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Cerredo ve cielo abierto con la energía solar

LA NUEVA ESPAÑA asiste a una visita técnica en la mina de carbón donde se instalarán 93.500 paneles fotovoltaicos, proyecto que ilusiona a una población castigada por la crisis

Cerredo, a cielo abierto con energía solar

Cerredo, a cielo abierto con energía solar Vídeo: Luisma Murias / Edición: Elena Vélez

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Cerredo, a cielo abierto con energía solar Tino Pertierra

Un paisaje lunar que quiere ser súbdito del rey Sol: la mina de cielo abierto de Cerredo tiene al alcance de la mano iluminar un proyecto que ayudaría a restañar las heridas de una crisis que hizo del lugar una zona deprimida cuando antes era pujante y pudiente. La empresa valenciana Ingesanc quiere extender una gigantesca ola de 93.500 paneles fotovoltaicos con una inversión de 30 millones de euros. El equivalente a 140 campos de fútbol para jugar en la liga de las estrellas energéticas.

LA NUEVA ESPAÑA acudió ayer los escenarios coincidiendo con una visita inicial de técnicos de la consejería de Industria del Principado –como Santiago Berjano, del Servicio de Minería–, y de la empresa Empresa de Transformación Agraria S.A. (Tragsa), acompañados por el presidente y dos vocales de la Parroquia Rural, dueña de los terrenos. Un primera toma de contacto con intercambio de impresiones, necesidades y dudas. Todo por una buena causa: aprovechar la vía abierta a las energías renovables en un período de transición energética que incluye “la restauración de las zonas degradadas por actividad minera”.

“Cerredo Solar” ocuparía 100 de las 486 hectáreas de suelo de la antigua mina a cielo abierto sobre terrenos de la Parroquia Rural explotados durante décadas por Hullas de Coto Cortés, Coto Minero Cantábrico y Compañía Minera Asturiana. ¿Y por qué aquí? Cerredo es una de las zonas de Asturias con mayor radiación solar. Y no solo habrá paneles: también se construiría una mincentral eléctrica de bombeo aprovechando el (impactante) cono invertido de la mina, y una planta de hidrógeno verde.

Un helecho fosilizado. | Luisma Murias

La minicumbre de ayer tuvo un componente técnico y otro sentimental: las miradas de quien tienen ese paisaje árido y deteriorado un vínculo especial. Fueron muchos años trabajando allí. Como José Luis Fernández Ramos, presidente de la Parroquia Rural, acostumbrado a subir una y otra vez por terrenos respingones, o el vocal de la misma Víctor López, conductor de ambulancias que ayer puso a prueba su pericia tras el volante por unas pistas hostiles, y que recordaba cómo el fin de la mina cambió el color de Cerredo: “Del blanco al negro. De haber mucho trabajo a la nada”. La Parroquia Rural pasó de la bonanza a las dificultades. Y ahora los nubarrones –como los que coronan la cabeza de las montañas en una jornada de luces cambiantes y vaivenes de lluvia– empiezan a abrirse. “Les tocó la lotería”, resume Ignacio Arias, ex letrado de la Junta que asesora a la Parroquia en estas complicadas lides.

Subir a las cumbres mineras no está al alcance de todos los coches. A medida que se deja atrás el asfalto crecen las dificultades para los neumáticos y las suspensiones. Las vistas compensan: un mosaico de montañas en las que sobreviven collares de nieve y bosques con dibujos caprichosos. La máscara de “Scream” parece insinuarse en uno de ellos, ojiplática. En dirección a tierras leonesas se levanta un rostro de roca a punto de lanzar un grito. Hay un punto mágico en esas formaciones naturales que armoniza muy bien con las heridas abiertas de la mina cerrada. La Cordillera Cantábrica y la Siera de Degaña hacen buenas amigas. Impone La Bóveda con sus 1.923 metros, altiva y expectante. Antes de iniciar la subida se impone una parada en la balsa con orillas de tela asfáltica donde desemboca el agua que huye de la mina, un lugar peligroso desde que alguien se llevó parte de las verjas de protección. Subiendo, subiendo por escenarios que saben mucho de pistas mineras, casetas de control, estaciones de descarga, depósitos de estériles, oficinas, chamizos... Un mundo que se fue y del que aún quedan, a modo de estelas funerarias, construcciones a la que les espera un final definitivo (la demolición) o, si la Parroquia presenta alternativas viables, un futuro alternativo para nuevos usos. Y costumbres. Víctor López repasa lo que es hoy Cerredo: unos 300 habitantes en cifra menguante y entre los que cuesta encontrar gente joven: prefieren emigrar.

Por eso, José Antonio García, vocal de la Parroquia y minero jubilado hace 13 años por accidente, tiene claro que hay que recibir con los brazos abiertos “todo lo que sea bueno para el pueblo. Si conseguimos traer algo, por poco que sea... Hay mucha gente al paro y que quiere dar de comer a su gente, como todo el mundo. Bienvenido sea siempre que traiga puestos de trabajo e ingresos para el pueblo”.

Subiendo entre costuras de piedra, subiendo entre montículos de carbón, subiendo entre helechos fosilizados en pizarra. Subiendo entre algunos tímidos intentos de la Naturaleza de abrirse paso para imponer su ley de verdor. Víctor López lo sabe: “Ese brezo y esa escoba salió porque salió”. Colores salvajes.

Hugo González.

“Hubo mucho desánimo al cerrar la mina, ahora hay opción de futuro”

El cono invertido de la mina (la primera a cielo abierto que se abrió en España) impresiona. Seduce. Una profunda herida en el paisaje. Tiene algo de anfiteatro con gradas que asistieron durante lustros a un espectáculo de maquinaria rugiente y docenas de mineros que, a diferencia de los compañeros de interior, podían ver el cielo. Un lugar de trabajo y reivindicación. ¿Dónde se consiguió que se pudiera descansar los sábados? Aquí. 

Acudamos a una mirada ajena: la hija de Ignacio Arias, Marina , es una apasionada de las Parroquias Rurales. Y abrió un paréntesis en sus oposiciones a la Judicatura para acompañar a su padre en un viaje hacia el pasado: “Tengo una sensación extraña, por un lado me horroriza un paisaje tan deteriorado y, por otro, me encanta. El contraste entre la montaña destrozada, y tan triste sin gente, junto a esas partes donde empieza a haber vegetación”. Lo que fue frente a lo que será. Territorio de tierras movedizas y montañas inamovibles, de restauraciones terminadas y otras sin empezar, de leyendas (la del perro valiente, es larga de contar, para otro día) e historias de ovejas exploradoras. 

Conoce muy bien ese terreno Hugo González, ingeniero jefe de la mina durante 15 años. “Es el sino de la minería”, explica, “ se cerró en 2018 y ahora se trata de restaurar las zonas para que estén menos afectadas del uso que tuvieron en su día. Me gustaría más que siguieran proyectos mineros porque es lo que viví. También se podrían compaginar lo minero con lo solar si hay futuro. Y si no puede ser, al menos que haya algo de industria porque en la zona hay pocas salidas aparte de la minería”.

Seamos positivos, dentro de cierta resignación. A González le impresiona aún un “yacimiento enorme en cantidad y calidad. Es un valle pequeño con una mina de enorme potencial, es una pena que se decidiera que no tenía futuro. Otras zonas mineras con menor potencial de yacimiento tienen algo de actividad y aquí no”. 

“Hubo mucho desánimo cuando cerró la actividad minera”, recuerda, “y ahora al menos se ve una opción de futuro. Con una actividad nueva y sin perder la esperanza en que algún día se pueda reanudar la minera”.. La mina interior, explica, “tiene infraestructuras muy grandes. No es tan visual como el exterior pero cuenta con varias secciones de túnel, muchos kilómetros de mina con mucha obra dentro. Se cortan todas las capas de carbón y accedes a una u otra por vías secundaria”. Y cuenta, con un orgullo de paisanaje educado en paisaje familiar, que “era un carbón de muchísima calidad. Las térmicas cercanas hicieron por estos yacimientos en su día, tanto el Bierzo como en Asturias, porque eran térmicas para este tipo de carbón”. 

Empieza a llover en lo que algún día, si el proyecto sale adelante, será un gigantesco lugar preparado para atrapar la energía solar. Primero será necesaria una labor exigente y exhaustiva de regeneración integral para convertir los vestigios mineros en paisaje recuperado, un lienzo de Naturaleza viva. Las sensaciones son positivas y, tal vez, la liebre de piornal o de Castroviejo que observa con ojos precavidos y curiosos la comitiva de todoterrenos tendrá muchos más escenarios verdes por los que correr. El convoy inicia el descenso. Queda abierto un interrogante que pronto tendrá respuesta por parte del Principado. En juego, un paisaje que sueña con recuperar el esplendor original y un paisanaje que necesita el calor de un proyecto de futuro.

Los paneles fotovoltaicos, eximidos de la estética exigida a las cubiertas

El Gobierno del Principado de Asturias anunció su decisión de eximir a los paneles fotovoltaicos de la obligación de cumplir las condiciones estéticas que la normativa urbanística exige a determinadas cubiertas, con el objetivo de facilitar su instalación para autoconsumo.

La decisión, adoptada por la Comisión de Urbanismo y Ordenación del Territorio del Principado de Asturias (Cuota), resuelve de esta forma la disparidad de interpretaciones que se estaban dando desde algunos ayuntamientos sobre la necesidad de que estos paneles cumplan determinadas normativas estéticas, lo que hacía incompatible su instalación en las cubiertas.

La Cuota, dependiente de la Consejería de Medio Rural y Cohesión Territorial, es de la opinión de que este tipo de montajes que se colocan en suelo no urbanizable (que es competencia de este organismo) son una instalación y no un material de cubrición, por lo que. a falta de una regulación expresa, no deben cumplir los citados requisitos de apariencia, informó ayer el Gobierno del Principado.

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