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Un protocolo “imposible” para verbenas: “Lo que permiten es una pantomima”

Los promotores no ven viable hacer grandes eventos tras conocer los requisitos: prohibido comer y beber de pie y un galimatías de distancias

Una actuación de la orquesta "París de Noia". IRMA COLLÍN

“Engendro”, “pantomima” o “sucedáneo”. Son los calificativos empleados por representantes del mundo del espectáculo y organizadores de fiestas en Asturias para definir el tipo de eventos al aire libre que se podrán celebrar este verano en la región. Un estío que se prevé similar al pasado pese a la mejoría de las condiciones sanitarias: sin fiestas de prao ni romerías multitudinarias.

Sostienen que las condiciones establecidas en el llamado “Protocolo de medidas generales de protección frente al covid-19 en la organización de eventos y actividades multitudinarias, celebraciones populares, desfiles o espectáculos itinerantes en Asturias”, conocido ayer, permiten organizar algo que “nada tiene que ver” con la esencia del verano regional: unas romerías en las que la gente se relaciona en el prao o la plaza del pueblo, bebe sidra o lo que apetezca, baila y come, bien de pie, bien sentado, porque acude a disfrutar y a relajarse con la familia y amigos.

Será muy complicado ir relajado a la verbena de un pueblo o barrio si hay que memorizar un sinfín de datos y normas para saber actuar en cada momento en función de si se come, se bebe o solo se mira a la orquesta, porque lo de bailar también resultará imposible salvo que se haga en una baldosa. Eso si hay verbena o romería, cosa que parece difícil en el Principado, con la mayoría de las importantes ya canceladas (el Xiringüelu, la Descarga, El Carbayu de Lugones) y otras muchas en vías de ellos. No obstante, al hacerse público este viernes el protocolo muchas comisiones de fiestas se han puesto a revisarlo para ver si están a tiempo de celebrar algo. Lo más complicado será ajustarse a los aforos y distancias, para los que hay que aprenderse todo un laberinto de normas.

Los eventos en recintos cerrados podrán tener cómo máximo 2.500 personas sentadas, sin comida ni bebida y a 1,5 metros de distancia; en lugares abiertos –como las típicas fiestas de prao– el aforo sube hasta 5.000 pero las distancias son variopintas: habrá que permanecer en 2,25 metros cuadrados cada uno si se está de pie sin comer ni beber; a 1 metro de distancia entre personas si se está sentado y sin comer ni beber; pero hay que tener en cuenta que, si se come y se bebe, hay que estar sentados y la distancia debe ser de 1,5 metros.

“No pueden llamar verbena o fiesta de prao a eso”, sostiene el representante musical de La Felguera Richard Barbón, con su actividad completamente parada porque no hay contratos ni espera que los haya, ya que las comisiones de fiesta y organizadores se lo vienen pensando mucho antes de emplear el dinero en una actuación para una romería o verbena que “apenas tendrá público”. “Y para seguir. Así no se puede porque no tiene sentido. Aunque digan que lo permiten, todos sabemos que no es así. Una fiesta de prao es bailar, beber, comer de forma relajada; y no es posible, la gente no irá”, agrega.

El nuevo protocolo incluye hasta un “cuestionario de autovaloración” para los organizadores que duden. En la Cofradía del Xiringüelu de Pravia, romería multitudinaria, tienen claro que las casetas en el prao donde pasan el día los romeros bailando y bebiendo están completamente descartadas. No obstante, Adolfo Marcos, el presidente, asegura que ahora valorarán repartir el bollo en varios puntos, mantener la cena de peñas con charangas y el vermú, también con estas, sin olvidar algo para niños. Todo con mucho ojo, pues en el caso de los pasacalles estos no podrán ir seguidos de público –deberá estar sentado a un metro– y tendrán un itinerario marcado.

Lo que descartan en Pravia son orquestas. En la Cofradía hacen buena así la reflexión de Richard Barbón: “No merece la pena y es imposible de controlar”. Porque aquí entra otra norma difícil de cumplir en cuanto al orden en los recintos: los que sean para público sentado y de pie tendrán como mucho 5.000 personas para cada modalidad, separados y distribuidos por sectores de 1.000 personas cada uno y con sus correspondientes entrada, salida, aseos y hostelería.

Hay mucha letra pequeña que mirar. Richard Barbón asume que pocos contratos firmará este verano: “Abocan a las comisiones de fiestas a ponerse de malas con medio pueblo si organizan la verbena porque tendrán que estar diciendo a la gente que no beba, que no baile, que no fume... Y eso provocará problemas. Por tanto, no creo que nadie organice nada”. El productor es pesimista: “El mundo del espectáculo es el origen del mal. Fuimos los primeros en parar y seremos los últimos en arrancar”.

Con todo, los feriantes “están algo más contentos y mejor”, admite Saúl Oliva, vicepresidente del colectivo que los aglutina, Asinfeas. Desde que se levantó el estado de alarma y se relajaron las normas, algunos ayuntamientos –por ejemplo, Mieres con San Juan, La Felguera con San Pedro o Gijón con la “Semana negra”– han elaborado programas festivo-culturales en los que cuentan con ellos, habilitándoles espacios. “Económicamente es distinto al año pasado, aunque no creo que saquemos mucho dinero. Incluso cuesta ponerlo de nuevo en marcha, pero menos es nada y nos dará para subsistir. No hay otra alternativa”, explicó Olivas, que este fin de semana tendrá sus atracciones en Mieres

Cuestionario de autovaloración en la organización de eventos y actividades multitudinarias

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