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Asturias capturará osos para colocarles collares GPS y evitar que bajen a los pueblos

El Principado retoma, 23 años después de la polémica muerte de “Cuervo”, un proyecto de radiomarcaje | “Hay riesgos, pero tenemos que asumirlos; es necesario”, dicen los expertos

La liberación en Redes de la osa “Sali” mediante una caja trampa como la que se utilizará ahora para capturar y colocar un collar con señal GPS a ejemplares habituados al entorno humano. | Principado de Asturias / Fundación Oso Pardo

Veintitrés años después de la polémica muerte del macho “Cuervo” en Somiedo, Asturias volverá a radiomarcar osos –capturarlos y colocarles un collar con señal GPS– con el objetivo prioritario de mantenerlos lejos de los pueblos. El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico y las comunidades de la Cordillera Cantábrica aprobaron ayer el proyecto, que se prevé que empiece a funcionar muy pronto en el Suroccidente de la región, donde la población es más numerosa. Es justo la comarca en donde un plantígrado propinó, el pasado día 30 de mayo en el valle de Cibea (Cangas del Narcea), un zarpazo a una mujer de 75 años, que fue trasladada al hospital con la cara abierta y la cadera rota. No obstante, el programa de geolocalización ya lleva meses masticándose: en concreto, desde noviembre de 2020, cuando el Principado, la Universidad de Oviedo, la Fundación Oso Pardo y la Fundación Oso Asturias firmaron un documento de colaboración.

El esbardo “Leyta”, que lucha por su vida. | Principado de Asturias / Fundación Oso Pardo

El esbardo “Leyta”, que lucha por su vida. | Principado de Asturias / Fundación Oso Pardo

Entre todos los implicados existe el acuerdo de que “hay que volver al radiomarcaje”, pese al miedo que generó el caso de “Cuervo”, un macho de unos 14 años que murió en 1998 en Somiedo dentro de un programa de geolocalización al autolesionarse por el estrés que le causó la captura mediante un lazo. “Siempre que manipulas un animal, tienes un riesgo. Pero ese riesgo tenemos que asumirlo. Es el momento de utilizar esta herramienta porque hay más osos y hay más conocimiento. Y, además, es necesario; no podemos permitirnos que haya osos habituados en los pueblos”, afirmó Guillermo Palomero, presidente de la Fundación Oso Pardo. Este experto insiste en que hay que prevenir incidentes como los del valle del Cibea “sí o sí”, porque lo que está en juego es la aceptación social, una de las razones por las que la especie ha conseguido recuperarse en las últimas décadas.

El proyecto asturiano, el tercero que se desarrolla en la Cordillera tras los fracasos de “Cuervo” y, anteriormente, de “Salsero” en Castilla y León, está pensado solo para osos habituados. Es decir, para ejemplares –normalmente son machos jóvenes– que se acercan demasiado y de manera recurrente a los pueblos. Sería el caso, por ejemplo, de “Serafín”, el oso que se ha convertido en un vecino más de El Bao (Ibias). Ante este tipo de comportamientos, hay un protocolo de actuación que las comunidades de la Cordillera llevan aplicando desde 2019. Consiste en ahuyentar a estos plantígrados con técnicas que van de menor a mayor intensidad: gritos, perros, pirotecnia, disparos de balas de goma, munición real de poco gramaje... Si aun así son reincidentes, como última opción, el protocolo permite capturarlos para llevarlos a cautividad. El objetivo de Asturias es “hacer todo lo posible” por evitar retirar plantígrados de la naturaleza y, como solución, ponen el radiomarcaje.

¿En qué consiste? En colocarles a los osos seleccionados un collar que emite una señal con su ubicación GPS y avisa cuando entra en una zona delimitada, a modo de cercado virtual. ¿Cómo se hace? Capturando al animal mediante trampeo, como se hace en otras partes del mundo. Es decir, se le atraerá con comida hasta una caja trampa –“culver” se llama, es alargada y esférica– y allí los veterinarios le sedarán para ponerle el dispositivo y aprovecharán para extraerle sangre y tomarle medidas. Cuando el ejemplar despierte de la “siesta”, ya tendrá el collar puesto. ¿Para qué servirá conocer su localización? Para aplicar de forma más eficaz las técnicas de disuasión. “Sabremos dónde están en todo momento los animales habituados y así podremos prevenir cuando van a armarla y reeducarlos”, resumió Palomero. “Tienen que aprender a estar alejados de los humanos”, apostilló.

Los datos del radiomarcaje son más valiosos de lo que parecen. También servirán para conocer mejor a la especie. Por ejemplo, enumera el presidente de la Fundación Oso Pardo, para saber “cómo se dispersan los ejemplares jóvenes, recoger información sobre contaminación y envenenamiento, e incluso podremos utilizar a los osos como centinelas del furtivismo”. Estos dispositivos de seguimiento se han empleado recientemente en las oseznas “Saba” y “Sali”, que fueron rescatadas heridas y posteriormente reintroducidas en los Picos de Europa y en el Parque Natural de Redes.

El plan de Castilla y León

Pese a que Asturias será la primera comunidad en retomar el radiomarcaje, hay otras, como Castilla y León, que ya llevan años trabajando en la misma línea. De hecho, el proyecto que se pondrá en marcha en la vertiente leonesa de la Cordillera Cantábrica está liderado por biólogos de la Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad (UMIB), con sede en Mieres, y que el Principado rechazó. El grupo de investigación sobre el oso cantábrico que lidera el científico del CSIC Vincenzo Penteriani llevaba cinco años esperando el permiso de las administraciones para radiomarcar plantígrados. Y ha sido finalmente la Junta de Castilla y León la que ha dado luz verde a su programa, y no el Principado, que ahora sin embargo liderará su propio plan de geolocalización de plantígrados. Ante la inminente puesta en marcha de estos dos programas diferentes en la Cordillera Cantábrica, los expertos piden actuar “coordinados” porque, lógicamente, los animales están interconectados.

Por otro lado, el osezno “Leyta”, que sufrió un traumatismo craneoencefálico tras ser supuestamente atropellado en la parte alta de la carretera de Leitareigos este miércoles, continúa en estado grave. El esbardo, de unos seis meses y cuatro kilos de peso, lucha por su vida en una clínica veterinaria de Oviedo. Las próximas horas serán claves.

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