Un recluso de la cárcel de Asturias, José Domínguez Pacheco, falleció en la madrugada de ayer mientras se encontraba en su celda del módulo 5 de la prisión. Los hechos se produjeron a las cuatro menos cuarto de la madrugada, cuando el compañero de celda del hombre se dio cuenta de que había dejado de hablar. De inmediato, avisó a los funcionarios por el interfono.

A la celda acudieron los funcionarios de turno, así como el médico de guardia, que intentó por todos los medios reanimar al recluso, sin éxito. Se trata de un hombre de unos 45 años, que cumplía prisión por delitos contra la propiedad y por conducir sin permiso, entre otros. Un primer examen apunta a una muerte natural. No obstante, la autopsia determinará las causas fehacientes del fallecimiento, el primero que se produce en la cárcel asturiana durante este año recién estrenado.

El fallecimiento ha causado la lógica preocupación entre los reclusos y el personal funcionario. La última muerte en la cárcel se produjo el pasado mes de julio, cuando un recluso falleció tras ser agredido con una silla por otro interno. En enero del año pasado falleció otro recluso, este por complicaciones respiratorias. Y en diciembre de 2019 fallecieron dos internos en apenas 24 horas, uno de ellos Raúl Fernández, de 38 años, presunto autor del crimen del ebanista en Ciudad Naranco. En ambos casos se sospechó de la ingesta masiva de medicamentos.

Uno de los problemas de la prisión era el sistema de reparto de medicamentos para el fin de semana o los puentes, que dejaba a los reclusos en poder de grandes cantidades de fármacos, con el consiguiente riesgo de sobredosis. Algunas de las que se han producido en los últimos años están relacionadas con este sistema de reparto.

Electrocardiograma

Y está el caso del llamado “preso resucitado” –cuya indemnización está pendiente de resolución en la Audiencia Nacional– que sufrió una sobredosis de drogas y fue dado por muerto, reaccionando cuando ya se encontraba en el Instituto de Medicina Legal. Este caso obligó a cambiar el protocolo, de forma que debe realizarse un electrocardiograma a todos los reclusos que aparecen muertos en sus celdas, con el fin de confirmar de forma fehaciente el fallecimiento.