La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Memorias
Manuel Coque Fuertes Antiguo responsable de la Estación Pomológica de Villaviciosa, introdujo el kiwi en España

“Las vegas asturianas no pueden estar llenas de maíz y prao del país”

“En la Pomológica de Villaviciosa intentábamos que el agricultor se desarrollase, pero el asturiano es de una lentitud desesperante”

Manuel Coque. Irma Collín

Manuel Coque Fuertes ha dedicado toda su vida a la agricultura. Tiene 90 años y sigue cultivando su huerto en Pola de Siero. Nació en una casería de Cangas del Narcea, estudió en Madrid y es nombre de referencia en todo lo relacionado con el cultivo de frutales. Desde el servicio de Extensión Agraria, primero, y la Estación Pomológica de Villaviciosa (hoy Serida), después, estudió los mejores cultivos para Asturias y así, introdujo en España el kiwi y los pequeños (arándano, frambuesa, grosella y zarzamora).

La que sigue es la segunda parte de sus memorias, contadas para LA NUEVA ESPAÑA. (Para leer la primera parte, pincha aquí)

Kiwis a 500 pesetas el kilo

“Cuando trajimos los kiwis a España se vendían a 500 pesetas el kilo, tres euros, que era un dinero. La gente no creía mucho en ello y decían que era un montaje. Era diciembre de 1972 y tres años después, en 1975, ya había kiwis asturianos. Considerábamos que el kiwi era un cultivo intensivo muy interesante. La producción bruta por hectárea era elevada, andaba sobre los 20.000 kilos por hectárea que al precio que tenía, era un dinero. Claro, ese precio duró poco, porque era una cosa sin sentido ninguno.

Siempre pensé que las vegas del Narcea, desde Vegañán, más arriba de Cornellana, hasta la desembocadura del Nalón, había más o menos unas 1.000 hectáreas de terreno que en mi opinión era el lugar para que estuviese toda la fruta y la hortaliza de Asturias. No puede ser que se dedique a maíz y prao del país porque eso no produce casi nada. Pero había un problema, esas vegas era un arcoíris de propietarios y cada propietario encima tenía un montón de parcelas. Así no se podía trabajar.

Allá por los años 80 vino un francés que yo conocía porque tenía una plantación de kiwi muy cerca de Burdeos. Me pidió que le consiguiese una finca de un mínimo de 15 o 20 hectáreas. No pude. Había una finca con esas hectáreas en Cornellana pero la llevaban entre 50.000 que ni vivían allí ni la cultivaban ni nada, pero tampoco renunciaban y entonces no había forma, era meterse en 100.000 pleitos. Por estas cosas lo del kiwi fue muy lento. El agricultor asturiano es de una lentitud desesperante para cambiar de cultivo. Los catalanes no tienen nada que ver, evolucionan.

. El agricultor asturiano es de una lentitud desesperante para cambiar de cultivo. Los catalanes no tienen nada que ver, evolucionan

decoration

Volviendo al kiwi, empezó en Francia pero luego pasó a Italia y se extendió muchísimo más porque tienen mejor clima. En Francia hiela y el kiwi no soporta el hielo. Los italianos también tuvieron sus problemas. En el valle del Po, que es donde más lo desarrollaron, son zonas endémicas de granizo, entonces ponían una cubierta de red para evitar el granizo, pero eso tenía un inconveniente, las abejas, que son las que polinizan la planta entraban allí pero al querer irse después de polinizar tropezaban con la red y se morían. En España, el mejor sitio para el kiwi era la cornisa cantábrica. Había una empresa de Zaragoza que tenía 35.000 hectáreas de frutales en toda España. Tenían algo en Huelva y como mi mujer era de Jaén, el director me pidió que le echase una ojeada. Cuando bajé con mi mujer vi que aquello iba mal”.

Manuel Coque. Irma Collín

Los pequeños frutos.

“Después del Kiwi trabajamos con pequeños frutos, arándano, frambuesa, grosella y zarzamora. Empezamos a plantar arándano en el 84 o el 85. Era un cultivo muy intensivo muy adecuado para los pequeños agricultores, que podrían ganar un jornal de su propia explotación, porque la mayor parte del coste es de recolección. En Asturias tenían poca tierra y mano de obra infrautilizada. Así que con este cultivo intensivo creíamos que podían ganar un dinero.

Yo había escrito algo del arándano, algún pequeño folleto, y cayó en manos de un alemán que tenía una finca muy grande de naranjos en Huelva. Aquel hombre viajaba en avión particular porque había sido piloto en la guerra. Vino a verme y aterrizó en Ranón con su avioneta. Vio los pocos arándanos que teníamos plantados en Villaviciosa y unas pocas en borres, en Tineo, y le gustó aquello. Me pidió, igual que había hecho el francés, que le buscase una finca adecuada. Tenía mucho interés en establecerse aquí.

Un alemán me pidió que le buscase una finca de gran superficie, de al menos 15 o 20 hectáreas para cultivar frutos rojos; además estaba dispuesto a hacer un contrato con todos los agricultores que quisieran producir estos frutos para comprárselo todo

decoration

Dijo lo mismo que el otro, que necesitaba una finca de gran superficie, de al menos 15 o 20 hectáreas. Además estaba dispuesto a hacer un contrato con todos los agricultores que quisieran producir estos frutos para comprárselo todo. Aquello ya no estaba en mi mano, estaba en mano de los políticos, porque hay terrenos por ahí que son comunales y esas cosas.

Los políticos de turno, no vamos a decir nombres, no se fiaban de él, consideraban que era una multinacional que lo que venía era a aprovecharse de los agricultores. No apoyaron la idea. Aquel alemán vino dos veces con su avión desde Hamburgo y la segunda vez ya me dijo, bueno Lolo, yo tengo muchos años y no tengo tiempo para perderlo en discusiones. Entonces se fue a Las landas”.

El manzano.

“Trabajamos mucho con el manzano, de mesa y de sidra. En el de mesa ahora hay variedades resistentes pero hizo mucho daño el moteado, un ataque de hongos muy fuerte que se desarrolla por la humedad y es muy difícil de controlar. En el de sidra, las variedades son más resistentes al moteado. El problema es cultivarlo bien.

En la Pomológica intentábamos que los agricultores se desarrollaran mejor y más rápido, que dedicasen sus tierras a esas cosas que nosotros considerábamos que podían paliar en parte el paro que había, pero fue muy lentamente

decoration

Trabajé trece años en la Estación Pomológica de Villaviciosa, hasta que me jubilé. Estuve un año de director y el resto de jefe del departamento de hortifruticultura. Estuve muy bien allí. Intentábamos que los agricultores se desarrollaran mejor y más rápido, que dedicasen sus tierras a esas cosas que nosotros considerábamos que podían paliar en parte el paro que había, pero fue muy lentamente. Los que vinieron detrás de mi, que algunos ya habían trabajado conmigo, sí consiguieron más y últimamente ya hay cierta superficie de kiwi y pequeños frutos. Hay bastantes familias que ya viven de eso”.

Me jubilé en el 95 y vivo en un chalé en la Pola de Siero. Tengo algo de huerto y me entretengo; hay un dicho chino: ‘Si quieres ser feliz una hora, emborráchate, si quieres ser feliz un año, cásate, y si quieres ser feliz toda la vida, cultiva un huerto’

decoration

La jubilación.

“Me jubilé en el 95 y vivo en un chalé la Pola de Siero. Tengo algo de huerto y me entretengo. Tengo kiwis, los más viejos de Asturias. Aún conservo dos plantas de aquellas primeras que trajimos de casa de Henry en el 72. También tengo un poco de verduras y tal. En eso me entretengo. Me acuerdo siempre de un dicho que decían los chinos: ‘Si quieres ser feliz una hora, emborráchate, si quieres ser feliz un año, cásate, y si quieres ser feliz toda la vida, cultiva un huerto’. Tenemos cuatro hijos. El mayor es profesor en la escuela de Ingenieros Industriales de Gijón, otras dos están en la enseñanza media y otro está en casa con nosotros. La casería de Cangas ahí sigue. Antes de la pandemia íbamos una o dos veces al año. Ahora viven mi cuñada y una sobrina, queda poco huerto y creo que han alquilado parte para plantar viñas”.

Compartir el artículo

stats