A finales de los años setenta, Alfredo Fernández era interventor del Banco Central en Pola de Laviana y venía con cierta frecuencia a la calle Suárez de la Riva de Oviedo, al edificio que hoy es la sede de la presidencia del Principado, a hacer entregas de dinero en metálico en lo que era entonces el Banco de España. Ayer, 35 años casi justos después del cambio de uso del inmueble, volvió a entrar para comprobar que, efectivamente, no lo reconoce. Este palacete de uso administrativo, funcional y profusamente decorado con valiosas piezas de arte contemporáneo asturiano “no se parece en nada” a aquel banco. Es día de puertas abiertas y Alfredo ha vuelto porque de forma excepcional el palacio de los presidentes acepta visitas con guía. Con el Presidente de guía. Han pasado dos años y un día después desde las elecciones que le trajeron hasta aquí y Adrián Barbón enseña el edificio, la que por las horas que pasa dentro dice con alguna propiedad que es más bien “mi casa”, a treinta lectores de LA NUEVA ESPAÑA, ejerciendo de anfitrión y guía a petición de este diario.

En el marco del trigésimo quinto aniversario de la rehabilitación del inmueble, que se conmemoró el pasado 16 de abril, en este edificio, quizá más discreto y funcional que a veces pasa desapercibido junto a la majestuosidad del vecino palacio de la Junta General, el presidente del Principado abrió casi todas las puertas y mostró de arriba abajo las estancias, sus usos e historias y la autoría y procedencia de las obras de arte que las embellecen. Hizo y se hizo fotos con deleite y afición y recorrió sin ahorrar detalles –“allí un Paulino Vicente”, “aquí un Piñole”, “esa escultura es de Legazpi”– todo lo que va del vestíbulo de la planta baja al apartamento de la tercera.

Andrés Casares, de Pola de Siero, aprovechó para preguntarle a bocajarro qué tal con la ministra de Transición Ecológica –“personalmente bien, pero hay temas en los que no estamos de acuerdo”– y Carmen Fernández, de Oviedo, para meter prisa con el arreglo del argayón de Salas –“estamos encima de ello”–. Miguel Díaz, de Mieres, quiso tirarle de la lengua sobre su intención de optar a seguir “viviendo” aquí cuatro años más y sacó la conclusión de que quiere quedarse… Las visitas se sentaron en las sillas del Consejo de Gobierno, se fotografiaron a la mesa del despacho del Presidente y hasta echaron un largo vistazo a la habitación del apartamento de la tercera planta que usa Barbón cuando se queda algunas noches a dormir en Presidencia, el lugar donde pasó todo el confinamiento, la casa en la que Francisco Álvarez-Cascos o Antonio Trevín llegaron a vivir de continuo en sus etapas como presidentes.

Sin prisa ninguna, dominando con soltura la escena, Barbón hizo preguntas, las contestó y guio a los treinta visitantes en dos turnos de quince, dos horas y media. Abrió su despacho, la sala del Consejo de Gobierno y las de recepciones, la nueva estancia desde la que se reúne por videoconferencia con una marina de Melquiades Álvarez de fondo y el recinto en el que ha reubicado el antiguo escritorio, el armario y hasta la papelera de Belarmino Tomás, el histórico presidente del Consejo Soberano de Asturias y León durante la Guerra Civil. Animó a sentarse en su silla, a preguntar y a fotografiar –“que no os dé vergüenza”– y bromeó con el amplio espacio que queda libre para colgar cuadros en la galería de la planta noble en la que se han colocado los retratos de los ocho expresidentes.

Adrián Barbón, a las puertas del apartamento de la tercera planta del edificio. Irma Collín

–¿Quién decís vosotros que ha sido el mejor?

Se oyó primero que Sergio Marqués, luego que Pedro de Silva o Javier Fernández… Su insistencia en que los visitantes hicieran preguntas puso a Barbón ante el “¿qué tal con la ministra de Industria?” (sic). Como sabía por dónde iba, respondió que “mantengo una buena relación personal con la ministra de Industria y también con Teresa Ribera. Luego, hay temas en los que estamos de acuerdo y temas en los que no. Nosotros nos mantenemos en nuestra posición y a veces discutimos”. “Apretamos e intentamos ganar”. Tal vez sea el resultado, justificó, comprensivo de la diferente mirada de quien tiene la obligación de adoptar una visión de país, “más amplia”, y el que puede y debe mirarlo todo desde su perspectiva de defensa estricta de los intereses de Asturias…

Recondujo el tema de conversación el Presidente, no fuera a ser que la rueda de prensa se comiese la visita si las preguntas subían el nivel de incomodidad, y toreó como pudo las preguntas. Explicó en unos pocos trazos lo que a veces le ocurre en esta etapa incierta de alianzas caprichosas que todavía tiene pendiente la traca final del alineamiento territorial con la reforma de la financiación autonómica, pero en la que ya comprueba que a veces se lleva bien con Castilla y León y Galicia, del PP, y discrepa más con Valencia, del PSOE. Confesó que inicialmente “no iba a ser candidato” y que lo fue “por una petición que me hicieron los militantes”, pero “con todas las consecuencias”, y encajó la broma sobre su futuro. Puede que se le escapara en medio de un chascarrillo un “dejadme al menos otra legislatura”, pero el caso es que Miguel Díaz se fue bromeando también con la idea de que el Presidente tiene intención de seguir viviendo aquí.

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Así fue la visita guiada por Barbón a "la casa" presidencial para los lectores de LA NUEVA ESPAÑA Irma Collín

Entre cuadros y esculturas, entre confesiones del día a día y pequeñas historias como la de la bandera bordada de la sala del Consejo de Gobierno, que “tiene la misma edad que el edificio reinaugurado”, iba saliendo a colación la disciplina de voto de los diputados y senadores –que si representan más a Asturias o a sus partidos, le preguntaron–, los privilegios que no tienen los expresidentes del Principado o los regalos que se aceptan o se rechazan en Presidencia. “Nos ofrecieron un décimo de lotería para cada miembro del Gobierno”, citó Barbón un ejemplo reciente, “y lo rehusamos”. Al “¿cómo va lo del argayón de Salas?” replicó con la evidencia de que la obra es del Gobierno de España, pero también con la constancia de que en el de Asturias “estamos encima de ello”.

Hubo relato histórico y pedagogía artística, pero también una queja sobre la conectividad del medio rural asturiano –“el compromiso es que a finales de año el 97 por ciento de la población tenga cobertura de al menos treinta megas”, replicó Barbón– y una confesión de referentes políticos heterogéneos. En su despacho, la única estancia del edificio cuyo uso no ha cambiado en estos 35 años, el Presidente señaló un busto del histórico socialista Julián Besteiro y compuso su cuarteto de perfiles de referencia con la advertencia previa de que habría disparidad ideológica: Winston Churchill, Manuel Azaña, Adolfo Suárez y el mentado Besteiro.

En la fila de abajo, de izquierda a derecha, Miguel Díaz González, de Mieres; Miguel Díaz Castrillón (Mieres), Maite González (Mieres), Andrés Siñeriz (Oviedo), Paloma Seva (Oviedo) y Beatriz Valle (Oviedo). En la del centro, Andrés Casares (Pola de Siero), Maximino Herrero (Oviedo), Inmaculada Suárez (Avilés), Alfredo Fernández (Avilés), Alfonso de la Fuente (Oviedo) e Ignacio Rico (Oviedo). Arriba, Raquel Menéndez (Tineo), Félix Lasheras (Oviedo), Adrián Barbón y Miguel Ángel Fernández (Mieres). | Irma Collín

El desenfado de la puerta de entrada al austero apartamento del ático, donde el felpudo es un regalo del confinamiento y dice “Entra tú, Barbón no me deja salir”, invitaba más a la chanza. “¿Pagues mucho de renta aquí?”, le preguntaron en broma. Miraron los libros que descansan en las mesillas –significativos: “Puro Asturias”, de Ángel Mato, y “El gran error de la República”, de Ángel Viñas– y le señalaron hasta el rosario blanco que descansa en la cómoda de la habitación, otro obsequio de la pandemia, este de una señora que se lo entregó por la calle para desearle suerte con la gestión de la crisis sanitaria. Entraron hasta la cocina. Sin vergüenza, y por indicación expresa del Presidente –“no hay nada que ocultar”–, algunos se soltaron. Al fondo, en el apartamento hay un despacho con mesa de trabajo y bicicleta estática.

–¿Qué usas más, el ordenador o la bici?

–¿A ti qué te parez?

Por las ventanas abiertas, manda el protocolo covid, se empezaron a oír las bocinas de una caravana de protesta de trabajadores de Correos que Barbón analizó en beneficio propio. Mejor que se oiga el ruido de la calle, para no aislarse de ella, dijo sin dejar ni un minuto de cultivar el papel del presidente cercano que quiso para sí desde que entró por primera vez a tomar posesión de este edificio.

Por el lado de las relaciones públicas y la entrega del anfitrión a su función, los asistentes se fueron satisfechos con el “trato cordial”. Incluso no faltó quien sintió algún reparo al llegar tan allá en la intimidad del Presidente, tanto como hasta la cama en la que duerme en ocasiones.