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Las desesperadas voces de los jóvenes que buscan trabajo: “No hay expectativas”

La región, a la cabeza en inactividad juvenil en el país, sufre además los efectos de la pandemia: “Las dificultades se han agravado” | La frustración crece entre los asturianos que se quieren independizar, incapaces de acumular experiencia laboral y abocados a irse fuera

Esta información ha sido realizada por: Félix VALLINA, I. PELÁEZ, M. M., A. VELASCO, A. ILLESCAS, E. SAN ROMÁN y Ana M. SERRANO

En la envejecida Asturias cada vez escasean más los jóvenes. Pero lo que ya se está convirtiendo en una especie en peligro de extinción son los jóvenes con un empleo estable. Las alarmas, si es que no estaban encendidas ya, deberían pasar ahora al máximo nivel una vez conocidos los primeros efectos de la pandemia: Asturias ya es la región con más jóvenes inactivos. Incluso tres de cada cinco menores de 30 años están desempleados y tampoco buscan trabajo por una falta de expectativas a la que ponen voz los propios afectados: “Es desmoralizador”.

El estudio del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España, desgranado por este periódico, alumbra unos últimos datos preocupantes, con los efectos de la crisis originada por el covid ya sobre la mesa: Asturias tiene la tasa de inactividad juvenil más alta de España, disparada al 60,7%. Por eso, LA NUEVA ESPAÑA ha reunido el testimonio de siete jóvenes que viven en diferentes zonas de Asturias. Ellos ponen voz desesperada a los tristes datos del citado informe: ven que con la pandemia “se han agravado las dificultades” para obtener experiencia laboral y no pocos se ven abocados a irse fuera.

Algunos encadenan contratos precarios, otros son incapaces de encontrar nada. Y lo de conseguir un empleo relacionado con lo que estudiaron, ya es una quimera. La última experiencia laboral de un gijonés graduado en Turismo fue un breve paso por un supermercado; y un electricista, que también tiene un módulo de auxiliar de farmacia, trabaja para una tienda de calzado deportivo en Siero. Aunque ahora ni siquiera eso: ha encadenado su cuarto ERTE debido a las restricciones por el covid.

Un ovetense que estudió Criminología y Seguridad Privada en Salamanca está en paro tras un trabajo temporal en una tienda de ropa, y una infatigable avilesina que siempre soñó con enseñar a los más pequeños acumula doce meses de una búsqueda de empleo tan intensa como infructuosa. Un mierense capaz de dar clases en inglés y japonés solo ve futuro en la difícil lucha por un empleo público, y una esteticista riosellana se ve abocada a pagarse su formación para no perder comba en su campo mientras acumula ya demasiado tiempo sin encontrar empleo en el Oriente. Almudena Val, una periodista coañesa de 24 años que no ceja en su empeño por encontrar trabajo, ve en su propio entorno el panorama al que pone cifras el informe del Observatorio de la Juventud: “Muchos han decidido tirar la toalla y pasar una temporada más en casa de sus padres”. Independizarse es una heroicidad en Asturias.

Ovetense de 27 años, acabó en 2017 sus estudios de Criminología y Seguridad Privada, actualmente en paro tras trabajar en una tienda de ropa

Adrián Fernández: “La realidad es que llevo toda mi vida con trabajos precarios y no veo que pueda solucionarse” 

Adrián Fernández tiene 27 años y a lo largo de toda su vida ha seguido a rajatabla todos los pasos que suelen recomendarse para conseguir un buen empleo y poder disfrutar de una vida independiente, pero, a pesar de ser un estudiante modélico y de haber demostrado con creces su valía durante el tiempo que estuvo trabajando, sigue viviendo con sus padres y no tiene esperanzas de que las cosas cambien a corto plazo. “El problema es que mi caso no es único. Tengo muchos amigos de mi edad que están muy preparados y que nunca han salido de las listas del paro. Encontrar un trabajo digno hoy en día, con la que está cayendo, es prácticamente imposible”, explica el joven, que nació en Suiza pero lleva desde los 12 años viviendo en Oviedo.

Adrián Fernández mira su teléfono móvil sentado en unas escaleras del barrio de Otero, en Oviedo. | Luisma Murias

Adrián estudió Criminología y Seguridad Privada en Salamanca y acabó la carrera en el año 2017. Durante las prácticas curriculares colaboró con una empresa del ramo de Oviedo, y sus responsables quedaron encantados con su trabajo y le invitaron a seguir una vez que terminó sus estudios. Pero no fue todo tan bonito como se lo habían pintado en un principio. “Estuve cuatro meses trabajando gratis. Después empecé a funcionar como un falso autónomo de libro y así estuve durante tres años y medio. Es decir, estaba trabajando claramente para la empresa y ellos eran los que me daban las órdenes, pero a la hora de cobrar seguía siendo un autónomo y vivía en precario”, señala. “Llegó un momento que ya no pude resistir más y les dije que había que mejorar la situación, pero me dieron una palmadita en la espalda y me dijeron que si no estaba a gusto ya sabía dónde estaba la puerta”, añade.

Tras la decepción de no haber podido seguir en la profesión para la que se formó comenzó a buscarse la vida como pudo. “Tienes que estar dispuesto a agarrarte a cualquier cosa que salga. Yo, dentro de lo que cabe, tuve la suerte de ponerme a trabajar en una tienda de ropa y así estuve durante casi año y medio. Mi contrato era de un año, pero con el tema de la pandemia y gracias a los ERTE se alargó un poco más”, explica. Ahora lleva poco más de una semana en el paro. “Tenían que echarme o hacerme fijo, algo que ahora mismo es casi un sueño. Están reduciendo plantilla porque la crisis está afectando a todos los sectores. O sea, que casi hasta llegas a entenderlo. Pero la realidad es que llevo toda mi vida con trabajos precarios y no veo que las cosas puedan solucionarse”, subraya.

Gijonés de 24 años, graduado en Turismo y sin empleo tras trabajar puntualmente en un supermercado

Carlos Mezquita García: “Descarto encontrar algo aquí de lo mío, así que a la aventura”

A sus 24 años, el gijonés Carlos Mezquita García tiene ya asumido que su futuro laboral está fuera de su ciudad natal. Y hasta de su región. Con los estudios de Turismo a sus espaldas es consciente de que la situación actual, marcada por la pandemia sanitaria, tampoco ayuda a lograr un empleo estable. “La desesperación, más allá de no encontrar un trabajo de lo mío, es porque ni siquiera esperas encontrarlo, que es mucho peor. Y a eso se suma, además, la obligación de tenerme que ir fuera”, reflexiona el joven, que sigue viviendo con sus padres porque de esta forma, “al menos, tengo un colchón para no tener ese estrés por encontrar un empleo”.

Carlos Mezquita, sentado en la barandilla del paseo del Muro de San Lorenzo. | Juan Plaza

Carlos Mezquita, sentado en la barandilla del paseo del Muro de San Lorenzo. | Juan Plaza

El joven gijonés, a sabiendas de sus pocas opciones laborales, se fue a Londres a probar suerte para trabajar cuidando niños y dando clases. Luego, poco antes de la pandemia sanitaria, emprendió el viaje de vuelta a su ciudad. “Era todo muy difícil y no podía encontrar trabajo, hasta que en noviembre empecé a trabajar en un supermercado, como refuerzo para las fechas de Navidad, pero en enero se acabó”, explica. A partir de ahí no ha encontrado nada nuevo que le permita alcanzar una estabilidad. “Ya de por sí es difícil encontrar trabajo, pero noto que esa dificultad se ha ido agravando, y ya descarto encontrar algo en Asturias que tenga que ver con lo mío, con el turismo. Las expectativas no son nada buenas”, lamenta.

El gran problema de Carlos Mezquita, pese a tener las necesidades cubiertas por vivir con su familia, es que no ve el momento en que pueda depender de sí mismo. “Esto retrasa que me pueda emancipar, no es la situación más deseada, pero al menos me da un colchón el estar con ellos. Y, además, tampoco veo que la situación vaya a mejorar de aquí a dentro de poco”, valora el joven, que ya mira fuera de la región. “No tengo nada que perder, así que a la aventura”, reconoce.

Avilesina de 22 años con un grado en Educación Infantil, lleva un año incansable de búsqueda de empleo

Amanda Úbeda Casavilla: “Tenemos ilusión, pero nos falta una experiencia que es difícil adquirir”

Amanda Úbeda Casavilla tiene 22 años, es de Avilés y lleva unos doce meses en una búsqueda incansable de empleo, desde que finalizó sus estudios de Educación Infantil: “Trabajar es mi mayor sueño”. Pero las cosas no le están resultando fáciles, menos aún desde que el pasado marzo irrumpió sin miramientos el nuevo coronavirus. “Cuando terminé mis estudios ofrecí mi currículo a todos los colegios concertados y guarderías posibles, yo creo que hasta el punto de resultar pesada. No me llamó nadie”, explica. Las únicas oportunidades laborales, cortas: “Trabajé en la campaña de Navidad de una gran superficie comercial y en actividades extraescolares de baloncesto que se acabaron con el covid”, manifiesta esta joven que ahora está preparando las oposiciones y, a la vez, haciendo cursos. También le está metiendo horas al inglés: “Es muy importante tener el B2”.

La avilesina   Amanda Úbeda, ayer, en Miranda. | Ricardo Solís

La avilesina Amanda Úbeda, ayer, en Miranda. | Ricardo Solís

La de Amanda Úbeda es una de las generaciones más sobresalientes en formación académica. Aunque no pierde la esperanza ante las circunstancias actuales, Úbeda Casavilla siente que el tiempo se le escurre entre las manos. “Terminé la carrera ilusionada y ahora me encuentro desempleada y sin experiencia. En muchos trabajos, o en la mayoría, piden precisamente experiencia, pero si no nos dan una primera oportunidad, ¿cómo podemos demostrar lo que valemos?”.

A la joven avilesina le gustaría que existieran más oportunidades: “Somos el futuro. Como decía, salimos con ilusión de la facultad y con ganas de crecer profesionalmente en el mundo laboral. Se nos deberían dar oportunidades y que la edad no sea un requisito. Espero que esta reflexión sirva para que tanto la administración pública como las empresas privadas nos abran más puertas”, reclama.

Eso sí, Úbeda no se arrepiente de haberse decidido a ser maestra. “Es mi sueño desde bien pequeña poder enseñar a los niños. Aun viendo bastante lejos una oportunidad laboral, no me arrepentiré jamás de lo que he estudiado y en lo que me estoy formando actualmente”, expone segura. La avilesina mantiene su sueño de trabajar. “El que la sigue la consigue”, concluye en plena búsqueda activa de empleo.

Mierense de 30 años, licenciado en Bellas Artes y con un máster en Educación

Pablo Muñiz: “Opositar para ser funcionario parece la única salida viable” 

Pablo Muñiz acaba de llegar a la treintena con una carrera de Bellas Artes, un máster en Educación y nivel para poder dar formación en dos idiomas: inglés y japonés. Pero está sin trabajo. “Parece que la única opción que hay es opositar”, lamenta este joven mierense, que lleva los últimos años “cholleando”. “Hay veces que te llaman para dar alguna clase de dibujo, o de idiomas… Y después de unas semanas, pues se acaba el trabajo”, apunta Muñiz. Sobre todo le llegan oportunidades temporales de amigos y conocidos, que le llaman para resolver problemas puntuales. “Son trabajos muy cortos y puntuales, para salir del paso”, indica el joven. Ahora, con la pandemia, también ha tenido que dar alguna sesión online, pero igualmente de forma esporádica.

Pablo Muñiz, en la plaza de La Pasera, con la oficina del SEPEPA de Mieres a su espalda. | A. Velasco

Lleva más de un lustro en una búsqueda activa de empleo, tratando de lograr un puesto de trabajo estable, pero no hay salida. “Estoy apuntado a la bolsa de empleo, busco mucho también a través de internet, pero al final no cuaja nada”, explica. “He enviado muchos currículums, y no acabo de encontrar nada estable porque siempre te ofrecen pequeños trabajos de muy corta duración”, apunta Muñiz. También se encuentra con empresas que quieren emprender un negocio y que, después de contactar, no salen adelante. “Después de una primera toma de contacto, luego pasan los meses y no te dicen nada”, lamenta.

Muñiz no se resigna, aunque valora opositar para lograr un trabajo estable. “He intentado buscar cosas por mi cuenta, pero al final te das cuenta de que parece que para tener un empleo estable tienes que ser funcionario”. Hace un par de años preparó oposiciones, aunque no logró plaza. Una opción que vuelve a cobrar fuerza ahora. “Si las cosas siguen así igual habrá que volver a coger los libros y tratar de opositar otra vez, porque de otra manera se hace muy complicado encontrar trabajo”, apunta. Mientras tanto, echa una mano en el negocio familiar, un establecimiento hostelero en el centro de Mieres que regenta su madre. Y que, por cierto, siempre suele tener alguna muestra de su arte. Un currículum sobre pared.

Ovetense de 27 años, empleado en una tienda de calzado en Siero y ahora en ERTE

José Lorenzana: “Tenía pensado independizarme pero ahora es imposible” 

José Lorenzana, natural de Oviedo, trabaja en una tienda de calzado deportivo de Siero desde hace un par de años, pero ahora está sometido a un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE). “Justo en mayo de 2020 hacía el primer año en la empresa y me tendrían que haber hecho indefinido. Sin embargo, con la pandemia, recursos humanos de la empresa paró todo el tema de indefinidos” y, desde entonces, lleva encadenando contratos por obra y servicio. Es el cuarto ERTE en el que entra, el primero fue el de la cuarentena, el siguiente en noviembre y, más tarde, las dos veces que se produjo el cierre perimetral de Siero. Las primeras ocasiones, “lo tomaba de otra manera, eran quince días y pensaba ‘bueno, un poco de relax’”. Sin embargo, “ahora me da mucha pereza”. Antes estaba estudiando, pero ahora “solo hago un poco de deporte y quedo con alguien para tomar algo”. Lorenzana ya lo echa de menos, necesita “trabajar y coger un poco de rutina”.

José Lorenzana, afectado por un ERTE en el que se cobra “poco, tarde y mal”. | A. I.

José Lorenzana, afectado por un ERTE en el que se cobra “poco, tarde y mal”. | A. I.

Tiene 27 años y, antes de que llegara la pandemia, con la perspectiva de tener un contrato indefinido, ya pensaba en independizarse: “No era que fuera a ser inmediato, pero lo tenía en mente y ahora es imposible. En ERTE se cobra poco, tarde y mal, y no hay seguridad alguna”, resume.

Seguirá, por tanto, viviendo con sus padres. Este, no ha sido el único trastorno en sus planes que le ha causado la pandemia. Explica Lorenzana que empezó a trabajar en la tienda cuando estaba haciendo un módulo de electricidad y después de haber completado otro de auxiliar de farmacia. “Mi idea era estar trabajando allí hasta que me tocara hacer las prácticas del módulo. Después, si ya podía quedarme trabajando en la empresa con la que las hiciera, pues genial y, si no, iba a buscar algo relacionado con mi estudios”. Las prácticas se demoraron debido a las restricciones por el covid y, cuando llegaron, se le planteó un dilema. “No las podía compaginar con el trabajo en la tienda y, viendo cómo estaba todo, no veía claro arriesgarme a buscar un trabajo en la electricidad para, al final, quedarme sin nada”, concluye.

Riosellana de 29 años, esteticista y quiromasajista, madre de una niña, no encuentra empleo

Carla Rodríguez Fernández: “No tengo trabajo pero debo seguir pagando mi formación”

Carla Rodríguez Fernández nació hace 29 años en Ribadesella. Se formó como esteticista y quiromasajista y desarrolló gran parte de su carrera en un spa de un hotel de la villa de Llanes, donde reside. La maternidad hizo que su proyección laboral cambiase, “y decidí dejar el spa por cuestiones de horarios, para trabajar en un centro de estética”, recuerda. “Creo que fue un error, pero eso lo veo ahora, claro”, asume. Porque su nuevo trabajo acabó en octubre de 2020 “por falta de clientes, dado que en plena crisis sanitaria el número de personas interesadas en este servicio disminuye”. La despidieron y desde entonces “no he encontrado absolutamente nada en la zona”, aunque no desiste porque “necesito trabajar”. Carla tiene además otro reto: “En mi trabajo el reciclaje es continuo, tenemos que estar formándonos constantemente porque hay muchas prácticas nuevas”, con lo que “no tengo trabajo pero debo seguir pagando formación en vistas a poder encontrar algo pronto”. Vive en Llanes con su pareja y su hija, “y ni tan siquiera hay una guardería privada, lo que hace más complicada aún la situación”. Por eso se plantea iniciar su propio negocio en su domicilio, o incluso desarrollar sus trabajo por las casas de quien necesite su servicio: “La crisis lo ha complicado todo, y si ya era difícil conciliar antes, ahora mucho más”.

Carla Rodríguez y su hija. | E. S. R.

Licenciada en Periodismo de 24 años, vecina de Ortiguera

Almudena Val: “Buscar empleo es desmoralizador, no llama nadie”  

Uno de sus sueños de niña fue estudiar periodismo y lo consiguió. Hoy, Almudena Val Cerdeira, joven de 24 años de Ortiguera (Coaña), licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid, busca empleo sin tanto éxito. “Es desmoralizador”, relata. Acabó sus estudios el pasado curso y desde entonces se entrega a la difícil tarea de encontrar empleo según su titulación.

Cada día se ocupa de visitar portales web, de estudiar ofertas de empleo y de enviar currículos. “Pero es desesperante ver que no llega nada y que no llama nadie“, apunta. Ella cree que las dificultades son las pocas ofertas para tantos demandantes de empleo y también la falta de experiencia en su sector. “Experiencia que no podemos acreditar nunca porque no llegas a empezar en nada”, se queja. En estos meses ha pasado tiempo entre Madrid, su lugar de residencia por estudios, y Asturias, donde está la casa de sus padres, pensando en un plan B con el que afrontar su incierto futuro laboral. “Y la pandemia lo complica todo”, opina. Con las restricciones del virus presentes es más difícil “conocer gente del sector, acceder a una redacción aunque sea en prácticas y dar a conocer todo tu valor”, opina. “Es decir, por el camino se quedan todas las habilidades humanas porque no tienes oportunidad de demostrarlas”, señala.

Almudena Val Cerdeira, ayer, en el puerto de Ortiguera, en Coaña. | A. M. Serrano

Almudena Val Cerdeira, ayer, en el puerto de Ortiguera, en Coaña. | A. M. Serrano

Mientras rebusca ofertas piensa en las dificultades de los jóvenes de su edad. Muchos, explica, “han decidido tirar la toalla y pasar una temporada en casa de sus padres” mientras el mercado “se estabiliza” o es capaz de ofrecer algo “decente”. Cuenta Almudena Val que a veces aparecen ofertas de empleo con menos exigencias y “sin sueldo, claro”; y que en ocasiones se ofertan contratos en prácticas solo al amparo de un convenio con una Universidad. “Es decir, que tienes poco donde elegir”, subraya. Ella no dejará mucho tiempo antes de emplearse si surge la oportunidad “sea o no en la rama que estudié” porque los jóvenes “necesitamos independencia económica, como todos”.

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