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La tragedia de las Ubiñas en 1986: rastreo de 5 meses para rescatar a Centeno y a Cabal

“Los grupos de montaña anularon las salidas para echar una mano; al final, a uno lo encontró la madre del otro”, relata el ex Greim Llamazares

En el recuadro, José Luis Llamazares, hace unos años, cuando se retiró.

La búsqueda del operario de carreteras sepultado por un alud en la subida a San Isidro ya dura dieciséis días, pero no es ni mucho menos el rescate más largo en la montaña asturiana. El subteniente retirado de la Guardia Civil José Luis Llamazares tiene grabados al menos dos rastreos que duraron bastante más tiempo. Uno, el del farmacéutico leonés Andrés Torcida, cuyo cuerpo se recuperó en una quebrada de Peña Ubiña en la noche del 2 de julio de 1983, después de 22 días de búsqueda. Otro, el que sin duda podría ser el rastreo más intenso y largo que se haya dado en la región, ya que se mantuvo ininterrumpidamente durante 140 días, casi cinco meses, para recuperar los cuerpos de los montañeros Javier Centeno y José Luis Cabal, sepultados por un alud en la canal de les Fanes, también en las Ubiñas, el 4 de enero de 1986.

Páginas de  LA NUEVA ESPAÑA que  dieron cuenta del rescate. | LNE

Páginas de LA NUEVA ESPAÑA que dieron cuenta del rescate. | LNE

Andrés Torcida, de 24 años, había desaparecido el 12 de junio de 1983, cuando realizaba una excursión en solitario en Peña Ubiña, al parecer sin intención de hacer escalada y sin el equipo preciso. “Cayó desde la misma cumbre”, sostiene Llamazares. Para aquel rastreo, en el que participaron hasta espeleólogos, se montó un campamento para los rescatadores y se contó incluso con un helicóptero. “Eran otros tiempos, había menos medios y menos gente, era otra forma de actuar”, rememora Llamazares.

La noticia en LA NUEVA ESPAÑA

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Pero el rescate que trajo de cabeza a los miembros del Greim de Mieres fue unos años después, en 1986, en Peña Ubiña, una montaña realmente peligrosa en invierno. Dos montañeros de 20 y 21 años, Javier Centeno y José Luis Cabal subieron, el 4 de enero, al refugio del Meicín desde Tuiza, con la intención de la hacer La Integral. Centeno, estudiante de contabilidad, quería ser profesional de la montaña. Cabal, estudiante de Biológicas, se pagaba los estudios trabajando en una tienda de informática. Al no regresar, las familias dieron la alarma.

En el centro, aparece el propio Llamazares con el cadáver de José Luis Cabal.

Desde el comienzo se hizo muy difícil la búsqueda, por las duras condiciones invernales. “Encontramos los sacos de dormir en el Meicín. Empezó a nevar mucho. Se subió todos los días a buscarlos. Los grupos de montaña suspendieron las salidas programadas para subir hasta el Meicín y participar en la búsqueda”, relata Llamazares.

Aquello se conoció como “la tragedia de las Ubiñas”. En las fotos de la época se puede ver grupos de montañeros y vecinos de Tuiza abriendo zanjas con palas para tratar de dar con los desaparecidos, uno de ellos hijo de Héctor Centeno, que tenía una conocida academia en Oviedo. Hasta 600 personas llegaron a intervenir.

Alpinistas se ejercitan en el canalón de Cerreos.

Según Llamazares, fueron los vecinos de Tuiza los que dirigieron la búsqueda hacia la canal de les Fanes, entre Peña Ubiña y Peña Cerreos, donde se habían matado ya cuatro montañeros, tres de ellos gijoneses, por avalanchas. La búsqueda continuó, con grupos amplios, incluidos familiares directos de los desaparecidos, como los padres de Centeno (la madre de Cabal estaba enferma).

Finalmente, el 25 de mayo de 1986, tras abrir nueve zanjas, se pudo ver una sombra en la pared de una de ellas. Era la bota de Javier Centeno. El cadáver estaba casi intacto. El hallazgo confirmaba que una avalancha los había tragado. El cuerpo de José Luis Cabal se encontró tres días después, el 28 de mayo. “Fue precisamente la madre de Centeno la que descubrió el cadáver al ver un guante sobresalir de la nieve. Habíamos pasado por encima cincuenta veces. El hielo estaba cristalino. Cavamos zanjas y zanjas, metimos un helicóptero, pasamos detectores. Alguno quería hasta traer una bruja”, dice Llamazares.

Un año después vendría la búsqueda del niño Germán Quintana, perdido en una excursión al mirador de Ordiales, en los Picos de Europa. El dispositivo terminaría trágicamente, con la muerte del responsable de Protección Civil Corsino Suárez; los pilotos Juan Carlos González y José Ramón Renovales; los guías caninos del grupo de salvamento del País Vasco Lourdes Verde, Joseba Zabala, Javier Gallastegui y Luis Ángel Díez, y cuatro perros, al estrellarse su helicóptero. Algo parecido ocurrió en 1998, durante la búsqueda del soldado José Miguel Panach Molina, del “Cabo Noval”, también en Picos. En su rastreo se estrelló otro helicóptero y fallecieron tres hombres, uno nieto del general Milans del Bosch. En noviembre de 2014, la búsqueda del montañero portugués Joao Paulo De Sa Guimaraes en Picos se suspendió a los once días. Unos montañeros hallaron el cadáver a los nueve meses.

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