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Una militancia de 120 años en Asturias

La Federación Socialista celebra el aniversario de su fundación, un 27 de enero, con un papel hegemónico en el tablero político regional

Funeral de Pablo Iglesias. Por la izquierda, Lucio Martínez Gil, Francisco Largo Caballero, Manuel Vigil Montoto, Juan Almela Meliá, Julián Besteiro, Andrés Saborit y, detrás, Fernando de los Ríos. | AFJB | AFJB

“La palabra socialista ya no asusta a nadie, ni aun en los pueblos atrasados donde se nos miraba con horror hasta hace poco”. Son palabras de Manuel Vigil Montoto a resultas del congreso fundacional de la Federación Socialista de Asturias. Lejos estaba de imaginar que aquella reunión de una treintena de delegados en el Centro Obrero de Oviedo un 27 de enero acabaría por ser el germen de una organización protagonista en el tablero político de Asturias 120 años después. De las reuniones nocturnas a la luz de velas y candiles en el Cerro Santa Catalina gijonés a más de treinta años de gobiernos socialistas en el Principado, pasando por la travesía del desierto de la clandestinidad, la renovación que salió del intenso cónclave de 1975 en una cabaña de Peña Mayor o el desgarro de expulsar al que fuera su hombre fuerte durante treinta años, José Ángel Fernández Villa. Son solo algunos de los episodios que jalonan la larga historia de la Federación Socialista (FSA), al frente del Gobierno de Asturias, ahora en un momento tan crítico con la pandemia de covid-19.

El alma mater del congreso fundacional, Vigil Montoto, fue “un hombre clave en el arranque del socialismo en Asturias”, a juicio de Adolfo Fernández, director de la Fundación José Barreiro, archivo y memoria histórica de la FSA hoy en día. El caso es que en aquellos momentos previos a la revolución industrial asturiana, la acción política se centraba en reivindicar “mejores condiciones de trabajo para los zapateros, alfareros y carpinteros, era un proletariado mayormente artesanal”, advierte Adolfo Fernández.

Felipe González, flanqueado por Rafael Fernández y Luis Gómez Llorente (derecha) y Javier Solana y Alfonso Guerra (izquierda), con los retratos de Manuel Llaneza y Pablo Iglesias detrás.

El empuje de la industrialización y el creciente peso de la minería daría músculo a una organización que en el invierno de 1901 ya contaba con agrupaciones estables en Gijón, Oviedo, Mieres, Sama, Turón, Trubia, Avilés, Muros de Pravia, Arenas (Siero), La Moral (Langreo), Lieres, San Andrés, Soto del Barco y Quirós. De aquel primer congreso, salió Vigil Montoto como presidente de la FSA, con un hito inmediato: organizar al año siguiente en Asturias el congreso nacional del PSOE, que lideraba Pablo Iglesias.

Apenas unos meses después de su fundación, la FSA lograba sus seis primeros concejales en Oviedo, Mieres y Castrillón. De esa primera década del siglo XX data una de las figuras más renombradas del socialismo asturiano, Manuel Llaneza, que funda el Sindicato de Obreros Mineros de Asturias (SOMA) en 1910. “Fue secretario general del sindicato, diputado solo unos meses y alcalde de Mieres, pero nunca tuvo cargo orgánico en el partido”, apunta el actual director de la Fundación Barreiro.

En las elecciones generales de 1918 los socialistas logran su primer diputado por la circunscripción de Oviedo, Andrés Saborit. Tiempos difíciles, con frecuentes suspensiones de derechos de reunión, “cuando tocaba denunciar jornadas laborales de larguísima duración, carencias básicas en la protección social y bajísimos salarios”, relata Adolfo Fernández. Y también con fracturas y tensiones internas, que forman parte del ADN de la organización desde tiempos bien tempranos. Con la guardia baja, por el coste de movilizaciones, huelgas y sus posteriores represiones, llega el pronunciamiento de Primo de Rivera, que puso fin de forma abrupta, precisamente, a la legislatura en la que Manuel Llaneza había salido elegido diputado.

Concentración socialista en el Campo de Maniobras (Oviedo) en 1936.

La renovación de caras que suele dar paso a las crisis internas más profundas se tradujo en la incorporación de savia nueva de las Juventudes, con gente como José Barreiro, José Mata, Rafael Fernández y Pura Tomás, nombres propios en el socialismo asturiano.

Las elecciones a las Cortes Constituyentes de junio de 1931 supusieron un triunfo incontestable para la coalición republicana-socialista , que consiguió 12 de los 16 diputados de la circunscripción de Asturias, cuatro de la FSA, entre ellos un ya veterano Vigil Montoto. Los socialistas recogían los frutos de la labor desarrollada en las Casas del Pueblo. El SOMA contaba por aquella época con más de 14.000 afiliados, las Juventudes Socialistas de Asturias, que dirigía Rafael Fernández, con 18.000, y la Federación Socialista Asturiana, con 8.000.

; La página de “La Aurora Social” que recogió la constitución de la FSA, en 1901.

; La página de “La Aurora Social” que recogió la constitución de la FSA, en 1901.

La Revolución de Octubre del 34 y la Guerra Civil darían paso a una larga travesía del desierto para la Federación Socialista Asturiana, partida entre los militantes que estaban en el exilio, como Belarmino Tomás, y los que se quedaron, marcados por la derrota de la Guerra Civil. Los exiliados constituyen en Montauban, cerca de Toulouse, la Comisión Socialista Asturiana, con el ánimo de mantener en pie cierta estructura de resistencia, con “los del interior”, a quienes toca sufrir la represión franquista. Una etapa en la que tuvieron protagonismo José Barreiro, Arístides Llaneza, José Mata y Florentino Zapico pero también muchas familias, sobre todo de las Cuencas mineras, que sufrieron en sus carnes cárcel, palizas y humillaciones.

“El Socialista”, órgano del Partido Socialista y portavoz de la UGT, daba cuenta el 1 de julio de 1948 de “la increíble barbarie de la represión franquista en Asturias” para denunciar que “veintidós socialistas fueron arrojados a un profundo pozo, donde se aniquila a los supervivientes haciendo estallar dinamita e incendiando gasolina”. Sucesos grabados en la memoria del socialismo asturiano como los del pozo Funeres y la recuperación de la actividad clandestina en los años 60 con dirigentes como Agustín González y Marcelo García justifican que a Jesús Sanjurjo no le guste nada el término “refundación” para referirse al proceso de renovación que se dio después del Congreso de Suresnes, en 1974, porque “en Asturias se mantuvo una presencia activa de oposición al franquismo, con más o menos estructura”.

Andrés Saborit.

Andrés Saborit.

Apenas unos días antes de la muerte de Franco, en octubre de 1975, tuvo lugar otro episodio central en la historia de la FSA, una asamblea “no general, algo impensable por razones de seguridad en aquellos momentos”, cuando la organización contaba con 300 afiliados en plena clandestinidad. El cónclave de una veintena de delegados transcurrió en la cabaña de Peñamayor, “comprada gracias a las donaciones de la Comisión Asturiana Socialista del exilio”, recuerda Jesús Sanjurjo.

“Hubo mucha discusión, un debate intenso, porque se planteó separar la dirección del partido y la del sindicato, hasta entonces unidos. Se dieron intervenciones muy emocionales, como la de Arcadio García Suárez (Cayo), que entendía que no era el momento de separar las dos estructuras, pero la mayoría decidió que sí”, comenta Sanjurjo, que salió de aquella asamblea como secretario general sin haber cumplido todavía los 21 años. “Para mí era un reto muy fuerte. Buena parte de la estructura de las Juventudes Socialistas pasamos a la dirección del partido. Algunas personas que estaban entonces en labores de dirección orgánica como Agustín González, Emilio Barbón, Pablo García o el propio Arcadio entendieron que era importante hacer una incorporación de gente joven; era una manera de abrir el partido a la sociedad, más allá del ámbito orgánico, porque el fin del dictador era evidente”.

La Federación Asturiana era un referente. “Numéricamente era la más importante del interior, junto a la vasca”, afirma el primer secretario general de la Transición, un puesto en el que estuvo once años. “Había una relación muy estrecha con los sevillanos, Felipe González, Alfonso Guerra, Luis Yáñez y Miguel Ángel Pino. Los conocí en marzo de 1974 en esa misma cabaña en un curso de formación. También existía muy buena relación con Nicolás Redondo, Ramón Rubial, los hermanos Múgica y Txiqui Benegas”, asegura Sanjurjo, hoy convencido de que “la apuesta de los asturianos por los sevillanos decantó la balanza a favor de Felipe González en Suresnes”.

Los dos últimos dirigentes de la FSA, Fernández y Barbón, junto a Pedro Sánchez y Adriana Lastra.

Con la democracia, vuelven las elecciones y la FSA empieza a tejer una red territorial por toda la región, en el centro y también en las alas occidental y oriental, cuyos frutos recogerá rápidamente en las urnas. El buen resultado de las generales de 1977 en Asturias, donde logra cinco mil votos más que UCD, el partido vencedor en el conjunto de España, mejora dos años después, en las nuevas generales y en las municipales. Las palabras de Sanjurjo apuntan acaso las claves de la hegemonía socialista en Asturias, donde el PSOE solo ha perdido dos de once elecciones autonómicas, en 1999 y en 2011, citas electorales inmediatamente posteriores a borrones considerables, de muy distinta naturaleza eso sí, como fueron el “Petromocho” y el “caso Marea”. “El PSOE ha sido una organización nuclear en la construcción de Asturias. El partido ha tenido la visión y capacidad de vertebrar la región. Desde 1975 hubo un sentimiento de asumir un proceso de integración y reequilibrio territorial. Se apostó por una red de servicios públicos cuya fortaleza genera cohesión social y que, como estamos comprobando en una crisis como la actual, no tienen otras zonas de España. Esa labor ha tenido como respuesta un apoyo electoral que, con las lógicas fluctuaciones, ha supuesto la hegemonía que avalan los datos”, comenta Sanjurjo, que lanza un aviso a navegantes: “Nada de grandonismo. Hay un retos muy importantes de futuro y nada fáciles”, afirma.

Por la izquierda, Alfonso Guerra y Felipe González, en Peñamayor.

Tendrá que afrontarlos la generación de Adrián Barbón y Adriana Lastra, vicesecretaria general del PSOE, quienes ahora portan el testigo que, después del propio Sanjurjo, llevaron Luis Martínez Noval y Javier Fernández al frente de la FSA, o Vicente Álvarez Areces en labores de gobierno. También tuvieron delante embates nada sencillos, en forma de reconversiones, crisis, disputas y duelos de identidad interna o la expulsión de José Ángel Fernández Villa, el líder minero sobre el que pivotaron las designaciones y apoyos a candidatos y secretarios generales de la FSA durante casi treinta años.

La gestión de la crisis sanitaria y económica de la pandemia, en primera instancia, y el desafío que entraña la implantación de un nuevo modelo productivo en Asturias, constituyen las primeras reválidas de los hoy herederos de Vigil Montoto, que marcó el camino a seguir en “La Aurora Social”, el semanario desde el que animó el nacimiento del partido: “Y ahora a trabajar todos con calor para que el próximo Congreso dé una prueba más de la vitalidad que el Partido Socialista va adquiriendo en Asturias”.

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