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Victorino brinda tras la tormenta

Los residentes de El Lauredal (Gijón), que llegó a los 90 positivos, celebran las visitas y salidas: “Esto es la gloria”

Victorino Nicolás se despide de su hijo José Luis a las puertas de la residencia gijonesa El Lauredal. | Ángel González

A Victorino Nicolás, que el próximo día 20 cumplirá “los dos ochos”, unos lustrosos 88 años, no hay mascarilla que le borre la sonrisa de la cara. Porque desde ayer puede recibir la visita de sus hijos en la sala principal de la residencia El Lauredal, de Gijón, una de las más azotadas por la pandemia en la segunda ola, con más de noventa casos positivos. Ayer fue el primer día que abrieron la sala de la planta baja para las visitas de familiares, un espacio soleado y que da a la calle en el que se sucedieron las escenas emotivas.

“Hasta ahora las visitas se hacían en el centro de día, en la planta baja, pero hoy mismo (por ayer) hemos vuelto a acondicionar la entrada habitual y es un paso más en la recuperación de la normalidad diaria”, explica Eugenia González, directora de El Lauredal. Una vuelta a la cotidianidad posible gracias a la vacunación de todos los residentes que, como Victorino, están encantados. “A todo se hace uno, pero fue un poco aburrido no poder salir cuando estuvimos encerrados”, reconoce el hombre, salmantino de nacimiento y con toda una vida de trabajo en la industria gijonesa. “Y eso que la terraza nos dio la vida”, apunta la directora.

La mañana de ayer transcurrió en los sillones que dan al jardín, con su hijo José Luis Nicolás y de charla durante un buen rato, hasta la hora de la comida. “Apetito tengo mucho”, explica con un guiño el residente, quien ya lleva dos meses pudiendo recibir visitas, pero en una sala diferente a la habitual.

“Estamos en la gloria”, reconoce el hijo, porque “desde febrero no habíamos vuelto a poner los pies aquí y se hace muy duro”. Especialmente en su caso, que en apenas dos meses condensó todas las penalidades posibles: la madre, también interna en la residencia, falleció en noviembre del año pasado, y él mismo pasó el covid en una de sus formas más graves al poco tiempo. “Estuve mucho tiempo en la UCI, me tuvieron que intubar dos veces y hubo un momento en que creímos que no salía adelante. Y mi padre aquí solo, sin poder visitarlo”, relata aún con emoción.

Victorino pasó también el coronavirus, así que no les han faltado motivos para la preocupación, aunque en su caso fue asintomático. Por eso, ahora, superados los brotes, con todos los abuelos inmunizados y recuperando los espacios habituales para recibir a las familias, “la gente está encantada, no paramos de recibir llamadas para visitas”, afirma Eugenia González.

Victorino ya ha podido salir a la calle para dar un paseo, después de completar las dos dosis de vacunas. “Fui con mis hijos hasta cerca del Arbeyal a ver el mar, tomamos un aperitivo y brindamos con buen vino y jamón”, explica feliz. Y ahora “está pensando a ver cuándo quedamos un domingo para comer fuera”, relata entre risas José Luis Nicolás, que también sigue con su proceso de recuperación tras muchas semanas de hospital.

Al final, el patriarca “está como un roble” y solo espera “poder dar abrazos a toda la familia sin mascarilla”. Porque, eso sí, “estar aquí tan cerca y no poder darnos un achuchón genera mucha ansiedad”. Ahora solo queda seguir aguardando para seguir avanzando: “Cada vez la normalidad está más cerca y todo acaba llegando”.

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