En un ejercicio de equilibrismo, Berto Rodríguez prepara la reapertura de su restaurante. Con los dos pies sobre el peldaño más alto de una escalera metálica, el hostelero se afana por cambiar bombillas. A su alrededor, una vorágine de trabajadores limpia, ordena y quita el polvo para la reapertura de un local que, explica, lleva cerrado tanto tiempo como las fronteras de la capital: “Demasiado”. Balleta en mano, el joven Mateo Fernández lanza desde la barra una súplica con tono de celebración, “¡Barbón abre ya! Que quiero ir a la playa”. Es un equilibrio difícil, mientras las manos trabajan para que los clientes vuelvan a entrar, la cabeza solo piensa en salir. Ya se puede hacer ambas cosas, de momento, las fronteras y las puertas de los bares vuelven a estar abiertas.
A mitad de semana y con sol radiante, Oviedo seguía encajando la noticia de que el Principado rebajaba las restricciones. Adiós a la fase “4 plus” y sus criterios “incomprensibles”. Catalina González dice seguir sin entender los conceptos de incidencia acumulada y tendencia negativa y si, de pronto, pueden volverse “cualquier día en nuestra contra”. “Yo, ahora, lo que quiero saber es si mi novio puede volver al gimnasio y si puedo ir a ver el mar”, exigía, equilibrando la copa de vino entre dos dedos, en una terraza del casco viejo. La respuesta es que sí.
Con el fin de las restricciones más duras también se acaban en Oviedo los salvoconductos que permiten a los trabajadores moverse libremente entre concejos. Ayer, en una estación de autobuses prácticamente desierta, un joven buscaba el suyo en su teléfono móvil mientras esperaba la llegada del que transporte que le llevaría de vuelta a Nava. “Vengo a Oviedo todos los días y la verdad es que solo me lo han pedido una vez y, al final, ni llegué a enseñarlo”, relata Álex García. Se lo exigió la Policía Nacional y si viene a Oviedo es, justo, para acudir a la academia para convertirse en agente. La mascarilla del cuerpo fue acreditación suficiente.
Al levantarse la veda lo primero que harán muchos será irse a la segunda residencia. Más aún “después del temporal”, comenta preocupada Ana García, que cuenta los días para visitar su casa de Ribadesella. Aunque interpone la cautela de que las cosas hay que hacerlas con “cuidado, que igual que nos sacan de esta nos vuelven a meter después de Semana Santa”. Hay que guardar cierto equilibrio. Los hosteleros no temen que la capital se vacíe el fin de semana. “Sí, se irán los de aquí, pero compensarán los de fuera”, explica Berto Fernández con el codo apoyado en la barra. Es la tercera vez que su local puede reabrir desde que estalló la pandemia y, como tantos otros, espera que, esta vez, sea la vencida.