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Sanz ordena a dos sacerdotes y a seis diáconos llamados a “una misión audaz”

Tres de los nuevos ministros están casados y pueden bautizar, presidir bodas, proclamar el Evangelio y predicar, pero no oficiar misa ni confesar

Los ocho ordenandos, ayer, en la Catedral de Oviedo. De izquierda a derecha, Artemio Grande, Xicu Firmu Duque y José María Laredo (diáconos permanentes); Marcos Argüelles y Arturo José Matías (presbíteros); y Natanael Valdez, Pedro Martínez y David Álvarez (diáconos transitorios). | | ELOY ALONSO

–¿Sabes si son dignos? –pregunta el ministro ordenante.

–Según el parecer de quienes los presentan, después de consultar al pueblo cristiano, doy testimonio de que han sido considerados dignos –responde el rector del Seminario.

Plagados de sutilezas lingüísticas –acrisoladas por dos mil años de tradición– están los ritos de ordenación de la Iglesia católica. Mientras el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, incorporaba ayer a dos presbíteros (curas) y seis diáconos (tres de ellos casados y con familia), un músico callejero tocaba en la plaza de la Catedral ovetense el celebérrimo “What a Wonderful World” (“Qué mundo tan maravilloso”) del más célebre aún Louis Armstrong.

La festividad de Pentecostés, punto final de los 50 días de celebración de la Pascua de Resurrección, marcó el inicio de la nueva etapa vital de seis asturianos, un abulense y un dominicano, en un templo con aforo limitado –unas 350 personas– y en una ceremonia concelebrada por medio centenar de sacerdotes.

“No son funcionarios que amplían la plantilla de los que se dedican al servicio pastoral (...). Son simplemente unos cristianos que han recibido una llamada como ulterior concreción de su bautismo (...). Podrían haberse dedicado al quehacer tranquilo de sus días y, sin embargo, se han dejado llamar por Dios que se cruzó en sus vidas y que ha puesto en sus manos una misión preciosa y audaz”, explicó el Arzobispo en una homilía desvinculada de la realidad sociopolítica circundante. Eso sí, Sanz Montes citó en varias ocasiones las palabras “confinamiento” y “restricciones” y lanzó una exclamación, “¡cuánto mentiroso hay por ahí suelto!”, abierta a múltiples interpretaciones.

Los nuevos sacerdotes son Arturo José Matías Gutiérrez, gijonés de 47 años y licenciado en Geología; y Marcos Argüelles Montes, nacido en Pola de Siero (1992) y graduado en Historia.

Tres de los diáconos han sido ordenados con carácter transitorio, como paso a convertirse en presbíteros el año que viene: Pedro Martínez Serrano, del Seminario diocesano misionero “Redemptoris Mater” y ovetense (1995); Natanael Valdez Arredondo (Santo Domingo, 1983), quien tiene formación como auxiliar de enfermería; y David Álvarez, avilesino de 37 años, quien antes de entrar en el Seminario realizó un grado superior en informática. La formación nunca está de más: ayer le resultó útil para echar una mano cuando los aparatos de grabación que tenía a su lado sufrieron una avería.

Y los nuevos diáconos permanentes son José María Laredo Argüelles (Gijón, 1967), jubilado como jefe de tráfico de transportes, casado y padre de una hija; Artemio Grande Bermejo, de Ozanco (Ávila), de 66 años, profesor jubilado, casado y padre de dos hijos; y Xicu Firmu Duque Ania, de Posada de Llanera (1968), metalúrgico y técnico jubilado, casado y padre de un hijo.

La figura del diácono permanente estaba presente en la Iglesia primitiva, luego quedó arrumbada y hace algo más de medio siglo la recuperó el Concilio Vaticano II. Faculta para bautizar, presidir la celebración de matrimonios, proclamar el Evangelio o predicar. En ningún caso pueden los diáconos celebrar misa o recibir confesiones, pero sí algo que la Iglesia considera aún más importante: “Dar el alto testimonio de la caridad desde su ministerio”, en palabras del Arzobispo.

Al término de la larga ceremonia, el músico callejero ya se había marchado de la plaza de Alfonso II el Casto. Pero en el ambiente flotaba el homenaje a “la oscura noche sagrada” (“the dark sacred night”) del sublime Louis Armstrong.

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