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Barbón invoca los acuerdos de la Transición frente a la“toxicidad” de la política actual

El Presidente recibe a sus antecesores en el 35.º aniversario del palacio de la Presidencia, una obra en la que Pedro de Silva identifica “la contención y la renuncia a la ostentación que quisimos para esta región”

Barbón: "En los momentos más difíciles del confinamiento, incluso yo me venía abajo"

Barbón: "En los momentos más difíciles del confinamiento, incluso yo me venía abajo"

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Barbón: "En los momentos más difíciles del confinamiento, incluso yo me venía abajo" Marcos Palicio

En el día del trigésimo quinto cumpleaños de la reforma y reinauguración del palacio de la presidencia del Principado, Pedro de Silva tomó la palabra en su condición recién autoadjudicada de “decano” del “club de los jarrones chinos”, los expresidentes que en algún momento fueron los señores de este edificio y que ayer volvieron a él por invitación y homenaje del mandatario en ejercicio, Adrián Barbón. Era el acto conmemorativo de una efeméride “menor” que De Silva agradeció como el “pretexto para darnos un poco de cariño, que nunca viene mal”. El dirigente bajo cuyo mandato pasó este edificio de sede del Banco de España a cuartel general del poder ejecutivo autonómico quiso hacer ver que la sobria austeridad del palacete urbano de la calle Suárez de la Riva encaja bien en su entorno, como una “pequeña gran obra que representa lo que hemos querido que sea esta comunidad autónoma. Que esté regida por la modestia, la contención y la renuncia a la ostentación”.

Tal día como ayer, pero en 1986, él mismo presidió la reconversión en sede política de la antigua fortaleza financiera que ha sido el lugar de trabajo de todos los presidentes del Principado que lo han sido desde entonces. Convocados por el actual, acudieron tres de los cinco expresidentes vivos –Juan Luis Rodríguez-Vigil y Javier Fernández, además de De Silva– junto a las representaciones de las familias de los fallecidos, Rafael Fernández, Sergio Marqués y Vicente Álvarez Areces, y otras autoridades de la región, entre ellos el alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli; la delegada del Gobierno, Delia Losa; el presidente de la Junta, Marcelino Marcos, el del Tribunal Superior de Justicia de Asturias, Jesús María Chamorro, o la fiscal superior del Principado, Esther Fernández. De los antecesores de Barbón excusaron sus ausencias Francisco Álvarez-Cascos y Antonio Trevín. En el pasillo central de la planta baja del inmueble, y delante de las placas que próximamente serán colocadas en varias salas del palacio en homenaje a los tres fallecidos y a Pedro de Silva –como artífice de la reinauguración de la sede–, Barbón justificó la celebración de ayer volviendo a insertarla en otra más grande, el cuadragésimo aniversario de la aprobación del Estatuto de Autonomía, que se cumple el 15 de diciembre, y también trazó paralelismos entre la forma y el fondo, entre el tipo de inmueble que da cobertura a los presidentes y la clase de sociedad a la que sirven. El palacio tiene la huella de cada mandatario que trabajó en él, destacó Barbón, pero también varios rasgos que han permanecido “invariables” con el correr del tiempo: que “es un edificio discreto, no pretende llamar la atención y es austero, como los asturianos”; que se concibió como “un espacio de trabajo unido a la Junta por un pasadizo subterráneo” que conecta simbólicamente los poderes de la comunidad autónoma, y que “está en el corazón de Oviedo”, sin vallas que lo separen del pueblo. Desde aquí, contó, “se escuchan todos los ruidos de la calle, todos”. Esta ubicación, cercana a la gente “y a sus problemas”, nunca “ha permitido a ninguno ensimismarse”, concluyó.

Adrián Barbón, durante su intervención en el acto. A la derecha, Pedro de Silva y Javier Fernández; a la izquierda, de atrás adelante, Juan Luis Rodríguez-Vigil, Sergio Marqués hijo y Soledad Saavedra, viuda de Vicente Álvarez Areces. | A. Álvarez

La presencia de sus predecesores, a los que su Gobierno acaba de conceder tratamiento vitalicio de “presidentes” y cuyos retratos colgados del pasillo de la primera planta son “lo primero y lo último” que Barbón ve cada día al llegar e irse de su despacho, llevó al Presidente a retroceder hasta el espíritu de consenso de la Transición. A renovar aquellos compromisos y remarcar que, aunque “sé que no se estila en este panorama político, con la toxicidad que todo lo llena”, “creo en los consensos y en el diálogo. En el consenso que nos ha permitido aprobar el mayor presupuesto con el mayor apoyo de la historia”, y en el diálogo “que nos tendrá que servir para abordar la reforma del Estatuto de Autonomía que está comprometida”. Sin citar expresamente el proceso de cambio hacia la oficialidad del asturiano, embridó su entusiasmo para aclarar que lograr las mayorías reforzadas que se requieren para cambiar el Estatuto “corresponde a la Junta” y “no voy a adelantar acontecimientos”.

Si siempre se dice que el consenso como herramienta de trabajo era “normal” “en el momento excepcional de la Transición”, reflexionó el Presidente, “mi pregunta es si no es excepcional el momento que estamos viviendo con la peor pandemia en un siglo, en la que han muerto tantos de los nuestros, en la que tenemos que proteger a los vulnerables y vacunar, vacunar y vacunar…” Reclamó la vigencia de aquel consenso de 1978, fundamento de una autonomía política que no se asentó, dijo, sobre la vindicación de la historia, la cultura o la identidad asturianas, pero que mantiene l vigencia “fundamental de que reivindiquemos nuestra propia autoestima, porque lo hacemos sin el complejo de los que tienen veleidades nacionalistas”.

En el homenaje a sus predecesores incluyó un recuerdo de los días duros del confinamiento, que pasó solo en el palacio. “Cuando incluso yo me venía abajo, iba recorriendo la biografías de los expresidentes y me daba cuenta de que todos pasaron momentos muy difíciles y aun así siguieron adelante. Ahí encontraba la fuerza”.

Comparten este palacio y Asturias, había dicho De Silva, la elegancia humilde de la contención que adorna a quienes “no tienen nada que demostrar. Por eso Asturias no hace un ejercicio de magnificencia, ni crea y construye un gran palacio, sino que opta por la contención, por la renuncia a la ostentación, y por tanto, por la elegancia”. No optó por la exuberancia porque no lo necesitaba, porque esta autonomía es, “como grupo humano, la más histórica de España” y porque en realidad, apostilló asumiendo que estaba “viniéndose arriba”, “pocas comunidades habrán hecho tanto por la defensa de los derechos individuales, pocas han contribuido de una forma tan poderosa a la construcción de España. Somos una región, una nación, posiblemente una madre de nación, da lo mismo, porque cuando hablamos de nuestro pueblo hablamos de algo anterior al concepto mismo de nación”.

Las vacunas y el derbi

El expresidente, que recibió el jueves la vacuna del covid, el mismo día que Rodríguez-Vigil, quiso rebajar el enardecimiento refrenando sus ansias sportinguistas al hablar del derbi de hoy –“que gane el mejor, para mí es indiscutible quién es, pero no lo diré para no herir la sensibilidad del alcalde de Oviedo”– y dejó para el futuro un mensaje que dice que “nunca un representante político está a la altura del pueblo al que representa. Y será mejor si incorpora esto como axioma, como norma de pensamiento y conducta, que si no lo hace”.

Había abierto el acto Fernando Nanclares, el arquitecto responsable junto a Nieves Ruiz de la rehabilitación del edificio, que regresó hasta sus propósitos de aplicar a la reforma de un inmueble construido más de un siglo atrás “un diseño moderno en continuidad con lo histórico, pero sin renunciar a la modernidad. No a una estricta, radical, propia de las vanguardias”, aclaró, sino más deudora “de las experiencias europeas de después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se quiso que la modernidad atendiese a los problemas de las ciudades rotas, heridas… Tratamos con amabilidad el edificio, no nos enfrentamos a él”.

De Silva destacó el peso que en la reforma asumió su vicepresidente, Bernardo Fernández, presente también en el acto de ayer y “la batuta que dirigía ese operativo, esa orquesta que tenía los mejores instrumentistas posibles”. De llenarla se encargaron desde 1986 De Silva y todos los que le sucedieron, desembocando en un proceso con muchos cambios en el que es el despacho del Presidente, al que Barbón dará el nombre de Pedro de Silva, la única estancia cuyo uso no ha cambiado nunca desde que el palacio es la sede de la autoridad política regional. En su estado actual, el edificio contiene una apreciable antología de obras de arte asturiano contemporáneo, aproximadamente medio centenar entre cesiones del Museo de Bellas Artes y sucesivas adquisiciones del Gobierno.

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