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Un año de la alerta de la OMS a la que casi nadie hizo caso

El retraso en tomar medidas y la necesidad de una autoridad sanitaria única en Europa, enseñanzas de la pandemia que golpea a Asturias y al mundo

EFE

La Organización Mundial de la Salud (OMS) emite desde Ginebra su sexta emergencia de salud pública de importancia internacional en 72 años. Corre el 30 de enero de 2020 y por esos días Pablo Fernández, el consejero de Salud de Asturias, tiene entre las prioridades de su agenda explicar a la oposición la respuesta a la reciente epidemia de gripe en Asturias o concretar el aumento de las enfermedades de transmisión sexual entre los escolares asturianos.

Casi nadie hace demasiado caso a la alerta que el Comité de Emergencias de la OMS recomienda a su director general pese a que ya empiezan a registrarse fuera de China infecciones por el covid-19, detectado semanas antes en la ciudad de Wuhan. Hoy, justo un año después, el retraso en la adopción de medidas y la necesidad de que Europa cuente con una autoridad sanitaria única son dos de las grandes enseñanzas que deja ya la evolución del coronavirus, la mayor pandemia del último siglo.

Daniel López Acuña, exdirectivo de la Organización Mundial de la Salud, no duda al valorar que la emergencia de salud pública internacional, de la que hoy se cumple un año, “lamentablemente, en el mundo entero, fue un aviso a navegantes escasamente escuchado” y, además, esa alerta “desde mi punto de vista, llegó tarde. Una semana antes, expresé en distintos medios que había que moverse con más celeridad y mientras no se declarase esa alerta estábamos ante una especie de vacío de autoridad sanitaria internacional que hacía que cada país fuese por su lado a a la hora de tomar medidas como, por ejemplo, cerrar fronteras”. Pero una vez hecha esa declaración, ese llamada de atención por parte de la OMS, López Acuña considera que en el conjunto de la comunidad internacional pecó de lento y en Europa no fue hasta que se vio la magnitud de la pandemia en Italia, cuando se tuvo la capacidad de comprender que nos podía afectar y que se trataba de algo más que una enfermedad lejana en China. Debíamos de ponernos las pilas. Estábamos ante un agente infeccioso y una enfermedad nueva, difícil de entender”.

El epidemiólogo Pedro Arcos, profesor de Salud Pública de la Universidad de Oviedo, atribuye buena parte de la responsabilidad en esa demora para tomar medidas a China: “El Gobierno chino tardó entre uno y dos meses en notificar el problema a la OMS y todavía sigue en la actualidad con esa misma política de comunicación. El hecho de que la Organización Mundial de la Salud no tuviese acceso a tiempo a toda la información ralentizó la adopción de medidas”, afirma Arcos.

El profesor de Salud Pública apunta uno de los factores clave que propició la respuesta al coronavirus a dos velocidades bien diferentes: “Hubo dos patrones de comportamiento. Los países que habían sufrido antes los coronavirus del SARS en 2002 y el MERV en 2013, Tailandia, Corea del Sur y Arabia Saudí y los países del Golfo Pérsico, reaccionaron mucho más rápido ante la emergencia internacional, pusieron pronto medidas más contundentes. Pero los países sin experiencia en coronavirus fueron detrás de los acontecimientos, entre ellos España”. Y en esa misma línea, “reactiva”, continúa la estrategia de los países a las sucesivas olas del coronavirus, añade Arcos. “Los países van mayoritariamente con mucha cautela para no estropear la actividad social y económica y solo si la situación empeora mucho se llegan a adoptar medidas más fuertes”.

Con la retrospectiva que da el paso del tiempo y los acontecimientos, López Acuña concluye que una de las enseñanzas que deja el covid-19 es “la necesidad de un mecanismo más ágil de gobernanza global en materia de seguridad sanitaria, asociado a este tipo de fenómenos pandémicos; además del Reglamento Sanitario Internacional existente, necesitamos dientes y músculo en la acción colectiva por encima de las acciones individuales y discrecionales de cada país”. El exdirectivo de la OMS está convencido de que “a lo largo de este año de pandemia, la Unión Europea se ha quedado corta en la capacidad de actuar de manera conjunta. Ha faltado entender que los fenómenos pandémicos implican una interdependencia de las decisiones y de las acciones”.

La necesidad de una gobernanza sanitaria en la Unión Europea es compartida plenamente por Pedro Arcos. “Aunque existe una autoridad monetaria europea, no hay una autoridad sanitaria europea ni siquiera una política sanitaria de ámbito continental”, advierte el profesor universitario de Salud Pública, que sugiere una posible vía para corregir esa carencia, puesta al descubierto por la pandemia del covid-19: “El Centro Europeo para el Control de Enfermedades, el ECDC, con sede en Estocolmo realiza una buena labor pero tiene que dejar de ser un órgano consultivo y transformarse en un órgano decisorio con capacidad de coordinación sanitaria porque en la UE la competencia en materia sanitaria es de ámbito estatal. Se trata de una decisión fundamental”, concluye el epidemiólogo.

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