a los engranajes mismos del sistema y que no sólo Estados Unidos lleva un tiempo incubando.

Aquí coinciden analistas, expertos y sociólogos asturianos: es evidente que esto no va sólo de Trump y de su resistencia a aceptar el resultado de unas elecciones, y el politólogo Óscar Rodríguez Buznego interpreta la no tan nueva realidad con la constancia de que “la democracia ha dejado en evidencia su fragilidad”. La democracia, aun más, “está rota en Estados Unidos”, y en España manifiesta “síntomas similares” de polarización y “jugueteo” con las instituciones, de una debilidad y unas vulnerabilidades que recomiendan empezar a tomar precauciones.

“La democracia en EE UU está rota; en España debemos agudizar la vigilancia, la alerta y el compromiso democrático”

Óscar Rodríguez Buznego - Politólogo

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Otros analistas y expertos comparten versiones similares sobre el simbolismo profundo de la escena del Capitolio y la mención del refrán que aconseja empezar a poner barbas a remojar también a este lado del Atlántico. Sergio González Begega, profesor de Sociología de la Universidad de Oviedo, observa detrás de la imagen un indicio “preocupante” por lo que trasluce respecto a la “fragilidad de las instituciones”, y no sólo de las estadounidenses. Puede que políticamente el episodio haya abierto los ojos de muchos seguidores de Donald Trump, o que incluso pueda llegar a significar el principio del fin de ciclo del “trumpismo” como opción política, pero el asalto al corazón de las instituciones de la democracia norteamericana justo cuando “se estaba validando la legitimidad del voto” ofrece a sus ojos una imagen turbadora que acaso se vuelve más inquietante por el momento complejo en el que asalta los televisores del mundo entero, compartiendo espacio con las “dislocaciones cruzadas que generan la pandemia o la crisis económica”…

En un instante crucial de examen colectivo y de puesta en cuestión puntual o generalizada de las aptitudes de políticos o científicos, sobreviene esta suerte de “desvelamiento generalizado de que nuestras instituciones pueden ser más frágiles de lo que pensábamos”, afirma el sociólogo. La peculiaridad del lance está tal vez “no en lo que va a significar a corto plazo” o para Trump y sus opciones de permanecer en la primera línea política, “sino por lo que simbólicamente traslada sobre la quiebra de la capacidad de las instituciones para hacer cumplir las leyes”. Se ha abierto una espita.

“Corremos el riesgo de pensar que estos demonios se combaten con más polarización izquierda-derecha”

Rodolfo Gutiérrez - Sociólogo

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La polarización política norteamericana llegó el miércoles a un punto que “más allá de cualquier simbolismo” se tradujo básicamente en un intento de impedir que Joe Biden asumiera la presidencia, o en “una quiebra absoluta y frontal de las elecciones como procedimiento democrático cumbre”, o en la línea de llegada de un largo proceso de división social y deterioro político. Es la voz de Óscar Rodríguez Buznego, profesor de Sociología y Ciencia Política en la Universidad de Oviedo, confirmando que en la aguda polarización social y en algunas actitudes políticas está el sustrato común que comparte el asalto al Capitolio con la realidad española actual. Sabiendo mirar, el mensaje implícito que transmite la turba “trumpista” llega a este lado del océano con más de un motivo para invitar a “agudizar la vigilancia, la alerta y el compromiso democrático sin ambages ni juegos, sin trampas ni manipulaciones” de las que hay abundantes ejemplos recientes. El politólogo se refiere a la exacerbación de cierto frentismo, al “comportamiento de los principales actores políticos, que de algún modo están jugando con las instituciones y con las normas”, a los populismos de “actitudes ambiguas con la democracia” o a las redes sociales “que encierran en burbujas donde se comparten ideas y juicios sólo con quienes piensan igual…” El cóctel resultante se parece bastante al que anteayer explotó en el Capitolio.

El Congreso y el “procés”

En España, ayer, políticos de distinto signo se apresuraron a la batalla en busca de paralelismos con el movimiento “Rodea el Congreso”, alentado por el entorno del 15M y saludado por Podemos en 2016, o con los episodios violentos de la temporada alta del independentismo catalán. Tirando de ese hilo, Buznego encuentra un ejemplo inminente “de cómo lo sucedido puede afectar a la política española”. “Dentro de muy poco, el Gobierno tendrá que decidir sobre los indultos a los líderes del ‘procés’”, condenados como protagonistas de un “ataque al orden constitucional”, y el profesor se pregunta “qué va a hacer”, precisando que no se pronuncia “a favor ni en contra”, pero asumiendo que “la opinión pública hablará de ello” y establecerá conexiones, y recordando que ayer la ministra de Exteriores pedía una reacción con consecuencias para los responsables de un asalto que “se parece bastante a un golpe de Estado”.

“Simbólicamente se observa la enorme fragilidad de las instituciones, y no solo de las estadounidenses”

Sergio González Begega - Sociólogo

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En línea con la observación de un fenómeno en algún sentido extrapolable, Rodolfo Gutiérrez, catedrático de Sociología de la Universidad de Oviedo, apunta en su análisis la amenaza de algunos riesgos para la democracia y dos posibles interpretaciones de las que cabe huir, “una errónea y otra peligrosa”. La primera invita a no centrar el episodio en el personaje protagonista y a “tomarlo en serio más allá de la extravagancia de Trump, o de su capacidad para catalizar los demonios de la democracia”, y la segunda induce a escapar de una lectura “en clave de siglo XX”, o de izquierdas y derechas. España se enfrenta al serio peligro de equivocarse al pensar que los “demonios similares” que han crecido aquí “se combaten con una mayor polarización entre izquierdas y derechas, con esquemas frentepopulistas”. Antes al contrario, lo que emerge aquí es, a su juicio, “un fenómeno más complejo” y poco simplificable con los esquemas tradicionales de la política de frentes. “Podríamos analizar si la tensión se debate entre democracia y populismo, entre verdad y mentiras, o entre razón e ilusión… Es difícil poner etiquetas”, pero urge tener en cuenta que el actual “es un momento para tender puentes, no para alimentar el frentismo”.

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