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¿Cómo afectó la pandemia a las enfermeras en Asturias? Un 17% sufre depresión por el estrés (y otros preocupantes porcentajes)

Un informe de la Universidad alerta de que las plantillas están “al límite y la fatiga será crónica”

Por la izquierda, David González-Pando y Esteban Gómez, presidente del Colegio de Enfermería. | L. P.

Los datos que ha dejado tras de sí la pandemia del covid-19 son desoladores para colectivos tan expuestos como el de la enfermería, en primera línea de la lucha contra la enfermedad desde el primer día: la depresión y la ansiedad se han disparado y un 7,7 por ciento de estos profesionales están recibiendo tratamiento por problemas relacionados con estas dos dolencias. Un 35 por ciento de ellos, además, cree que necesitará ayuda psicológica dentro de poco.

El Colegio Oficial de Diplomados y Graduados en Enfermería del Principado de Asturias presentó ayer en Gijón un estudio elaborado durante la segunda ola de la pandemia, en el mes de diciembre del año pasado, por el área de Ciencias Psicosociales de la Facultad de Enfermería de Gijón y profesores de la Facultad de Psicología de Oviedo para conocer de primera mano la afectación psicológica que las enfermeras estaban sufriendo durante la pandemia, y los resultados “son preocupantes y deben llamar a la reflexión”, indicó David González-Pando, investigador encargado de dar a conocer los números. De una muestra de 439 enfermeras del SESPA, “dos de cada tres presentan síntomas de ansiedad, y casi la mitad presentan síntomas depresivos en mayor o menor nivel”.

Es más, “se han detectado un 17 por ciento de casos de depresión y un 32 por ciento de casos de ansiedad en trabajadores en activo”. Y las cifras negativas no se acaban ahí: un 76 por ciento de las enfermeras presentan niveles altos del llamado síndrome de burnout o del trabajador quemado. Una forma de medir el estado de agotamiento mental, emocional y físico que se presenta como resultado de exigencias agobiantes y estrés crónico, y que en el caso de las enfermeras es “especialmente grave por la influencia que tiene en el desempeño del sistema y por lo costosa que es la recuperación de estas profesionales para las que no hay recambio”, alerta el estudio.

La investigación arroja datos interesantes en lo que se refiere a los factores que desencadenan el estrés, y pone el foco sobre la falta de experiencia. “Los profesionales con menos de diez años de experiencia laboral experimentaron más estrés”, indicó González-Pando, quien destacó cómo hasta un 13 por ciento de los consultados percibió indicios de rechazo en la comunidad. Y un 93 por ciento de las enfermeras concluyó también que eran un peligro para sus propias familias como consecuencia de su trabajo. No en vano, un diez por ciento de las enfermeras resultaron infectadas, y una de cada cuatro pasaron por al menos un confinamiento preventivo.

Con todas estas cifras sobre la mesa, los investigadores sostienen que es necesario “establecer mejores canales de apoyo psicológico en el trabajo”, algo que la gran mayoría de las enfermeras perciben como positivo. Y junto a ello, existe “un problema latente de burnout que debe ser vigilado y que puede tener consecuencias poco deseables sobre el sistema”. En este punto el informe alerta de nuevo de que las plantillas están “al límite y la fatiga corre riesgo de cronificarse, aumentando problemas como el absentismo y la pérdida de compromiso con la organización”.

Por todo ello es preciso “entrenar a las enfermeras en la gestión del estrés, la ansiedad o el miedo y proporcionarles medios para combatirlos”. Cuidar a los profesionales es una de las claves de futuro, porque “las enfermeras que se sentían más apoyadas por sus jefes o más identificadas con la organización estaban más protegidas”. Y con ello, también lo estará la salud de todos los asturianos.

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