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Investigación, divino tesoro | Economía

Sube la economía, sube el cambio climático

Roberto Balado desarrolla el primer modelo teórico en incluir el efecto de las élites sobre el crecimiento sostenible | El ovetense fue de menos a más: su currículum no estaba a la altura de un contrato predoctoral y acabó lográndolo

Roberto Balado y Matías Mayor, delante de la fachada principal de la Facultad de Economía y Empresa, en Oviedo. Luisma Murias | L. MURIAS

Son las nueve y media de la mañana. Y Roberto Balado Naves, ovetense de 28 años, lleva un bote de Cocacola en la mano. Apenas lleva cinco horas de sueño encima. La noche anterior estuvo hasta las cuatro de la madrugada trabajando. Este joven economista está en su último año de doctorando y la suya ha sido una carrera de superación personal. Salió del grado con un currículum no especialmente brillante y, a base de mucho pelear, consiguió el año pasado una ayuda regional “Severo Ochoa”, que es la que reciben los investigadores predoctorales más competitivos. Por si fuera poco, el contenido de su tesis sobre el crecimiento económico en el contexto de cambio climático, ha sido un “trabajazo”, en palabras de uno de sus directores, el profesor titular del departamento de Economía Aplicada Matías Mayor.

“Los objetivos que se marcó son muy amplios y ambiciosos. Y optar por el camino, a priori, más complejo, cuando sabemos que la carrera de los jóvenes investigadores no está financiada suficientemente, es muestra de su vocación”, subraya Mayor. Su discípulo Roberto Balado acaricia el final de este camino –prevé presentar la tesis a finales de verano– no sin estrés. “La investigación es muy dura. Te tiras mogollón de tiempo para conseguir resultados. Pero mi idea es continuar en ella. No voy a tirar ahora todo mi trabajo por la borda”, admite.

La tesis de Balado consta de tres partes: la realización de un estudio empírico, el desarrollo de un modelo macroeconómico y la comprobación de que ese marco teórico funciona en la práctica. Con los resultados del primer capítulo publicó su primer estudio en una revista científica. “El objetivo era –explica– recoger datos de fuentes oficiales y hacer estimaciones. En concreto, se trataba de medir si el crecimiento económico podría ser compatible con menos emisiones de dióxido de carbono considerando un grupo representativo de países y teniendo en cuenta variables como el uso de energías renovables y el peso del sector terciario”.

Lo más novedoso de su estudio es que incorporó la existencia de dependencia espacial. Dicho con otras palabras, cómo influye un país sobre otro en la contaminación, ya sea a través de la difusión de mejores tecnologías o de las relaciones comerciales. Y las principales conclusiones fueron que “el crecimiento económico por sí solo no puede reducir las emisiones, sino que acelera el cambio climático”; que “todo apunta a que hay un traslado de contaminación de los países ricos a los pobres a través del comercio”; y que “la difusión de tecnología eficiente en el uso de la energía es muy significativa para reducir emisiones”.

La segunda parte de la investigación fue la más ardua y la más novedosa. Roberto Balado se propuso hacer un modelo macroeconómico que sirviese de soporte para la investigación de la relación de la economía, las instituciones y el cambio climático. “No hemos encontrado ningún modelo formalizado que haya incorporado el rol de las élites y las instituciones, como hechos hecho nosotros, para conocer su efecto económico sobre el cambio climático a través del crecimiento económico”, destaca el ovetense. “Tratamos de ver si aquellos países con mejores controles sobre el comportamiento de las élites políticas dan lugar a unos impuestos y financiación en I+D que puedan favorecer o no la sostenibilidad”, apunta. Aunque los resultados finales aún no están publicados, Balado y Mayor adelantan que una de las cosas que han comprobado es que “reduciendo la cantidad de energía consumida a través de una rápida mejora tecnológica, quizá no fuese necesario emprender una transición hacia las renovables o subir los impuestos a las empresas más contaminantes”. No obstante, son conscientes de que este punto es “difícil de conseguir”, ya que obligaría a “movilizar muchos recursos públicos hacia la innovación” de las compañías y “requeriría de unas instituciones no extractivas”. Es decir, que “la acción de las élites políticas a través de las políticas públicas fuera dirigida a crear incentivos a la competencia y la innovación, mejorando el bienestar general, y no a la mera extracción de rentas”.

Roberto Balado, en el campus del Cristo de la Universidad de Oviedo. |

Por último, el tercer capítulo de la tesis consiste en hacer un análisis empírico para comprobar, mediante técnicas econométricas, que el modelo teórico se ajusta a la realidad, utilizando variables como la renta per cápita, la intensidad energética, o la calidad institucional. En este contexto, “realizaremos un análisis de convergencia, que va más allá de averiguar cómo se relacionan las variables. Lo que intentamos es ver si un país más o menos democrático fomenta o no las emisiones de CO2, y si lo países se mueven en un mismo sentido o no”, detalla Roberto Balado. Porque lo importante, agrega, “no es que cada país disminuya las emisiones, sino que además vayan todos por la misma senda y no haya divergencias”.

Detrás de todo esto, señala Matías Mayor, hay “políticas”. “Analizamos lo que se está haciendo y, por otro lado, proponemos orientaciones de política económica para saber en qué se debe incidir”. Mayor, que codirige la tesis de Roberto Balado junto al investigador José Baños, del departamento de Economía, destaca la importancia de hacer un modelo teórico y no quedarse solo con un análisis empírico, porque solo con éste “puedes estar equivocado”.

El joven investigador ovetense acabó la carrera de Economía en el curso 2014-2015 y, tras ello, decidió estudiar un máster de Instrumentos del Análisis Económico. “En ese momento no veía muchas posibilidades de trabajar en el sector privado y decidí hacer un máster para diferenciarme un poco del resto, ya que en Económicas somos muchos los graduados”, cuenta. Y una cosa le llevó a la otra y acabó matriculándose en el programa de doctorado en 2016. Su tesis se enmarca dentro de la macroeconomía, porque es el área que más le gusta. “Es como un puzzle”, dice. Para sacar adelante la investigación estuvo dando clases particulares y ejerció como profesor de sustitución en la Facultad de Economía y Empresa hasta que a principios de 2020, es decir, cuatro años después de iniciar el doctorado, consiguió un contrato “Severo Ochoa”, de unos 1.000 euros mensuales. “No me puedo quejar. Cuando acabé la carrera no tenía un buen currículum y entiendo que las ayudas se las hayan dado primero a otros que a mí”, sentencia.

Una investigación triple


  • ¿Qué investiga? La relación entre el crecimiento económico y el cambio climático. Para ello, ha realizado un análisis empírico, consistente en medir, a través de diferentes variables, si ese crecimiento puede ser compatible con una reducción de las emisiones de CO2. También ha desarrollado un modelo macroeconómico que sirva de soporte a los investigadores para hacer este tipo de análisis. Y, finalmente, otro análisis para comprobar que ese marco teórico funciona en la práctica.   
  • ¿Por qué es importante? Porque incorpora nuevas variables. Por ejemplo, en el primer análisis incluye la dependencia espacial (cómo influye un país sobre otro) y en el modelo macroeconómico tiene en cuenta por primera vez el rol de las élites y las instituciones sobre el crecimiento sostenible.  
  • ¿Cómo se financia? Desde principios de 2020 con un contrato “Severo Ochoa”, de unos mil euros mensuales. Anteriormente, ejerció de profesor de sustitución en la Facultad de Economía y Empresa, y también dio clases particulares. 

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