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Una “NASA aldeana”, una “política de Estado” y otras terapias para el SOS del medio rural

El Comisionado para el Reto Demográfico envía al Gobierno un informe de prioridades que reclama un “proyecto político innovador” y atrevido para contrarrestar la “desconsideración” pública hacia la aldea

Un ganadero controla los datos de su explotación en Tineo a través de una aplicación en el móvil. | Miki López

Jaime Izquierdo formula la tarea colosal de la “re-vuelta” al campo en su doble acepción provocadora de retorno y rebeldía y adelanta que va a necesitar un impulso político “innovador y atrevido” y alguien con arrojo para “avanzar hacia lo inédito desde lo inédito”. El verbo avanzar y la apelación a la política osada vertebran su ruta de la reconquista, su itinerario contra el peligro cierto de extinción de las aldeas y un extenso documento que el Comisionado asturiano para el Reto Demográfico ha hecho llegar a la Secretaría de Estado del ramo con una invitación a “atrevernos a pensar lo que nunca antes habíamos pensado”. A reorientar hacia el medio rural en proceso de desertización las prioridades políticas de un país que “desde la ciudad” no ha tomado conciencia de la gravedad del problema.

Política de Estado, política de aldea. El autor expone desde el título del informe su vieja aspiración de obtener “una política de Estado para la aldea” y “una política de aldea para el Estado” y utiliza, para que se le entienda, una analogía nuevamente provocadora que acerca esta reconquista a la conquista del espacio. Aprovechando que Pedro Sánchez dedicó hace dos sábados un rato al medio rural, y tomando al presidente del Gobierno por la palabra –“los pueblos deben ser territorios de esperanza”–, el comisionado asturiano vuelve sobre su tesis de que “tendríamos que crear una especie de ‘NASA aldeana’, (…) algo así como una agencia para las nuevas aldeas y el espacio rural deshabitado…”

“Aldeonautas”, “aldeanos cosmopolitas”. Este viaje ha partido de la constatación de la “desconsideración” que las políticas públicas han ignorado al medio rural y quiere ir a dar a una terapia aceptable. Su “NASA”, en tanto que agencia de rescate campesino, entraría ahí con la misión, dice, de formar “aldeonautas”, “aldeanos posindustriales” y “cosmopolitas”, nuevos habitantes del campo revisitado que tengan los conocimientos de sus abuelos campesinos y el aderezo de la cultura urbana contemporánea. También debería diseñar “las nuevas aldeas” en su dimensión económica y productiva y crear y difundir “algo que nunca tuvieron las originales, una atmósfera adecuada para la realización y satisfacción de las necesidades humanas similar a la que se da en la ciudad”. Hay un punto de partida que dice que nadie volverá al campo “si ello lleva aparejado vivir en las mismas condiciones de penuria del pasado y en tanto persistan los problemas que imposibilitan el desarrollo personal en plenitud”. El nudo gordiano del cómo empezará a deshacerse, en opinión del Comisionado, justificando el “diseño de una aldea experimental”, un prototipo como el que ya explora lo desconocido organizando nuevas potencialidades agrarias y sistemas productivos locales en Moal (Cangas del Narcea), o un proyecto piloto como el del centro de experimentación tecnológica e innovación rural que avanza a tientas en Peón (Villaviciosa).

La “aldea cero”. Es “la aldea cero”, puntualizará Izquierdo, el “laboratorio en tiempo real”, un “espacio simultáneo de teorización y práctica” y un banco de pruebas de una “gestión local del sistema agroecológico del territorio, integrando la actividad ganadera, agrícola y forestal en extensivo con la gestión del paisaje y la biodiversidad…” El “molde” a partir del que replicar el pueblo nuevo del siglo XXI. En Asturias, el Comisionado acaba de formalizar el alumbramiento de un “comité de pilotaje” que tiene representantes de cinco consejerías del Gobierno, de comunidades vecinales y entidades diversas y el encargo de intentar orientar la dirección de la nave. Está pensado para dirigir el ensayo en vivo de lo que con un acróstico pertinente ha llamado NEA (Nueva Economía para la Aldea) y “una vez contrastado su éxito, iniciar los procesos que den paso a las reformas legislativas y el diseño de nuevas políticas para la aldea acordes con los nuevos tiempos y las oportunidades emergentes”.

“No estaba muerta…” Se lee aquí que la aldea “no está muerta, sólo aturdida, esperando un nuevo tiempo”, y se pide para reanimarla un “proyecto político innovador” con su nuevo armazón legislativo. El diseño de “una política local para, por y desde la aldea”, una “reflexión política de calado para resituarla como la primera y más próxima estructura activadora y gestora del territorio rural”… Es la aldea agitando los brazos y tratando llamar la atención del universo urbano del siglo XXI. Es la constancia de que el campo se perderá irremisiblemente si no consigue romper con la mirada exclusivamente urbana de todas las administraciones públicas y generar una propia, si no es capaz de combinar el “impulso político desde arriba” con el “ensayo local comunitario desde abajo”, y una legislación sensible con un aterrizaje en proyectos concretos que impliquen a la comunidad en la resolución de los problemas.

Leyes para leones y leyes para ratones. A la autoridad se le debe pedir, en definitiva, legislación nueva y específica –sobre la propiedad de la tierra, por poner un ejemplo muchas veces repetido– y “una nueva sensibilidad que entienda algo en teoría muy sencillo: no se puede legislar igual para leones que para ratones”.

Más autonomía para la aldea. En este punto de su mirada hacia la legalidad castradora y desconsiderada Izquierdo imagina que puede haber un camino de retorno hacia cierta autonomía aldeana. La aldea, apunta Izquierdo, “debe recuperar la autoridad y la autonomía funcional que ostentó durante siglos en la gestión del territorio”, lo que trasladado a la realidad administrativa asturiana podría equivaler al empoderamiento de la parroquia como unidad mínima de tratamiento. Autoridad no quiere decir aquí en modo alguno independencia, aclara el autor, ni soberanía autarquía o autosuficiencia, pero “sin una cierta autonomía de gobierno aldeano”, persevera Izquierdo, “no será posible desarrollar una nueva funcionalidad y comunidad aldeanas”. Si concreta, él imagina “aldeas forales”, “con normas especiales que les permitan disfrutar de autonomía funcional, soberanía energética y alimentaria”. “Una política de aldea para el Estado”.

Herramientas nuevas y Ortega. Como justificación general, Izquierdo sostiene que las mismas herramientas que han provocado el destrozo no pueden servir para recomponer el desaguisado. Que hay que buscar instrumentos nuevos. Y acaso no sea del todo positivo que la demanda de una mirada propia para lo rural lleve un siglo flotando en el aire, desde que José Ortega y Gasset escribió en 1915 que no veía “posible otro camino para llegar a la prosperidad de España que el que pasa por el campo”. Para la ciudad, decía el filósofo, “están preparados todos los instrumentos de socialización: códigos, parlamentos, prensa, escuela… Y para esa inmensidad española, para el campo, para los pensamientos y los nervios del campo, nada. Semejante desequilibrio es fatal”.

La Nueva Economía para la Aldea (NEA)


Requisito previo. La aldea debería disponer de unas infraestructuras y servicios públicos accesibles como paso previo a la integración de tres sistemas esenciales.

  1. Sistema agroecológico local. De su correcta activación depende la producción de alimentos y y el buen funcionamiento del ecosistema agrario.
  2. Sistema energético local. La opción por las energías locales y renovables abarata costes y sitúa a la aldea en la vanguardia ambiental.
  3. Sistema local de empresas. Diversificado y complementario, movido por emprendedores locales o nuevos residentes conectados con el mundo.

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