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DÍA DE LA MUJER / LAS ROMPETECHOS (2)

La primera “ambulanciera”, una vocación casual

Araceli Estrada concilió el volante con su trabajo de limpiadora y ama de casa animada por su marido, cansado de atender accidentes con su taxi

Araceli Estrada, primera conductora de ambulancias de Asturias: "Trabajaba muchísimo pero en la ambulancia fui muy feliz"

Araceli Estrada, primera conductora de ambulancias de Asturias: "Trabajaba muchísimo pero en la ambulancia fui muy feliz" Amor Domínguez

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Araceli Estrada, primera conductora de ambulancias de Asturias: "Trabajaba muchísimo pero en la ambulancia fui muy feliz" Sandra F. Lombardía

Un taxista harto de ir a accidentes y tener que llevar a heridos en su vehículo hasta el hospital motivó que Araceli Estrada (Nava, 1942) se convirtiese sobre la marcha en la primera mujer conductora de ambulancias en Asturias de la que hay constancia. Ahora, a sus 79 años, y aunque de primeras recuerda que le dio algo de miedo meterse en un sector tan masculinizado en la época, reconoce que en los veinte años al frente de aquella ranchera con camilla vivió algunos de los mejores momentos de su vida. Eso, y que su destreza al volante le evitó cualquier tipo de desconfianza en un mundo tan de hombres. “Siempre se me apoyó mucho, pero es que es verdad que se me daba bien. La gente me decía: ‘Ay, Araceli, es que es coger tú la ambulancia y cambia hasta el ruido del motor’”, asegura.

La naveta era limpiadora en el ambulatorio de su pueblo, en Priandi, y fue su marido el que se dio cuenta de que el negocio sanitario podría ser viable: “Siempre se quejaba de que le tocaba ir a accidentes y se le manchaba el coche. Vio que hacía falta una ambulancia, lo habló con el médico del pueblo y con el alcalde, y lo vieron bien. De camino a por ella le pregunté que quién iba a conducirla y me dijo: ‘mujer, pues tú, claro’”. Se estrenó en 1978 y durante sus dos décadas como “ambulanciera”, además de ganar fama por su destreza al volante, tal vez marcó sin querer la estela de uno de sus hijos, Carlos Paniceres, actual responsable de Transinsa. “Yo en la ambulancia fui muy feliz, aunque trabajé mucho. Seguí cuidando de mi madre y de tres hombres”, recuerda toda una veterana de la conciliación familiar y laboral.

Araceli Estrada, con la primera ambulancia del concejo naveto || M. M.

Tras “hacer muchos números”, Estrada y su marido, Gento Paniceres, partieron en el 78 rumbo a Valencia, que era donde se fabricaban por entonces los pocos modelos de ambulancias a la venta. Cogieron un Seat ranchera modelo 131 del que la asturiana aún recuerda la matrícula. Antes de echar a rodar, pasaron por Infiesto para cambiarle el motor a gasoil, para que al menos el vehículo consumiese menos. La inversión rondó, según las cuentas que hizo después Ángel Paniceres, el otro hijo del matrimonio, las 300.000 pesetas. “Caro, eso entonces era caro, pero era una inversión para poder trabajar”, razona la conductora.

Para poder ponerse al frente, a Estrada le tocó pasar un examen. Fue difícil, recuerda, porque a su hijo, un por entonces pequeño Carlos, le había atropellado un Seat 600 y tuvo que pasar la noche en el hospital, con su madre muerta de los nervios. “Y con las mismas me fui al examen, que a punto estuve de no ir. Era mayo, con un calor de perros, y yo sin pegar ojo por estar con el niño, hecha polvo. Estaba muy descentrada y creí que suspendería, pero lo saqué a la primera”, presume.

Araceli Estrada, en la entrada de urgencias del Hospital Covadonga en 1984.

Araceli Estrada, en la entrada de urgencias del Hospital Covadonga en 1984.

De las hazañas al volante de aquel primer vehículo, a esta pionera le daría para escribir un libro. Eran por entonces comunes los traslados al viejo edificio de Silicosis, los partos imprevistos y angustiosos accidentes de tráfico. Estrada seguía limpiando en su consultorio y dedicándose a las tareas del hogar, cuidando de su madre mientras vivió y de su marido y sus dos hijos. Era común para ella dejar la tortilla a medio hacer, vestirse a toda prisa, saber convivir con el estrés de que el teléfono podría sonar en cualquier momento. “Trabajé muchísimo, hay que decirlo, pero me gustaba tanto... Me encantaba pensar que de alguna manera yo ayudaba a salvar vidas”, explica.

Asistió incluso a un parto, calcula que hacia 1982. Ella estaba planchando en su casa y le dijeron que tenía que ir a recoger a una mujer que estaba a punto de dar a luz. “Venían desde bastante lejos, y el padre se subió delante, conmigo. Aguantaron muchos kilómetros y al final nació el neno a tres kilómetros de Oviedo, cuando ya faltaba poco. Pensamos que había nacido muerto y le dimos un par de golpes suaves. De repente, empezó a llorar. Yo le corté el cordón umbilical y nos fuimos pitando a Maternidad”, relata. Conoce a ese niño, ahora un hombre hecho y derecho, y no ha perdido el contacto con toda la familia desde entonces.

Estrada, al volante de una ambulancia, posando para LNE, en Oviedo.

Estrada es consciente de que todavía impera el mito de que las mujeres conducen peor. “Ye mentira, yo diría que conduzco mejor que mi marido. Palabra de honor, asegura entre risas. También pide la veterana romper con otra falsedad de las mujeres al volante, de las que todavía se hacen bromas por supuesta lentitud. “Conducir bien también implica saber correr y correr cuando la situación te lo pida. A mí es verdad que me gusta pisarle, pero respetando”, bromea.

A sus 79 años, de hecho, la pionera sigue disfrutando de la carretera y no puede vivir sin su coche particular, un modelo adquirido hace poco que considera “pistonudo”, porque tiene cambio automático, y que nada tiene que ver con aquella primera ambulancia de dirección mecánica, “dura como un demonio”, que creyó que le iba a hacer suspender el examen para conseguir su licencia. “A mí que no me quiten el coche, que todavía me valgo perfectamente. No me han puesto ni una multa en toda mi vida. Conduzco mejor que muchos”, señala.

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