La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Rutas por Asturias: los acantilados del Cabo Vidio en Cudillero

El Cantábrico es la alfombra en la senda de los acantilados entre Oviñana y Albuerne, con vistas espectaculares si la niebla y el orbayo lo permiten

Los acantilados del Cabo Vidio en Cudillero Ángel González

Quince kilómetros para caminar, zambullirse en el mar, hacer un pícnic o sentarse a comer a la mesa

La ruta de los acantilados del Cabo Vidio tiene de largo unos 15 kilómetros. Es circular y, por tanto, puede iniciarse donde uno quiera. Una idea es empezar junto al faro, en cuyo entorno hay bastantes plazas para aparcar el coche. También puede comenzarse en el centro de Oviñana si hubiera problema en Vidio para estacionar, algo habitual este verano en el que más vale madrugar para poder cumplir los ­planes.

A la hora de echar a andar, el sentido es también opcional. Desde el cabo lo normal es ir hacia el Oeste por el sendero al borde del acantilado. Si se dispone de todo un día, una buena idea es bajar hasta alguna de las playas por las que pasa la ruta (Cueva, Peñadoira, El Sablón, La Vallina, Los Campizales) para darse un baño en verano y comer de pícnic antes de continuar el camino. En Oviñana (a un kilómetro) hay unos cuantos restaurantes y bares que dan comidas, además de tiendas de comestibles donde poder cargar la mochila. En Valdredo se puede picar algo en el bar del centro social.

El sendero no entraña gran dificultad y es muy frecuentado por familias con niños. Hay cobertura para teléfonos móviles prácticamente en todo el camino, aunque no faltan las zonas de sombra, como La Vallina.

Si la caminata se hace larga, una vez dejada esta playa atrás, arriba en el monte se bifurca el camino y está la opción de volver ya a Oviñana (a la izquierda) o seguir hasta Valdredo y luego a Albuerne (a la derecha). El cruce está bien señalizado y no hay pérdida, como sucede en toda la ruta. Un consejo: cuidado con los perros, muchos sueltos. Para ahuyentarlos, arrastrar simplemente los bastones sobre el asfalto de la carretera, recomienda Víctor Fernández.

El verde de Asturias es por algo. Y no precisamente porque todos los días luzca el sol y se superen con creces los 20 grados en verano. Todo lo contrario. Es lo que tiene el Paraíso Natural. Muy guapo, sí. Pero para disfrutarlo, lo saben bien los asturianos, no hay que perder de vista los partes meteorológicos. Porque un día te hace sol (si es la jornada entera es un milagro) y al siguiente te recibe un cielo encapotado, una niebla que no te deja ver un metro más allá y ese persistente orbayo u orbayu (la terminación va en función del territorio donde se hable) que parece que no moja pero que en pocos minutos te deja como si hubieras caído en la sopa.

Y esta inestabilidad la conocen bien y también la padecen los amantes del senderismo. “Este lugar es como en la montaña, puede estar bueno en todos los lados y aquí un día que nosotros decimos de ‘barrucio’, completamente cerrado”, apunta algo contrariado a la par que resignado Víctor Fernández, vicepresidente del grupo “La Chiruca”, cuando inicia con LA NUEVA ESPAÑA la ruta circular (15 kilómetros) por los acantilados de la costa occidental del concejo de Cudillero desde el faro Vidio, en Oviñana: “Es una lástima, en un día despejado desde aquí se ve, al Occidente, hasta Estaca de Bares, y, al Oriente, hasta Cabo Peñas”. Es lo que tiene, dice, estar en la llamada zona de Entrecabos, el de Peñas (Gozón-Carreño) y el de Busto (Valdés). “Es una costa muy metida al mar y por eso es propicio que haya niebla”.

Es lo que hay. Y con el plan hecho no queda otra que echar a andar por una de las 20 rutas más votadas por el centenar de personas que eligieron para LA NUEVA ESPAÑA las mejores y más accesibles para hacer en familia o con amigos este verano del coronavirus. Todo tiene su encanto, incluso caminar entre la niebla y bajo el orbayo, siempre que uno vaya bien pertrechado: hoy toca calzado impermeable, no mucho abrigo pero sí algo como un chubasquero fino que aísle del agua y los siempre útiles bastones. “Una pena perder las vistas, que son impresionantes. Pero siempre se puede volver otro día”, reflexiona el guía, quien invita ante tal tesitura a “oír el mar”. Porque el Cantábrico ruge con fuerza a los pies del faro Vidio.

Mapa de la ruta

Mapa de la ruta

Bajo el mismo, en sus entrañas, se oculta uno de los secretos de esta parte de la costa, la llamada Iglesiona de Oviñana, que no es otra cosa que una gran cueva labrada en la roca a golpe de mar. Solo es accesible en marea baja y, ojo, debe hacerse con algún experto o conocedor de la zona. La bajada no es sencilla y más vale informarse en la asociación Oviñana Turismo, artífices en gran medida de la bonita imagen que luce el pueblo y de la buena señalización en este tramo de senda, apunta Fernández.

Con el faro ya a la espalda, por delante quedan unos cuantos kilómetros hasta Valdredo y Albuerne, prácticamente todos a pie de acantilado. A cada paso, vistas que hipnotizan, aunque con niebla hay que resignarse a disfrutarlas si esta despeja.

Abajo asoman unas cuantas playas, como la de Cueva (junto a Vidio), Peñadoira y El Sablón. Todas de guijarros –aunque en marea baja hay algo de arena– y con exigentes accesos a pie. Arriba son muchos los rincones en los que apetece (y se debe) parar.

Uno, La Soluneta, una suerte de chiringuito de verano muy especial cerca del faro: con fardos de hierba a modo de bancos bajo una carpa al estilo de jaima del desierto desde la que contemplar (cuando el caprichoso tiempo asturiano lo permite, no hay que olvidarlo) estupendas puestas de sol mientras se toma algo o se comen ricas hamburguesas a base de productos asturianos.

En la bajada a Peñadoira toca echar la vista atrás, a un pasado en el que los lugareños se ganaban la vida sacando “bola”, como llaman a las piedras del mar, explica Víctor Fernández. De aquellos años quedan los restos de la infraestructura necesaria para subir desde la playa las pesadas piezas. “Se exportaban a Alicante, a una fábrica de azulejos. Era un duro trabajo. Estuvo activo hasta los años 60 o 70, creo recordar”.

Unos cuantos metros más allá se ubica el “Aldebarán”, un antiguo pesquero en activo casi medio siglo y cuyo dueño, Manuel Ángel Martínez Albuerne, prefirió donarlo al pueblo antes que desguazarlo. Desde el verano de 2015 decora esta parte del litoral de Cudillero cerca del mirador del Sablón y de la bajada a la playa del mismo nombre.

En un rato, tras unos cuantos pasos, llegará el desvío por un corto y estrecho camino a una de las “joyas” de la ruta: un simple banco de madera, pero aislado de todo y de todos desde el que contemplar el Cantábrico en toda su extensión. En días de niebla es difícil, pero el lugar tiene algo especial que aun así invita a pararse un rato. Como lo hacen la ovetense Cristina Barrero y el gijonés Efrén Priego, “acostumbrados”, dicen, a que la meteorología asturiana tiña de gris una jornada que se antojaba soleada. “Pero no pasa nada, a veces ocurre, y hay que adaptarse”.

Queda poco ya para salir de Oviñana y, a través de la coqueta playa de La Vallina, llegar a Valdredo. Ambos pueblos están separados por el río Barreras, que desemboca en la citada playa, con unos cuantos molinos abandonados que contribuyen a hacer más bonito y dar un toque más bucólico al lugar. Al bajar, a la derecha, se tiene una vista perfecta de todo el camino dejado atrás; a la izquierda se divisa en la lejanía la playa de Los Campizales, junto a la icónica peña El Horrión y el roquero de Los Negros, famoso por ser una “mina” de percebes y, por tanto, “víctima” habitual del furtivismo en tiempo de veda.

A Los Campizales bien se puede ir por la senda que cruza el pueblo (antes hay que subir una empinada cuesta, fácil para todo el mundo gracias a las cuerdas colocadas por el grupo “La Chiruca”) tras un bonito paseo por un frondoso monte, o por la playa en marea baja. Está a los pies del pueblo de Albuerne, donde el camino da la vuelta y sigue, alejado de la costa, por carreteras y pistas hasta acabar de nuevo en el faro Vidio. Hace falta atravesar el animado y bullicioso Oviñana, con buenos locales para comer con espaciosas terrazas, además de supermercados y tiendas de comestibles.

En el ánimo de “La Chiruca” está enlazar la senda desde Albuerne hasta Saliencia y Novellana, para acabar en la famosa playa del Silencio, con camino ya hecho al pueblo de Castañeras.

“Estamos en ello. Aunque nosotros hagamos cosas, como la señalización, siempre se necesita apoyo municipal para todo”, deja caer Víctor Fernández al referirse a un proyecto que ilusiona a los muchos caminantes que, como él, han encontrado en el andar una forma, si no de vida, de hacer esta más sana y llevadera.

Cómo llegar

Desde Oviedo, por la Autovía del Cantábrico en sentido Galicia, hay que coger la salida de Oviñana-Albuerne-Valdredo. Para empezar a caminar desde el Cabo Vidio hay que cruzar el centro de Oviñana y seguir las indicaciones que conducen al mismo. En el entorno hay varias plazas de aparcamiento.

Tiempo y dificultad

La ruta circular de 15 kilómetros, cuatro horas largas.

Dificultad: Baja

Un consejo

Llevar bastones, pues serán necesarios para las cuestas empinadas, y no olvidar los prismáticos para poder disfrutar en buenas condiciones de las espléndidas vistas del Cantábrico.



Compartir el artículo

stats