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En la celebración del Día de la Madre

Las madres asturianas: esfuerzo, tesón y valentía con nombres de mujer

Personalidades de la sociedad asturiana ensalzan la figura y labor de sus progenitoras en la celebración de su homenaje

Especial Día de la Madre

Coincidiendo con la celebración del Día de la Madre, este periódico ha pedido a nueve representantes de diferentes ámbitos de la sociedad asturiana que escriban unas palabras dedicadas a sus progenitoras, acompañadas además de la foto que ellos mismos han elegido. Todo en homenaje a las madres asturianas que durante años, aunque sean duros como los que toca vivir ahora, han criado con tesón a sus hijos e hijas.

Beatriz Díaz, su madre Amelia y su hermana Nieves en Villada, su lugar de veraneo en Castilla y León de toda la vida.

Beatriz Díaz | Soprano

“La he visto esforzarse toda la vida, sin descanso; es una auténtica ‘superwoman’”

Se dice que la familia no se elige. Por eso, estoy aún más agradecida a la vida por tener unos padres maravillosos. Mi madre, Amelia, ha sido el espejo en el que mirarme, y no solo porque digan que somos dos gotas de agua, sino porque me ha ido dando herramientas, ya desde mi más tierna infancia, para enfrentarme a la vida.

Lo ha hecho no solo a través de las palabras, sino con hechos. ¡Y eso que mi naturaleza rebelde no se lo ha puesto nada fácil! Nos ha educado a mi hermana Nieves y a mí para ser responsables, fuertes e independientes. Para volar con nuestras propias alas. Es una auténtica “superwoman” multitarea: ha sido una gran maestra, a la par que madre y ama de casa. Lo mismo te da una clase de matemáticas que te hace un vestido o te teje un jersey. Además, mi madre sabe cocinar maravillosamente. ¡Y como abuela ya es insuperable!

La he visto esforzarse toda la vida. Sin descanso. Nos ha regalado casi todo su tiempo estando disponible las 24 horas del día para echarnos una mano siempre que haga falta. Mostrándonos que siempre será nuestro pilar. Y ahora que yo también soy madre, aún pongo más en valor todo su esfuerzo. Espero que su ejemplo me sirva para educar a mi hijo con los valores necesarios para convertirse en una gran persona. Yo, desde luego, no tengo más que admiración y agradecimiento hacia mi madre. Ella es muy discreta y siempre comenta que le gusta estar en “segundo plano” así que no sé cómo se tomará estas palabras que le dedico en público. Pero yo no puedo dejar pasar la ocasión que me brindan sin decir públicamente: ¡Gracias y te quiero mamá!

Marcos Morán con su madre, Geli.

Marcos Morán | Chef con estrella Michelin

“Está hecha de la raza de las trabajadoras incansables,

el amor propio y la casta”

Nacía en los 50 en una familia humilde. Hija de Caquel y Ame. Ángel, “Caquel”, era minero en La Camocha, y Amelia, Ame, limpiaba casas y fue cuidando, como pudo, primero a Geli, la mayor, y después a tres hijos más en el bajo de un edificio en el barrio de Ceares, eso que ahora parece que ya no existe pues todos lo llaman Puerta de Viesques, El Coto de Arriba u otras mandangas que se inventan para aparentar. Muy pronto aprendió a andar en bicicleta y los que la conocieron entonces decían que con destreza. Siempre tuvo una melena negra que llama la atención. Guapa a rabiar, al punto de que Caquel discutía mucho el uso de esos pantalones que ayudaban a marcar las curvas pues la figura de Geli era espectacular. Con los años, Ame pudo empezar a confiar en Geli, dejándola a cargo de sus hermanos. Ya empezaba a sentir lo que era la responsabilidad. Tanto es así que con tan solo 16 años empezó a trabajar en la fábrica de Confecciones Gijón como planchadora de las afamadas por aquella época Camisas Ike. Salía con las amigas lo que la dejaban, nunca descuidando su trabajo, del que evidentemente dejaba en casa el sueldo. Eran épocas distintas, con menos lujos; pero tiempos de los que pocos hablan mal, cosa que debería hacernos pensar. Esos años de adolescencia pasaron volando hasta que llegó Pedro a cortejar. El chaval, no muy alto y especialmente bien vestido, siempre aparecía con un coche diferente a cada cita, por lo que ella, inocente, pensaba que trabajaba en un taller. Pedro, en realidad, le pedía prestado cada vez un coche distinto a cada familiar, vecino o empleado del restaurante de sus padres y abuelos. Intentaba impresionarla, pues él de ella se quedó impresionado en cuanto la vio. El noviazgo fue descubierto en un día de la sardina, en Candás. La joven pareja se las pensaba muy felices cuando en plena tarde apareció toda la plana mayor de la familia de Casa Gerardo. A Pedro siempre le costó guardar bien un secreto. Se casaron y Pedro se la llevó de Ceares para Prendes. Le cambió la plancha y las camisas por les fabes, el arroz con leche y la implacable Geles, su suegra. Una mujer con mucho carácter que, sin negarse a aceptarla, nunca le puso las cosas fáciles. Poco a poco, Geles vio que Geli estaba hecha de una raza que le gustaba, la de las trabajadoras incansables, el amor propio y la casta. Por otro lado, nada más llegar y durante años, Geli sintió el apoyo de Gerardo, el abuelo de Pedro, el gran Gerardo de Prendes, que por alguna razón vio en Geli una buena aliada para que en un futuro cercano ayudase a su nieto a dirigir el negocio familiar. Todo lo que viene después es historia reciente, de la que se ha escrito y sabido mucho, especialmente de Pedro, mi padre, y mía. Pero la historia nunca recuerda a los que hay detrás de las figuras reconocidas. Por eso quería aprovechar para rendir en estas líneas homenaje a quién supo ser hija, esposa y madre además de partícipe de la evolución del restaurante sin que nadie le pusiese el foco de la fama. Siendo ella tan culpable de éxitos y honores como los que si los hemos recibido. Mi madre es una currante tremenda, una persona que siempre mira por los suyos y que no escatima esfuerzos en que quien está a su lado no le falte de nada. Yo me siento muy culpable de no haber sabido agradecerle lo suficiente tantas y tantas cosas. Te quiero mamá.

Joel García, con su madre, Carmita.

Joel García, con su madre, Carmita.

Joel García | Empresario, presidente de la patronal de la construcción

“Puedes sentirte satisfecha, has conseguido tu objetivo entregando toda tu valentía”

¡Hola Madre!

Si esto fuera una película se llamaría “6 hombres y una mujer”.

Un padre , un marido y cuatro hijos de raza indomable pero que tú, con tu matriarcado, conseguiste encauzar y con quienes lograste convivir durante muchos años.

Hoy puedes disfrutar de lo que fue tu máxima preocupación: “Sacar estos nenos adelante “. Hemos recorrido el camino marcado contra todo pronóstico y, aunque sabemos que no dejarás de preocuparte por nosotros, hoy puedes sentirte satisfecha, has conseguido tu objetivo, lo has conseguido entregando toda tu valentía, energía, tesón, perseverancia y mala hostia que tenía; pero, sobre todo, con tanto cariño que no soy capaz de medirlo, aunque se podría definir como infinito. Anteayer mismo, tus ojos al vernos desprendían el mismo amor de siempre.

Pero hay muchos más objetivos que has conseguido y este no es para olvidar. Hoy seguimos unidos, tal vez más que nunca, a pesar de la dificultad de que ya no somos 4 sino casi 16, de raza más tranquila, afortunadamente, pero variopintos todos y que gracias a ti y a lo que nos has enseñado somos capaces de estar unidos, de seguir conviviendo y de que nuestros hijos sean en muchos casos más que primos.

Esos son tus nietos, los que se pelean por dormir contigo o que lloran cuando tienen que marchar de Muñás por no dejarte sola.

Bueno, madre, en nombre mío y de mis hermanos darte las gracias por todo lo que has hecho y lo que sigues haciendo, por haber entregado toda una vida a nosotros, por haber conseguido forjar esta familia y por infinidad de cosas más.

Que te queremos mucho, que eres la más guapa y, por supuesto, la mejor madre del mundo .

¡Feliz día de la madre!

María Cabral, madre de Luisa María Benvenuty, con su nieto Fran.

Luisa María Benvenuty Cabral | Jefa superior de la Policía Nacional en Asturias

“Me enseñaste a ser valiente, a luchar con las armas del amor incondicional y el esfuerzo”

Nunca te gustó el mes de enero; quizá por eso te fuiste ese mes con tu estilo callado, sin ruido. Sigues siendo mi clave de bóveda, mi ejemplo y mi guía, mamá. Soy la mujer que soy gracias a ti, a tu ejemplo, tu espíritu de sacrifico y dedicación, me enseñaste a ser valiente, a luchar con las armas del amor incondicional, el trabajo y el esfuerzo. Tu fe inquebrantable en Dios y en tus dos hijos a los que tuviste que educar y cuidar tu sola desde muy pronto, fue el motor y la guía de tu vida. En estos tiempos en los que el feminismo y la promoción de la mujer son enarbolados como bandera, yo siempre te pongo de ejemplo: mujer luchadora, defensora de la promoción de tus hijos en igualdad, siempre me animaste y tuviste muy claro que llegaría a ser lo que yo quisiera. Tu huella permanece en mi vida y es la referencia para mi otra profesión, que nunca se acaba, la de madre, de la que por mucho que lo intente no lograré estar a tu altura. Te quiero, mamá.

Joaquín Serrano, con su madre, María Teresa Vila Fernández.

Joaquín Serrano | Párroco de Lugones

“Gracias, mamá, por una vida entera de sacrificios, luchas y trabajos”

Asumo con gusto la invitación de LA NUEVA ESPAÑA para que en un día como el de hoy podamos homenajear y felicitar a todas las madres. Y yo particularmente a la mía, marcada con una vida entera de sacrificios, luchas y trabajos que, finalmente, ha sido compensada generosamente por Dios con su longevidad. Desde los dramas y carencias de su infancia a la truncada felicidad de su joven matrimonio por una prematura viudedad, su primogénita y yo fuimos después su fuerza y el motor de toda su vida. Hoy doy gracias Dios y a la Madre de todas las madres asturianas, la “pequeñina y galana” de Covadonga, por haberme regalado esta singular madre y poder agradecerle el regalo de una vida vivida y gastada para mí y para toda su familia, permitiéndonos devolverle ahora solo unos pocos de los muchos cuidados que ella nos dio con tanto esfuerzo y cariño, y poder decirle hoy como cualquier hijo a su madre: “Mamá, muchas gracias y felicidades; te queremos mucho”.

Saúl Blanco, en el cuello de su madre, Inmaculada González.

Saúl Blanco | Jugador de baloncesto

“Muchas gracias por ayudarme y aconsejarme para tomar buenas decisiones”

Feliz Día de la madre, mamá. No sé muy bien qué decirte en este día más que gracias. Gracias por estar siempre ahí, en los momento buenos y en los no tan buenos. Gracias por ayudarme y aconsejarme para tomar buenas decisiones, y por apoyarme en todas las que he tomado y las que voy a tomar; y tú y yo sabemos que este año he tenido que tomar unas cuantas importantes. Gracias por darme serenidad en los momentos en los que me ha faltado. Gracias por estar ahí todos los días, por acudir a todos los partidos y por recorrer tantos kilómetros solo para poder estar un momento conmigo. Gracias también a ti, papá, por acompañarla, ayudarla y hacerla feliz todos estos años.

Muchas gracias, te quiere y os quiere, vuestro hijo. 

Saúl Craviotto con su madre, Emma.

Saúl Craviotto

Piragüista olímpico

“Mi madre, para mí, es un pilar esencial en mi vida, la persona que siempre está a mi lado, en los buenos y malos momentos. Te quiero mamá”

María José Villanueva, a la izquierda, y su hermana María Villanueva, con su madre, Maribel Ordóñez.

María José Villanueva | Jefa de Programas Covid de la Consejería de Salud

“Se arremangó cuando la situación familiar apretaba”

Hay personas que viven para sí mismas, y personas que viven para los demás. Personas que hablan y hablan sobre lo que se debe o no se debe hacer, y personas que con sus acciones nos muestran lo que es hacer el bien. Personas vagoncetas y personas esforzadas. Personas disipadas y personas centradas, espabiladas y resolutivas. Y ante todo hay personas no muy buenas y personas que destilan bondad por cada poro de su piel.

Pues bien, mi madre, Maribel, pertenece en todas estas calificaciones a las del segundo grupo: entregada a los demás, siempre haciendo el bien, esforzada, espabilada, resolutiva y, ante todo, bondadosa.

Lo que yo llamo un ejemplo de vida. Su bienestar era y es ver felices a su familia y a todo ser que conocía. Madre de tres hijos adolescentes, se arremangó cuando la situación familiar apretaba y se puso a estudiar enfermería en largas noches en la mesa de la cocina mientras preparaba la comida para el día siguiente. Y lo consiguió. Y fue la enfermera de todo aquel al que conocía; y del que no conocía y la necesitaba, también. Siempre dispuesta a acompañar a alguien al hospital, a administrarle una medicación, hacerle una cura, a todo lo que fuera necesario. Y, por supuesto, siempre cuidando de hijos, sobrinos, y, claro, de sus adorados cinco nietos.

Una grave hemorragia cerebral, el 16 de agosto de 2014, la llevó a ella a una UVI y a papá con un infarto a otra UVI del HUCA; sí, el mismo día... Cosas que suceden... Trastocó su actividad incansable. Pero peleó y salimos del hospital; y, entre todos, tuvimos oportunidad de ayudarla, de devolverle apenas unas milésimas de lo mucho recibido. Desde entonces disfrutamos aun más de esos momentos únicos que la vida nos da, incluidas nuestras comidas familiares, las tardes de chocolate con churros y la ópera. De dejarnos fascinar por el regalo de la familia y de los amigos, del hechizo de la música, la escena y el canto. Pequeños milagros de la vida.

Adoro a mi madre. ¿Cómo no hacerlo? Sirvan estas líneas de humilde homenaje a ella y a tantas madres que con su testimonio de vida nos muestran que ellas son uno de los pilares fundamentales sobre los que construir un mundo mejor.

Maruja y Luis Trapiello en los años 70.

Luis Trapiello | Cineasta

“Una madre son todas las madres, el mismo tronco común, la misma naturaleza”

Una madre son todas las madres, el mismo tronco común, la misma naturaleza, la misma angustia incondicional, por eso una señora en Azerbaiyán te saca una rebequita de piel de cabra por la tarde, por si refresca. Será por eso también que las mujeres están más interconectadas.

Desde Lucy, en la Garganta de Olduvai, hasta Maruja Trapiello, desde las huellas de Laetoli hace 3,5 millones de años en que unos pies pequeños iban pisando dentro de las marcas que su madre iba dejando en la ceniza de un volcán, llevamos caminando en busca del sentido de la vida, y ese sentido resultó ser, sin más, el continuar la vida, no hay otro mandato tras el bocadillo de jamón de la merienda. No tires lo blanco y a las nueve en casa, resuenan cóncavamente en la memoria de la humanidad; y es por eso que la única categoría profesional que existe es la de reponedores de equis e íes en la cadena de montaje de los genes que las madres componen. ¿De dónde vienes? De por ahí.

La mía nos dejó hace tiempo, y en ese momento sientes que ya no tienes suelo bajo los pies.

Hizo el camino inverso de la vida con la aterradora y poética enfermedad de olvidarse y desandar el camino.

El amor incondicional. Como vaya y lo encuentre yo.

Desaprendió palabras, extravió el hablar, pero recordaba la canción “La cucaracha” por lo bajo. Fue olvidando andar, perdiendo las caras de los demás y la propia en el espejo. Cebar la papilla, volver a los pañales y desaparecer.

Cuando había naufragado casi por completo, el último gesto que permaneció fue mecer su propio tacatá, o lo que tuviera al lado, como si fuera una cuna. Ea ea.

Madre no hay más que una y a ti te encontré en las redes sociales. “Porque no tiene/ porque le faltan/ las patitas de atrás”. Si estuviera hoy, mi estado, como reza el de una amiga, diría: “Mi madre me está escribiendo un whatsapp”.

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