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El crudo mapa que muestra que Asturias es un desierto de población: solo una de cada diez parroquias gana habitantes

Las parroquias que han ganado población desde antes de la crisis se localizan mayoritariamente en una franja que acompaña a la “Y” entre Oviedo y Gijón,

Paisaje montañoso en Ibias, uno de los concejos amenazados por la despoblación.

Casi la mitad de los municipios asturianos, 38 de los 78, tienen en su interior parroquias que han mejorado su población en los últimos trece años. La aparente buena noticia se desvanece pronto, en el primer vistazo al recuento global de la región y a su conclusión de que, en total, apenas una de cada diez parroquias, sólo 94 de 856, tienen hoy un censo más abultado que en 2007, el año anterior al estallido de la primera gran crisis del siglo. Sobre el mapa, esta delgada línea de prosperidad demográfica se acumula prioritariamente en el entorno de las grandes ciudades de una forma muy singular, traza una “diagonal” que hace camino de nordeste a sudoeste, con cierta continuidad partiendo de Villaviciosa y el entorno de Gijón y llegando hasta Oviedo y sus estribaciones. Atraviesa algunas demarcaciones de Llanera o Siero y acompaña muy aproximadamente, pero de forma significativa, al trazado de la conexión por autopista entre las dos grandes urbes asturianas.

El detalle de la evolución de la población asturiana a escala parroquial figura reseñado en estos términos en el informe recién elaborado por la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (Sadei) para justificar la clasificación de las áreas rurales asturianas en función de sus potencialidades de futuro y adaptar la política agraria a las necesidades específicas de cada zona. El estudio, que apadrina el Comisionado para el Reto Demográfico del Principado, toma 2007 como año de partida por ser el de la publicación de la Ley de Desarrollo Rural Sostenible –la que soporta normativamente los criterios de la clasificación–, pero sirve para dar una idea cierta de lo que ha pasado aquí, de lo que ha sido la demografía asturiana en los últimos años.

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A esta escala y con esa perspectiva temporal, Asturias se percibe como un espacio de abrumadora mayoría rural donde, sin embargo, se han ido imponiendo progresivamente las formas de vida urbanas. Con datos de 2020, 709.135 asturianos –el setenta por ciento del millón largo del censo– viven en capitales de concejo de distinto tamaño y algo más de la mitad se distribuye exclusivamente en el triángulo que forman Oviedo, Gijón y Avilés, una tendencia que, según constata el informe, se ha ido imponiendo con inusitada rapidez en los últimos tiempos, toda vez que las tres grandes urbes de la región aún “representaban el diez por ciento de la población de Asturias en 1900 y el veinte en 1960”. A vista de parroquia, hoy, “el 85 por ciento de la población reside en el 8,5 por ciento del territorio, o lo que es lo mismo, el quince por ciento de la población gestiona el 91,5 por ciento del territorio”. Más allá, los núcleos habitados “de tamaño quintana o aldea”, los de menos de 250 residentes, representan el 86 por ciento del total de entidades habitadas y concentran al diecisiete por ciento del censo asturiano.

“El 85 por ciento de la población reside en el 8,5 por ciento del territorio, o lo que es lo mismo, el quince por ciento de la población gestiona el 91,5 por ciento del territorio”

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Es el resultado de un proceso de “reconfiguración territorial” iniciado a mediados de siglo que llevó a una porción relevante de las “villas capitales” a crecer hasta alcanzar sus máximos históricos entre 1991 y 2011, algo que ha pasado por ejemplo en Vegadeo, Tineo, Navia, Cangas del Narcea, Pola de Lena, Arriondas o Llanes, en algunos casos incluso aunque los municipios que encabezan llevasen varias décadas perdiendo habitantes. El análisis del recorrido que va de 2007 a 2020, el periodo que abarca los últimos coletazos del trasvase urbano asturiano, pero también de su gran deterioro demográfico –la región se dejó 56.000 habitantes en ese lapso–, permite observar que este declive ha avanzado tanto que ha ido a dar también a las grandes zonas urbanas de la región, que eran hasta hace poco el último dique de resistencia contra el despoblamiento. Las contadas parroquias que han ganado población en los últimos trece años se arraciman de forma difusa en el área de influencia de las tres ciudades principales, pero ni siquiera crecen ya todas las grandes urbes: de las capitales demográficamente importantes, no han progresado en este periodo ni Gijón ni Avilés, pero sí algunos de sus aledaños inmediatos. De los grandes núcleos sólo crecen Oviedo y Pola de Siero, además de Lugones, Villaviciosa, Llanes, Luanco o en el entorno avilesino algunas áreas urbanas y residenciales de Castrillón y Corvera. Los demás progresos se detectan en parroquias demográficamente menos relevantes. Levantando más la vista, sin embargo, se percibe que Gijón y Siero figuran entre los concejos con más concentración de demarcaciones demográficamente ascendentes. En los dos casos se registran crecimientos en aproximadamente la mitad de sus entidades parroquiales: desde 2007, Gijón retrocede en su zona más urbana pero ha visto crecer a trece de sus 22 demarcaciones –sobre todo el entorno residencial o rural, entre ellas Cabueñes, Deva o Castiello–; Siero ha elevado a 12 de sus 29, incluidas la Pola y Lugones. Oviedo también ha irradiado su crecimiento a las proximidades –ha progresado la parroquia de la capital y otras seis de las 29 en que se divide el municipio–, mientras Avilés lo difuminaba hacia Castrillón (5 de 9) y Corvera (Los Campos, Trasona y Molleda, tres de siete). Villaviciosa, donde las elevaciones demográficas han llegado a seis de sus 41 parroquias, y Llanera, con cuatro de once, incluido Lugo, completa los progresos del entorno inmediato de la Asturias más urbana.

Todo lo creciente se localiza en definitiva en el entorno del área central, con algún resto disperso espolvoreado por las alas, sobre todo en la franja litoral –en Llanes progresaron cinco parroquias–, y se sigue la conclusión de que más allá de este entorno los contados crecimientos son más frecuentes en el ala oriental que en la occidental y en las áreas de montaña. En toda la inmensidad del Suroccidente apenas se detecta el anecdótico crecimiento de cinco habitantes en una única parroquia –El Rodical, en Tineo–; en el oriente interior, siete entre dos parroquias de Ponga, Casielles y Viego.

Veinte aldeas vaciadas en 2020, y en lo que va de siglo se ha ido sumando una más al mes

La carcoma de la despoblación va comiendo terreno en el campo asturiano a un ritmo creciente. El último dato de aldeas vacías suma 796 en 2020, veinte más que en 2019 y 251 de incremento en lo que va de un siglo en el que Asturias casi clava una media de una aldea perdida cada mes. El dato de 2020 y su comparación con el recuento del año anterior aun eleva el promedio a tres pueblos que se quedan sin habitantes cada dos meses. La mancha creciente del vacío se extiende por el mapa de Asturias con una distribución desigual, nuevamente más concentrada en las zonas agrarias del interior de las alas y sobre todo, en este caso, en las comarcas mineras. Los concejos con más pueblos vacíos son año tras año los grandes municipios de las cuencas –en 2020, Mieres abarca 140; Langreo y San Martín del Rey Aurelio empatan a 53–, pero conviene tener en cuenta que los criterios que rigen la definición de “entidad singular de población” difieren mucho según los ayuntamientos, que estas consideraciones pueden distorsionar la estadística y que el tipo de ocupación del espacio característico de las cuencas determina una inusual inflación en el número de núcleos que se consideran como tales en cada concejo. Sigue habiendo una única parroquia completamente deshabitada, una que lleva así desde los años ochenta del siglo pasado: San Adrianu, en Grado y objeto de un litigio territorial entre el concejo moscón y el de Santo Adriano.

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