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Samuel Suárez, el asturiano que vivió el inicio de la pandemia desde China y que elogia la gestión del gobierno de Pekín

El avilesino es profesor en Shandong: “Tres meses después de la cuarentena solo había 57 contagios en una región de 10 millones de habitantes”

Samuel Suárez Murias en el barrio de Sabugo, en Avilés, esta semana. | Ricardo Solís

El avilesino Samuel Suárez Murias celebraba el año nuevo chino hace justo doce meses. El mismo día en que declararon la emergencia nacional por el coronavirus. Como profesor de Lengua y Cultura Española en la Universidad de Shandong, en la ciudad de Jinan, vivía ajeno a cualquier preocupación. “Días antes comenzaron a llegar rumores desde Wuhan, pero la realidad es que China ya había vivido otro SARS”, rememora el joven que no pierde la oportunidad de enfatizar la responsabilidad con la que se asumió aquella emergencia. “En pocos días era difícil conseguir mascarillas, estaban agotadas”, señala frente a los comentarios que le llegaban de España: “Se decía que las mascarillas no servían, que era una gripe más... pero la realidad es que allí, en China, las cosas se estaban haciendo bien”. Lo primero fue aislar barrios completos. “El gobierno se encargó de llevarles comida, enseres... todo lo que necesitaran, pero sin salir de sus casas”. ¿El resultado? “Tres meses después de la cuarentena apenas había 57 casos registrados en una provincia cuya población roza los diez millones”.

–¿Qué fue lo que más le llamó la atención de vuelta a España?

–Pese a que allí las cosas estaban yendo bien, mis padres estaban aterrados. En la Universidad (de Oviedo) se interesaron por mí.

Suárez Murias (Avilés, 1989) pasó un año en Galway (Irlanda) durante sus estudios de Filología Inglesa en la Universidad de Oviedo. “No vuelvo a Irlanda porque es una tierra que te atrapa, por eso de las raíces celtas”, reflexiona. Lector voraz y con intereses muy marcados por el mundo de la Filosofía y la Antropología, el joven entiende que esta crisis ha sacado a la luz dos de los problemas eternos de la humanidad. A saber: “La falta de comunicación y la falta de conocimiento”. Echa de menos una acción coordinada y unificada de los gobiernos. El avilesino, que se define como un gran europeísta, ha visto truncado en esta etapa el sueño de “Occidente como paladín de la Ciencia”, porque falta, a su juicio, una acción ordenada y sincrónica de todos los estados, “al ciudadano le generan dudas los pasos que se van dando”. Se refiere Sánchez Murias a la disparidad de criterios para atajar la pandemia. “Esto es como una distopía orweliana”, resume. “Lo importante son las grandes mentes de la humanidad; el problema es que el número de estúpidos es enorme”, agrega parafraseando a Don Quijote. Y en ese lamento suma la falta de coordinación para abordar esta crisis “desde el punto de vista social y político”.

Llevaba tres años en China hasta que tuvo que regresar a España y adoptar nuevos hábitos, “siguiendo las clases online” con sus 130 alumnos y “haciendo más vida de noche que de día” –por eso de los husos horarios–. Eso le permite comparar con verdadero conocimiento de causa los resultados de la gestión de la pandemia. Del centenar largo de estudiantes que tutoriza no conoce “a nadie infectado o con infectados en su entorno; y en España, cada vez más es en sentido contrario. Que el país más poblado del mundo haya sido capaz de hacer lo que hizo debía llevarnos a replantear las cosas”, apunta.

El avilesino, profesor de Lengua y Cultura Española en Shandong, que trabaja también como traductor, es un enamorado de la cultura china. “No tengo problema en seguir viviendo allí. Se dice que es un país terrible, pero forma parte de mi lucha desmontar eso. Aquí lo único que hacemos es tirar la basura al tejado del vecino. La Unión Europea está jugando muy mal sus cartas”, expone. Durante sus estudios de Filología Inglesa llegó a plantearse un doctorado en Estados Unidos. Una idea ahora aplazada.

Pese a todas las complicaciones de la pandemia tiene más posibilidades de regresar a China que de entrar en los Estados Unidos. Su único inconveniente es que el gobierno de la provincia de Shandong no está emitiendo visados de trabajo, lo hace solo para negocios, lo que le impediría pisar suelo universitario. “Lo que me encuentro”, remarca, “es que esta crisis no ha hecho más que agrandar las fronteras. Es similar al 11-S: un incidente ha cambiado la legislación internacional”. Para muestra, un botón. Puede tener todos los papeles necesarios para salir de España, pero si no lleva puestas las vacunas no le dejan salir. En China, queda al albedrío de cada uno haber cumplido con la inmunización, pero es la cuestión burocrática la que frena su entrada en el país. Samuel Suárez asiste con preocupación a la expansión de los ‘negacionistas’: “En la era de la información es muy doloroso”, señala al tiempo que demanda que “todos los poderes deben estar en el mismo bando en esta crisis”.

La mengua en los contagios ha permitido que en universidades como la de Shandong, donde imparte clases, los alumnos acudan a clase sin mascarilla. “Me daban envidia cuando me conecto por la webcam y les veo así”, reconoce el avilesino, quien aprecia una lenta reacción ante la crisis sanitaria en la mayoría de países occidentales. “A veces hay que hacer un sacrificio que compensará a futuro”, plantea sobre la necesidad de haber aplicado medidas más estrictas al principio. “En China el teléfono es una herramienta fundamental. Llegaban mensajes de calma a la población, se informaba de que los precios de determinados productos que podrían escasear permanecerían estables, que no se iba a permitir la especulación”, cita como ejemplos de buena gestión.

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