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El frío y las bajas presiones favorecen al virus, constata un estudio de la Universidad

Juan Luis Fernández y José María Loché calculan que un grado más puede generar 8,5 casos diarios menos por millón de habitantes

Coronavirus.

El coronavirus agradece el frío y el ambiente borrascoso de las bajas presiones. Un estudio elaborado por dos investigadores de la Universidad de Oviedo ha constatado la correlación directa entre algunas condiciones climáticas y atmosféricas y la propagación del covid-19, que se interpreta como más intensa sobre todo con los descensos de la temperatura. Los autores, el catedrático de Matemáticas Juan Luis Fernández y el estudiante de último curso del Máster en Ingeniería de Telecomunicaciones José María Loché Fernández-Ahúja, han cruzado variables climáticas con datos de transmisibilidad del virus en la Península Ibérica entre el 31 de enero y el 20 de junio de 2020 y han concluido que el tiempo influye, que la densidad de casos positivos ha sido más voluminosa en las regiones frías de la Meseta, caracterizadas por su clima continental, o que un grado de temperatura más tiene la virtualidad de producir hasta “8,5 infectados diarios menos por cada millón de habitantes”. También que las bajadas de presión presentan “una correlación negativa con la densidad de covid-19 positivos en todas las provincias españolas”. Las primeras indagaciones sobre esta investigación se publicaron en LA NUEVA ESPAÑA en el marco de las proyecciones y análisis de la evolución de la pandemia que desde el estallido del covid Juan Luis Fernández realiza en este periódico

Usando las armas de la matemática aplicada y las estadísticas, concluyen que las variables climáticas “pueden tener una gran influencia en la propagación del virus y podrían ser tomadas en cuenta en el proceso de toma de decisiones de salud pública para definir las áreas con mayor riesgo potencial de transmisión”. Se observa, en todo caso, más influencia de la temperatura que de la presión y mucho más de estos dos parámetros que de las horas de sol diarias y las precipitaciones, que también han sido objeto de análisis y “parecen no ser factores significativos, aunque su contribución puede estar implícita en la temperatura y la presión”.

La relación del virus con el frío, que según algunos epidemiólogos se fundamenta en la tendencia de la población a pasar más tiempo en espacios cerrados cuando bajan las temperaturas, comparte algunas conclusiones con un trabajo efectuado con datos de Nueva York en el que se verifica “el papel muy importante del clima en la transmisión del covid-19, principalmente en las zonas frías”, pero con varias salvedades igualmente confluentes. Aquel trabajo no encontró datos para dar por cierta la evidencia inversa de que el clima cálido pudiera suprimir la transmisión del covid-19. Tampoco, aclaran, estos factores atmosféricos pueden tomarse como justificación para la aparición o eliminación de brotes “sin tomar en consideración medidas epidemiológicas de distancia social”.

Los modelos predictivos que Juan Luis Fernández ha desarrollado y cuyas conclusiones han sido publicadas con frecuencia en LA NUEVA ESPAÑA, animaron a José María Loché a proponerle este análisis sobre la influencia de los factores atmosféricos en la difusión del virus. El estudio acaba de ser publicado en la revista “International Journal of Hygiene and Environmental Health” e incorpora un gráfico que muestra la densidad de PCR diarias esperada en función de la temperatura media. Los investigadores aprovecharon la diversidad climática de España –que presenta zonas con cuatro tipos de clima, oceánico, mediterráneo, subtropical y continental– para acabar concluyendo por ejemplo que “el clima en España es muy diferente al del resto de Europa, y está dominado por bajas presiones durante todo el año, lo que favorecería la propagación del covid”.

Asintomáticos

El estudio de Fernández y Loché también ha tratado de hacer un cálculo estimativo del número de personas asintomáticas mediante el cruce de datos de los resultados de las pruebas PCR positivas y las de infectados totales, “determinadas por los test de anticuerpos”. La regla a la que llegaron determina que “por cada infectado que se había detectado en la primera ola había cinco asintomáticos más. Es decir, que el número de infectados totales en Asturias, que en aquel periodo se cuantificó en 3.000, era en realidad, como poco, de seis veces más, al menos 18.000”. Y “esto es importante”, concluye Juan Luis Fernández, “de cara a la toma de decisiones” para la acometida frente a la pandemia.

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