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Bastida echa en falta al jubilarse una Universidad “más reflexiva y reposada”

El catedrático, figura central del grupo constitucionalista de Oviedo, recibe el homenaje de juristas de todo el país por su “honestidad” y magisterio

Francisco Bastida. | Miki López

El catedrático de Derecho Constitucional Francisco Bastida Freijedo, figura central del grupo de constitucionalistas de Oviedo, se jubila al cumplir los setenta años y sus discípulos, compañeros y colegas de disciplina quisieron rendirle un homenaje en la mañana de este viernes, a través de la plataforma Microsoft Teams, porque la pandemia impide reuniones más cercanas y calurosas. Uno de sus discípulos, el hoy rector Ignacio Villaverde, no dudó en calificarle de “universitario honesto y comprometido”, un “maestro” desprendido, que “siempre ha estado ahí” para dedicar su tiempo a quien lo requiriese, y que se echó a las espaldas la tarea de levantar “una escuela” de Derecho Constitucional desde la nada. Bastida, entre emocionado y divertido, quiso dejar claro que su jubilación “no es una muerte académica” y que seguirá vinculado a la Universidad. Eso sí, advirtió de la “falta de reposo y reflexión” en la Universidad actual, debido a la inmediatez de las nuevas tecnologías, sin olvidar otro”problema más general”. Y es que “Kelsen está en retirada y vuelve Carl Schmitt, de forma que el Derecho Constitucional es cada vez más un Derecho Político”. Y avisó: “Cuando lo debido sucumbe ante lo que conviene, el Estado de Derecho se resiente”.

Alguno de los participantes en el homenaje, como el propio rector Ignacio Villaverde, el exministro de Justicia socialista Francisco Caamaño o el constitucionalista catalán Marc Carrillo, le recordaron a Bastida los retos intelectuales que aún le restan, como el “salto a la gran teoría del Derecho Constitucional democrático, la teoría del todo de la soberanía borrosa”. Para Caamaño, el gran logro de Bastida fue revelar que “la Constitución es constitución en la medida que sirve a las personas”, la “humanización de la teoría del Estado”. El exministro consideró como la mayor aportación de Bastida su trabajo sobre la soberanía borrosa, “profundo y anticipatorio”, en el que se habla por primera vez de democracia electrónica, de los problemas que genera “esta sociedad tan desigual”. “Está por hacer una teoría de la borrosa del Derecho y quizá sea el momento de retomarlo”, sugirió Caamaño, al que Bastida le ofreció en su día un hueco en el departamento en Oviedo.

Ricardo Luis Chueca, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de La Rioja, se remontó a los inicios de la disciplina en los años setenta. “Nos formamos como constitucionalistas mientras la Constitución arrancaba y aún había que hacerla familiar, de error en error. La mayoría de los juristas de la época lo veían como algo provisional, luchábamos contra la misma historia del Derecho español, y nuestro compromiso nos obligaba a comprometernos políticamente, con lo que se produjo una descapitalización de la Universidad”. Fue una generación, añadió, que tuvo que “aprender a enseñar” una disciplina. E indicó que los “astur-kelsenianos”, la escuela constitucionalista de Oviedo, en la que se incluyen desde los ya fallecidos Ignacio de Otto y Joaquín Varela, hasta Ramón Punset, Juan Luis Requejo y el propio Bastida, a los que luego se uniría la segunda generación formada por Ignacio Villaverde, Miguel Presno, Paloma Requejo y Benito Aláez, fue el primero en tener una conciencia de grupo, y “los mejores en sentido propio”.

Miguel Presno recordó la trayectoria de Bastida como profesor avanzado, con sus exámenes de test. “Combinaba rigor y creatividad”, indicó, al tiempo que resaltó su proyección en la sociedad, “de forma crítica y pedagógica, con honestidad”. Villaverde desveló que hubo que convencerle para entrar en el Consejo Consultivo, y resaltó que, “como científico del Derecho, tenía el don del orden y la sencillez”. Benito Aláez glosó por su parte los logros teóricos de Bastida, con su trabajo sobre la soberanía borrosa.

También quiso intervenir el exsíndico de cuentas del Principado Antonio Arias, antiguo alumno de Bastida, de quien recordó sus clases de lenguaje directo, que calaba en los alumnos de la época, así como sus “exámenes duros”, al tiempo que resaltó sus colaboraciones en LA NUEVA ESPAÑA, fruto de muchas tardes de trabajo, y la ejemplaridad de su trayectoria en el Consejo Consultivo. El vicedecano de Derecho Diego Álvarez recordó cómo las clases de Bastida le habían “deslumbrado”, y dijo no poder comprender la Facultad de Derecho de Oviedo sin la presencia del catedrátrico. Otros profesores, como Pilar Jiménez Blanco, María José García Salgado, José Roca, Leonardo Arce, Ángel Espiniella, Francisco Balaguer o Begoña Sesma (presidenta del Consejo Consultivo), ensalzaron su figura con cariño. A lo largo de dos horas salieron a relucir otros aspectos del catedrático, como su afición a la bicicleta, cuyo uso ha fomentado públicamente.

Bastida, por su parte, ante tanto halago, dijo con cierta sorna que “parecía que estaba hablando desde la UVI”, y avisó que el final de una etapa administrativa no era una “muerte académica”. El catedrático rememoró su trayectoria, primero en Barcelona, luego en Palma de Mallorca y finalmente en Oviedo, junto a Ramón Punset e Ignacio de Otto. Sobre la creación del llamado grupo de Oviedo, Bastida indicó que se había tratado de “una obra coral, me ayudaron muchísimo, les hice trabajar en cosas con poco rendimiento, como el código autonómico del Principado, pero que permitieron disponer de financiación y un premio Adolfo Posada”. Y recordó la frase que dijo cuando lo recibieron: “Hay que plantar árboles sin pensar si la sombra nos cobijará”. Y señaló que la “universidad está perjudicada por la inmediatez, con los docentes siempre pendientes de sexenio de la acreditación, y “falta el reposo y la reflexión”, “una reflexión que antes la aportaba la ausencia de tecnología, el folio en el carro de la máquina de escribir, que obligaba a tener las cosas muy pensadas”. De su trayectoria universitaria, destacó los logros y también las espinas. Pero rememorando la canción de Händel, se despidió diciendo: “Lascia la spina, cogli la rosa”.

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