Conmemoración 25 de mayo 1808

 "Gracias por acompañarme en este acto para hablar del futuro de Asturias. Porque esta mañana no nos hemos reunido sólo para conmemorar un hito en nuestra historia, sino para hablar de nuestro porvenir.

 Puede que mis palabras les sorprendan. Claro, estamos rememorando unos sucesos ocurridos un día como hoy hace 213 años, un tiempo que ya quedó muy atrás. A poco esfuerzo que hagamos imaginaremos discursos exaltados, los fusiles de la fábrica de armas repartidos de mano en mano, a Jovellanos ideando nuestra bandera, a Xuaca Bobela dejándose las uñas para arrancar el bando de Murat de las paredes, incluso los temidos uniformes de los granaderos franceses.

 De eso ya habéis tratado. De días tumultuosos y heroicos, repletos de épica. También habéis subrayado su significado político: la Junta Suprema fue el primer órgano de poder que reconoció en España la soberanía popular. Cualquier demócrata aprecia lo que conlleva esa declaración. En mayo de 1808 Asturias dio un grito revolucionario que prendería por toda España.

 Lo resumo con las palabras de un testigo, Ramón Álvarez Valdés. “El grito de alarma de Asturias, cuna de la restauración de la monarquía, cunde como una chispa eléctrica por toda la península, llega a las columnas de Hércules, y forman causa común las provincias”.

 Según el mismo Álvarez Valdés, fue Asturias la que en una “memorable y gloriosa noche” echó “los cimientos al grandioso edificio de la libertad y la independencia de la nación”. Una aportación que pocos años después continuaría con las notables contribuciones de los diputados asturianos a la Constitución de 1812, aquella que permitió exclamar al riosellano Agustín Argüelles “¡españoles, ya tenéis vuestra patria!”

 A buen seguro, a estas alturas todos nos haremos la misma pregunta. Cómo hemos consentido el olvido de tales días, plenos de significado histórico y político para Asturias y España entera. En verdad, no acierto a responder ni a explicármelo.

 En cambio, sí puedo explicar el porqué de este acto. Esta conmemoración, que se repetirá todos los años tal y como me comprometí con la sociedad asturiana, intenta, precisamente, reparar ese olvido injusto y enorme. Es una celebración con la que cualquier asturiano o asturiana puede sentirse identificado sin distinción de ideología o rango.

 Aquí hay representantes de la sociedad civil y, en particular, de la Asociación de Amigos del País y de la Asociación de Recreación Histórico Cultural de Asturias; de la Junta General, del Gobierno del Principado y del ayuntamiento de Oviedo. Por cierto, la asistencia de Alfredo Canteli tiene especial mérito, que hoy es Martes de Campo. Gracias, alcalde, por acompañarnos y participar, junto con el Presidente de la Junta General, en la organización de este acto. Gracias también a los portavoces de los distintos grupos municipales del Ayuntamiento de Oviedo y a la mayoría de los portavoces de los grupos parlamentarios en la Junta General. Reitero: sociedad civil, ayuntamiento, parlamento, gobierno. En esta conmemoración cabemos todos y todas. Cómo no va a haber lugar para todos en un acto que también recuerda los orígenes de nuestra bandera. Porque este día, no lo olvidéis, es el origen de nuestra bandera, la bandera de Asturias. El 25 de mayo es nuestro particular día de la bandera.

Pero decía que venía a hablaros del futuro.

Sí, del futuro porque esta celebración es también una apelación a la autoestima que necesitamos para ganar nuestro propio horizonte. Conocer y difundir aquellas jornadas de mayo en las que Asturias declaró la soberanía popular y se alzó rebelde contra el ejército más poderoso de la tierra no es un acto de ensimismamiento. Que nadie se confunda: no queremos atarnos al pasado, sino mejorar el conocimiento de nuestra historia para alcanzar el futuro con orgullo y confianza en nuestras fuerzas, que son muchas.

Enantes apelaba a la imaxinación. Vamos volver pensar en 1808, cuando l’exércitu napoleónicu tovía s’espardía como una mancha d’aceite imparable per Europa. Tamién entós taba cambiando’l mundu. Coles revoluciones americana y francesa, col desenvolvimientu de la primer revolución industrial, la eternidá del antiguu réxime esvanecíase. Digo eternidá porque l’arquitectura social concebíase inmutable, más obra de Dios que de los homes. 

Hemos figuranos esi fin d’un mundu, cuando tola sociedá conocida temblaba, y hemos recordar cómo respondió Asturies nos episodios de mayu: faciéndose ama del so destín con rebelión, enfotu y audacia, avanzando camín de la frontera nueva d’un mundu económicu, social y políticu nuevu. Agora encaramos tamién tresformaciones qu’inquieten, tan grandes qu’asusten. Vamos camín d’una revolución industrial del revés: ensin carbón, ensin fumu, ensin chimenees. Amás, tenemos que la encarar cuando tovía nun superemos los daños de la crisis sanitaria más grave del últimu sieglu. Una crisis sanitaria, por cierto, qu’Asturies encaró con entereza y fortaleza, la propia de la nuestra tierra.

Nun podemos aparar el reló, da-y l’altu al tiempu, pidi-y que nos conceda una tregua nel so tránsitu, qu’apare pa esperanos. Tampoco nun podíen facelo los homes y muyeres de 1808. Nin los que se llevantaron na Xunta Suprema nin los que, de xuru más por mieu que por convencimientu, defendíen acatar les órdenes de Murat. Por una razón bien cenciella: el tiempu del cambéu yera inevitable y, a pesar de toles resistencies, diba acabar imponiéndose.

Outra vez, Asturias precisa hoi rebelión, esfouto y audacia, fiúnza nas nosas propias forzas pra ganar outro cambeo inevitable, el da tresformación del noso paradigma industrial y económico, que namáis vai poder ser verde y dixital. Darye as costas é inútil; negallo, úa insensatez; convertillo núa oportunidá, un acerto.

Permítanme un breve paréntesis. Coincide que este diciembre se cumplirá una efeméride importante, los 40 años de la aprobación del Estatuto de Asturias. Cuando se inició la andadura autonómica también abundaba la incertidumbre. Convivían la expectativa y el temor porque aquel experimento democrático y descentralizador podía salir mal y abundaban los agoreros que avisaban de los peligros –ciertos, por demás- que acechaban.

Cuatro décadas después, sabemos que todos los riesgos fueron superados. Que en 1981 se hizo una buena tarea con la decisión y la ambición necesaria; tanto, que la modernización y el crecimiento de nuestro Estado de bienestar –hablemos del sistema de salud, que hoy tanto valoramos y más tras la pandemia de coronavirus- es inseparable de aquel principio, también difícil. Es otro ejemplo, más cercano, que no debemos descuidar.

Vuelvo a 1808 para repetir que hoy vine a hablar del futuro. Que esta conmemoración es más que una lección de historia, más también que la reparación de un olvido, más que un ejercicio de orgullo. Este acto es una reivindicación de autoestima, de confianza en la capacidad de Asturias para construir su futuro.

Hoy, 213 años después, Asturias debe volver a hacerse dueña de su destino".