En los hospitales asturianos, los sanitarios ya han desarrollado tras un año de pandemia un particular “ojo clínico” más allá de pruebas y a fuerza de enfrentarse a cientos de casos. “Ya según vas viendo cómo respiran y su peso puedes estimar cuánto tardaremos en derivarlo a la UCI”, confiesa una sanitaria ovetense. El hecho de que las personas de edad muy avanzada hayan salido de la ecuación de las complicaciones médicas, al estar ya vacunadas, hace que algunos sanitarios crean que, además de las patologías respiratorias y las enfermedades graves, el sobrepeso debiera comenzar a considerarse como un factor sobre el que se debería hacer más hincapié.
Los sanitarios reconocen que desde hace meses la obesidad suele servir de “pista” para sospechar de un pronóstico complicado. “La diabetes y la hipertensión siempre salen también, además de los trastornos mentales”, añaden. El sobrepeso suele llevar asociados otros problemas, precisamente diabetes e hipertensión, por lo que compendia muchos indicadores de riesgo. Expertos de la consejería de Salud también reconocen que ya existen estudios que vinculan las tasas de obesidad con las de mortalidad por covid-19. “Y es cierto que en Asturias estamos a la cabeza en tasas de obesidad y de mortalidad”, señalan. Hay quien incluso apunta que el sobrepeso debería incluirse en los elementos que hacen que una persona tenga prioridad respecto a otra para recibir la vacuna.
La edad importa mucho
Si bien esa secuencia de contagiados-hospitalizados-UCI varía por territorios, su principal asimetría está en la edad de los pacientes. La probabilidad de que una persona enferma de covid-19 termine hospitalizada crece de forma muy acusada con la edad: se mantiene relativamente baja hasta los 39 años (por debajo del 3 por ciento), pero inicia un ascenso gradual a medida que aumentan los años del paciente. Pasa al 4,3 por ciento para quienes tienen entre 20 y 29 años; crece al 7,4% para la franja entre 50 y 59; asciende al 13,8% para quienes tienen entre 60 y 69 años, supone ya el 23,5 por ciento para los septuagenarios y representa el 34,1 por ciento para mayores de 80 años.
La derivación a UCI también aumenta con la edad, comenzando a representar casi un 1 por ciento de los casos en los enfermos de entre 50 y 59 años y llegando al 3,1 por ciento para quienes están en la horquilla de los 70 y 79 años. Cae drásticamente en los mayores de 80 años, pero por una macabra razón: la tasa de fallecimientos en esa edad ha sido dramática en esta pandemia: uno de cada seis mayores de 80 años enfermo de covid fallece, sin llegar siquiera a la UCI.
Más inmunizados, menos gravedad
Por eso, a medida que se vayan inmunizando los colectivos de mayor edad, la gravedad de los casos de coronavirus caerá. Se nota ya en las UCI asturianas, donde la media de edad entre los pacientes “bajó muchísimo”. Esa edad y la presión sobre el servicio irá bajando a medida que avance la campaña de vacunación, cuya eficacia consideran “más que obvia”. “Gente vacunada que acabe en la UCI no hemos visto”, aseguran en Cabueñes (Gijón).
La asignatura pendiente: la rehabilitación de los contagiados
Una de las principales inquietudes entre los profesionales de las Unidades de Cuidados Intensivos del Principado es la falta de protocolos claros de rehabilitación de las personas que recibe el alta tras pasar el covid-19. “Se tiene mucho miedo a las secuelas que vaya a dejar a la larga el virus en los pacientes que acabaron en la UCI, y sobre eso no se está haciendo gran cosa”, confiesa un sanitario.
Aparte de secuelas físicas, existen estudios que apuntan también a las consecuencias neurológicas tras la enfermedad. Una de cada tres personas que han sido diagnosticadas con covid-19 terminan por padecer un trastorno psiquiátrico o neurológico en los seis meses siguientes al inicio de la enfermedad, según un reciente estudio realizado sobre 230.000 pacientes, la mayoría de ellos estadounidenses.
Los médicos que combaten la enfermedad en primera línea confían en que el sistema sanitario español pueda plantear a lo largo de este año ya una estrategia de atención para la etapa “post-covid”. Hasta entonces, buena parte de la labor seguirá recayendo sobre los profesionales de atención primaria.