La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ignacio Villaverde Menéndez | | Rector de la Universidad de Oviedo

“Quiero que la Universidad aproveche los fondos de la UE para ser útil a la sociedad”

“Fue una campaña bronca, la otra candidatura trató de influir en el voto de una forma torticera”

Ignacio Villaverde, ayer, en Gijón. | Ángel González

A primera hora de la tarde, el icono del Whatsapp ha contado ya 467 mensajes y la explosión de felicidad que el flamante rector arrastra de la tarde-noche anterior se mezcla con un leve “temblor de canillas”. Es la responsabilidad. Ignacio Villaverde Menéndez (Gijón, 1965) ha dormido al fin la mañana y desprende, en la distensión del día después, más entusiasmo que cansancio. Antes de irse a buscar un mínimo paréntesis de paz y silencio, el catedrático de Derecho Constitucional, nuevo rector de la Universidad de Oviedo, abre un hueco para recordar una campaña electoral interminable y al final “bronca” y “torticera”, para dar vueltas a un resultado que casi clava su expectativa de ganar las primeras elecciones telemáticas de la historia con el 53 por ciento de los votos (fue un 52,4) y para anticiparse a un futuro en el que se ve pilotando una Universidad que sea “faro”, motor emprendedor, agente transformador, “centrifugadora de ideas”. La biografía de su Twitter advierte y aplaca: “No hay victorias, sólo batallas…”

–¿Por qué ha ganado?

–En nuestro análisis electoral previo teníamos una gran duda, qué porcentaje de la comunidad universitaria se sentía cómodo con las cosas como estaban y cuánta gente quería que cambiaran. Todo se iba a decidir en esa balanza entre el inmovilismo o el conformismo y el cambio. Al final, ha pesado más la percepción, o incluso la necesidad, de que la Universidad cambie. Esa ha sido la clave de estas elecciones.

–¿Qué significa el rectorado en una trayectoria vital como la suya?

–Supone culminar un sueño. Yo se lo debo todo a esta Universidad. Soy el primer universitario de mi familia, recuerdo perfectamente el primer día que atravesamos el portalón de la calle San Francisco y aquella sensación de cambio vital, de tremendo salto de madurez... He hecho toda mi vida dentro de la Universidad y el que la comunidad universitaria me haya honrado con la posibilidad de dirigirla es una enorme satisfacción, pero también una enorme responsabilidad.

–¿Siente ya aquello de Spiderman, que “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”?

–Lo siento. Yo ahora puedo tener esa alegría del triunfo, pero a uno le tiemblan las canillas. Soy muy consciente del enorme compromiso que hemos adquirido. Esperamos no defraudar y estar a la altura de lo que se espera de nosotros.

–Las primeras urnas telemáticas atrajeron finalmente a menos votantes que en 2016 y a menos personas de las que se habían inscrito para votar. Califique la participación.

–Razonable, teniendo en cuenta que hay varios factores que pueden haber alterado la percepción de esa participación. El primero es que la comparamos con la de 2016, un año muy especial en el que se alcanzó el nivel más alto en todos los colectivos. Por otro lado, si lo tomamos en números absolutos, el valor es muy bajo también porque la escasa participación entre los estudiantes lo distorsiona. Y mientras en el resto de colectivos está siempre por encima del setenta por ciento, en el estudiantado la participación ha sido la habitual, relativamente baja. Sí nos choca un poco otra circunstancia: todos interpretamos de entrada que todo el que validó el teléfono móvil tenía intención de votar, y sin embargo nos hemos quedado a casi 2.000 personas. No tengo una explicación de por qué eso ha sido así. Luego está el factor telemático, que quizá haya disminuido la participación, al contrario de lo que sucedió en otras universidades.

–Parece que el supuesto “corta y pega” de su programa electoral no le ha castigado suficiente...

–No quiero hacer polémica con eso, pero ésta ha sido una campaña especialmente bronca y dura, al menos para nosotros, en la que se ha intentado influir en el voto de la comunidad universitaria de una forma torticera con la difusión desproporcionada de un hecho que, sin quitarle importancia, estaba sobredimensionado. Sí creo que nos ha restado algo de voto, pero no tuvo el efecto que se buscaba de descalificarme como candidato.

–¿Le consta que la filtración vino del equipo de su rival?

–Sí. Y tenemos pruebas. Pero lo doy por pasado. Es un lance de la campaña, algo que nosotros nunca habríamos hecho. No se nos ocurrió pasar el programa de Santiago por el sistema antiplagio de la Universidad. No son maneras. Hay que competir con “fair play” y en ideas y proyectos, no sobre cosas menores. Además, hay un pequeño detalle: García Granda subió a su web un programa en imágenes, lo cual hace imposible que se pueda pasar por un software antiplagio. Si haces eso, que exige un esfuerzo que nosotros no hicimos, porque el nuestro lo subimos en pdf, es por algo.

–Se reconoce haber sabido fundir las sensibilidades distintas que venían del enfrentamiento entre Vicente Gotor y Juan Vázquez. ¿Cómo lo hizo?

–Todas las instituciones tienen sus momentos, y en esta Universidad hubo uno de profunda división, tanto ideológica como de modelos de Universidad. Pero nos dimos cuenta de que todo eso había pasado, y de que de ahí venía nuestra oportunidad. Aquella fractura, que alcanzó su cúspide con la tensión entre Vicente Gotor y Juan Vázquez, había dejado paso a otra generación de universitarios que aun viniendo de esos dos mundos teníamos en común más de lo que nos diferenciaba. La estrategia fue muy sencilla: llamemos a la misión a esas nuevas generaciones y pongamos sobre la mesa lo que nos une. Comprobamos que había muchos más puntos de unión y eso nos permitió trabajar durante casi tres años. Es más, conseguimos que ya no se hablase de ese asunto. Me siento muy orgulloso de esa foto a la salida del funeral de Agustín Costa en la que Vázquez y Gotor charlan amistosamente sobre el futuro de la Universidad. Y en esa foto estoy yo.

–Ha repetido mucho que quiere una Universidad “cabeza tractora” del futuro de Asturias. ¿Exactamente cómo?

–Utilizo mucho una imagen que le debo a un amigo y que dice que la Universidad no debe ser una linterna, sino un faro. ¿Cómo? Explicando muy bien lo que hace, por qué y para qué lo hace. Es muy importante que la sociedad perciba lo que estamos haciendo, más allá de postureos. Tenemos que buscar espacios de acuerdo entre el Principado y el entorno socioeconómico. El presidente autonómico ha vuelto a tender la mano a la Universidad, tenemos que dársela y pasar de una época de confrontación a otra de acuerdo y cooperación en este momento vital en el que urge el buen aprovechamiento de los fondos de recuperación. No reclamo dinero para la Universidad, quiero que la institución pueda aprovecharse de esos fondos para ser útil a la sociedad. En investigación, en transformación digital, en la transición energética… La región debe saltar al siglo XXI y la Universidad debe desempeñar un papel importante.

–¿De qué modo?

–Con la sociedad y el sector productivo, tenemos que generar espacios en los que empresa y Universidad nos encontremos y empecemos a hacer cosas. Para eso quiero impulsar dos grandes proyectos en los que el campus de Mieres y la Politécnica de Gijón van a tener una gran intervención en torno al estímulo del emprendimiento universitario, a la producción de startups, spin offs y proyectos empresariales de alto valor añadido. También debemos estimular el contacto con la sociedad para ser más solidarios e incentivar la reflexión. La Universidad debe ser una gran centrifugadora de ideas donde reflexionemos y debatamos en voz alta sobre el futuro.

–Diga qué tres cosas hará primero.

–Lo primero va a ser firmar una instrucción del Rector que valide el uso de la firma digital en los procedimientos administrativos de la Universidad. Lo necesitamos para empezar a desatascar el problema de hiperburocratización. Lo segundo será despedirme uno a uno de los miembros del equipo rectoral saliente, porque creo que las instituciones somos muy frías y muy desagradecidas con personas que, con independencia de lo bien o lo mal que lo hayan hecho, han sacrificado cuatro años de vida para servir a la Universidad. Lo tercero, un análisis de la situación económica real de la Universidad, que me preocupa, y del estado de los distintos proyectos y convocatorias que están en marcha, porque el tránsito entre los dos equipos no debe retrasar la culminación de esas tareas.

“Desbloquearemos las dudas sobre el grado de Deporte en los primeros meses de mandato”

decoration

–Ha hablado mucho de errores y omisiones, pero ¿qué le sirve de la Universidad que le deja García Granda?

–Hay que reconocer que, al menos sobre el papel, la Universidad tiene una situación económica saneada. No debemos dinero. También se ha hecho un trabajo fantástico en el programa para mayores, no se han hecho mal las cosas en extensión universitaria y con los programas Erasmus, ni en los planes de igualdad, ni en la promoción del profesorado que se acreditaba. Eso ha permitido satisfacer las expectativas de muchos profesores y trabajar con ellos casi en tiempo real, porque ya no hay bolsas de acreditados. Pero nos preocupa mucho la situación en investigación, en cuya gestión tenemos un problema muy serio, la estabilización e incorporación de talento joven y el desequilibrio entre lo que se ha invertido en personal docente e investigador y en el de administración y servicios, el gran olvidado. Tenemos que reequilibrar esa balanza, porque la Universidad sin su PAS no funciona.

–Su antecesor dejó dicho, después de muchos vaivenes, que Mieres era la ubicación idónea para el grado de Deportes. ¿Qué dice usted?

–El problema que tenemos en este terreno es que no sabemos de qué estamos hablando. No hemos visto ni una sola memoria de contenidos ni económica. No sabemos si es un grado centrado en la fisiología del deporte, o en la pedagogía, o de una mixtura entre ambos… Por eso tampoco sabemos qué infraestructuras necesitamos y cuál sería su ubicación más adecuada. Lo que sí puedo garantizar es que este equipo rectoral afrontará y desbloqueará todas las dudas en los primeros meses de mandato y se decidirá la mejor ubicación posible sin entrar en subasteos con los ayuntamientos ni en polémicas estériles, tomando decisiones acordadas, explicadas y compartidas.

–¿El gran campus del Cristo?

–Hay que tener en cuenta que todo ese proyecto tiene un mínimo de 20 millones de inversión. O que conservar el edificio de Geología es una obligación, sólo se puede destinar para actividades universitarias y es una joya arquitectónica de nuestro patrimonio. El plan del Cristo es la gran solución a los problemas de dispersión y desequilibrio en las infraestructuras de la Universidad, pero el traslado es el reto a largo plazo. A la vez, tenemos un problema inmediato en el campus del centro, donde Ciencias, Formación del Profesorado e Informática están desbordadas. Debemos ver qué inversiones podemos hacer para acondicionar el antiguo edificio del Catastro, que nos ha ofrecido el Principado, y tratar de utilizar de manera más óptima los espacios en Minas o en el edificio blanco del campus de los Catalanes, que nos pueden dar un cierto desahogo y una solución a corto plazo.

Ignacio Villaverde, durante su época de estudiante en Alemania.

Ignacio Villaverde, durante su época de estudiante en Alemania.

Aquel primer programa electoral y el círculo virtuoso del servicio público

Villaverde siente que cierra un ciclo de compromiso que inició como representante estudiantil en el claustro de los ochenta


Aquel programa electoral va camino de los cuarenta años, pero se conserva bastante bien. El Ignacio Villaverde de diecinueve años, estudiante de Derecho y cabeza de candidatura al claustro constituyente de la Universidad de Oviedo, escribió en 1984 que se pronunciaba a favor de una Universidad “pública, laica, no discriminatoria, gratuita, democrática y participativa, que sea un verdadero instrumento de progreso…” El documento está escrito a máquina, con titulares e ilustraciones a trazos manuscritos, y también pide “que la enseñanza tenga conexión con las salidas laborales”, la congelación de tasas y otras reivindicaciones que se han obstinado en resistir el paso del tiempo.

Si el Ignacio Villaverde de 2021, el rector recién elegido, se obliga a buscar el lugar donde empezó todo, volverá de regreso a 1984 con la sensación de estar “cerrando un círculo”. Este rector electo del siglo XXI viene de aquel activista estudiantil de los ochenta que recibió unas cuantas broncas por protestar contra una carrera en la que veía “mucha retórica y muy poca práctica”. “Siempre he tenido mucha vocación de servicio público”, confiesa. “Es esa sensación de que tienes que devolverle algo a la sociedad y que comenzó cuando redacté mi primer programa para el claustro constituyente y la Junta de Facultad”. Retoñaba la democracia y Villaverde –esto sigue siendo un pueblo grande– compartió escaño con su tocayo Ignacio Prendes, luego diputado de Ciudadanos. El hoy rector encabezaba la lista del Equipo para la Participación Universitaria; en el cierre de la rival, la Candidatura Independiente de Estudiantes de Derecho, figuraba Pablo Junceda, ahora director general del banco Sabadell Herrero.

Muchos nombres de aquellas papeletas de los primeros ochenta están también ahora en el whatsapp del nuevo rector, emitiendo mensajes de felicitación “emocionantes”, afirma Villaverde. Es el día después de su elección como rector y ha empezado con una experiencia insólita en mucho tiempo, dormir la mañana. Hasta ayer, “tenía tanta tensión y energía que estaba con los ojos como platos a las cinco de la mañana”. Las atenciones a los medios de comunicación tomaron el relevo de los compromisos de campaña en una jornada en la que después tocaba “sosegar” y que el catedrático quiso completar buscando remansos de tranquilidad, de paz y silencio para contestar “uno a uno” a aquellos cientos de mensajes. También había que volver a pasear en calma por Gijón, la ciudad natal y de residencia del primer rector gijonés desde los tiempos de Torcuato Fernández-Miranda, en los cincuenta.

También es el primer jurista desde Teodoro López-Cuesta (1978-1983). Espera con “emoción” el primer día en el despacho del rectorado. “Todavía recuerdo aquel día de mayo de 2008, cuando salí de aquel edificio con Juan Vázquez –en cuyo equipo había sido vicerrector–, porque cedíamos el rectorado a Vicente Gotor. Es volver con la emoción de asumir esa responsabilidad de que ahora me toca a mí llevar a la Universidad de Oviedo más lejos y hacerla mejor”.

 

Una de las páginas del programa electoral con el que Ignacio Villaverde se presentó al claustro de la Universidad de Oviedo como representante estudiantil en 1984.

Una de las páginas del programa electoral con el que Ignacio Villaverde se presentó al claustro de la Universidad de Oviedo como representante estudiantil en 1984.

Compartir el artículo

stats