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Ante el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, que se conmemora mañana

Ser científica y madre en Asturias, doble sobresaliente cum laude

“Deberíamos poner en el currículum que tenemos hijas”, afirman tres investigadoras, que relatan lo “duro” que es compaginar la carrera en los laboratorios con la vida personal

Día Internacional de la Mujer y la Niña en la ciencia: "La carrera del investigador o la investigadora no es fácil pero hay más obstáculos para una mujer"

Día Internacional de la Mujer y la Niña en la ciencia: "La carrera del investigador o la investigadora no es fácil pero hay más obstáculos para una mujer" Amor Domínguez

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Día Internacional de la Mujer y la Niña en la ciencia: "La carrera del investigador o la investigadora no es fácil pero hay más obstáculos para una mujer" Mónica G. Salas

“Debería poner en mi currículum que tengo dos hijas. Eso es mucho más valioso que cualquier investigación. Además, compaginar la vida de científica con la personal es muy complicado. Los caballeros siguen teniendo más privilegios.”

Pilar García Suárez es microbióloga y jefa de departamento en el Instituto de Productos Lácteos de Asturias (IPLA-CSIC). Es ovetense –aunque se crio en el concejo de Laviana–, tiene 55 años y tiene dos hijas: una de 29 años, que es médica y lucha a diario contra el covid, y otra de 17, que estudia 2.º de Bachillerato. La pequeña, Judith Álvarez, mira a su madre con una admiración que también verbaliza: “Para mí es un ejemplo a seguir en todo. Por las ganas que pone y la sonrisa que lleva todos los días a trabajar”. Pilar García se conmueve. “Y quiero añadir –dice Judith– que ha llegado hasta aquí gracias a su esfuerzo; nadie le regaló nada. Le doy las gracias a mi abuelo (Rosalino), esté donde esté, por que hiciese posible que su hija estudiara”. Judith, que quiere estudiar el curso que viene “algo de Ciencias”, se emociona e intenta contener con los dedos las lágrimas que se cuelan por dentro de su mascarilla quirúrgica.

Pilar García y su hija Judith Álvarez, en el laboratorio donde trabaja la científica buscando nuevas estrategias de conservación de alimentos. Judith quiere estudiar “algo de Ciencias”; no sabe si Medicina, Enfermería o Biología. Miki López

Ella sabe que ser hoy mujer y científica no es nada fácil. Pero hace 48 años, cuando su madre entró por primera vez en un laboratorio, menos aún. “La carrera investigadora es muy competitiva. Primero tienes que hacer una tesis y sacar una buena nota para acceder a una beca. Después hay que hacer una estancia posdoctoral y también necesitas que alguien te financie. Luego, volver. Y, por último, tienes que mantenerte hasta lograr una plaza fija. En definitiva, una vida larga que tiene que correr al lado de la otra vida, la personal. Y eso es muy duro”, confiesa Pilar García.

Su compañera en el IPLA Beatriz del Río, de 48 años, también sufrió lo suyo. “Entré aquí cuando estaba embarazada de siete meses. Para mí eso significó un esfuerzo tremendo”, cuenta. La bióloga gijonesa estaba embarazada de Olaya Lajara, hoy ya toda una mujer de 18 años. Del Río tiene otro hijo, de 16. Y ninguno de los dos seguirán sus pasos: ella quiere ser guardia civil y él policía nacional. “Siempre me sentí orgullosa de mi madre y siempre nos han enseñado muchas cosas –en referencia también a su padre, que es biólogo, aunque ejerce de parquetista–. Pero la ciencia no es para mí, se me da muy mal”, señala Lajara.

Rosa María Sainz muestra a sus hijas, Raquel (a su derecha) y María Mayo, cómo se maneja una pipeta en el laboratorio donde investiga sobre el cáncer. Raquel quiere estudiar una carrera de Letras. Miki López

Tanto Beatriz del Río como Pilar García creen que lo que hace falta para cultivar la vocación científica en niñas o adolescentes como sus hijas es hacer “más divulgación”. “Desde los centros de investigación deberíamos organizar más visitas y dedicarles un poco más de tiempo”, admite García. “No existe una carrera que sea ‘investigador’. Y yo nunca dije que quería ser científica porque ni siquiera sabía lo que era. Y ese desconocimiento sigue habiéndolo”, apunta Del Río, que después de 34 años en los laboratorios y 15 en el IPLA todavía consiguió “hace tres meses” una plaza fija. Lo cual demuestra el enorme sacrificio que supone ser científica. “Yo nunca viví una situación de discriminación, pero sí estuve en contacto con otra mujer que la sufrió. Por tanto, es algo que existe”, afirma la gijonesa.

Rosa María Sainz es otra madre investigadora, y por partida doble: Raquel Mayo, de 14 años, y María, de 8. Sainz, avilesina aunque residente en Lugones, codirige con su marido, Juan Carlos Mayo, el grupo de investigación Biología Redox, de la Universidad de Oviedo y del Instituto de Oncología de Asturias. Lo que hace, muy resumido, es estudiar el papel que cumplen las moléculas oxidantes en la biología tumoral. “Ahora mismo estamos en un proyecto que busca la interacción del cáncer con enfermedades asociadas a la edad, como la diabetes”, explica. Sus palabras generan admiración en su hija mayor. “Me parece espectacular lo que hace. Y trabaja mucho”, expresa Raquel, que cursa 2.º de la ESO. Aunque todavía le queda un largo camino hasta la Universidad, no parece que la ciencia le entusiasme demasiado. “Preferiría ir por Letras cuando crezca”, afirma.

Beatriz del Río, con su hija Olaya Lajara en el laboratorio donde estudia cómo eliminar compuestos tóxicos de los alimentos. Olaya quiere ser guardia civil. Miki López

Sainz admite que la carrera investigadora “no es fácil ni para un hombre ni para una mujer”. Pero, lógicamente, hay más obstáculos siempre para la mujer. “Yo tuve suerte y en casa tengo apoyo, las responsabilidades las tenemos divididas al 50% mi pareja y yo. No obstante, he vivido momentos muy críticos por el embarazo, que al final suponen una interrupción en la carrera”, comenta. La científica considera que hacen falta más medidas que posibiliten la conciliación laboral. Y pone un ejemplo: “Es bastante ilógico que los colegios empiecen más tarde de lo que empieza una jornada laboral. Y lo mismo con que la mayoría tengan jornadas continuas cuando yo tengo clases a las seis de la tarde. En ciencia no puedes trabajar cinco horas y ser competitivo”. Puesto que hace mucha labor de divulgación, Sainz sabe perfectamente lo que pasa en las aulas con las chicas y la ciencia. “Veo a las niñas con la cabeza cada vez mejor ordenada. Es decir, no dudan de sus competencias. Ahora bien, creen que no pueden ser líderes. Y ahí tenemos que empezar a dar algún que otro codazo”, remata.

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