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Un pedazo de Asturias en Afganistán: batallas para la historia del regimiento "Príncipe" en la República Islámica

El Regimiento con base en Siero contribuyó a construir y defender las rutas Opal y Litihium durante una misión que acaba de finalizar tras 19 años y a lo largo de la cual murieron 6 asturianos

El sargento primero Gorka Aparicio, el capitán José Antonio Lopera y el soldado Manuel Alejandro Cuevas, junto a la imagen de la Santina, en el cuartel Cabo Noval. | Luis Vega | MDE

“El primer día de patrulla me encontré a un niño pequeño descalzo, en pantalón corto, en medio del frío de noviembre. Ahí te das cuenta de la gran suerte que tienes de vivir en España, sobre todo cuando tienes hijos”, relata el capitán José Antonio Lopera, malagueño afincado en Gijón, que en 2012 acudió con el Regimiento “Príncipe” a Afganistán.

Han pasado nueve años de aquel turno de seis meses, pero los recuerdos siguen muy vivos. “Tuvimos hasta tres ataques con IED (improvised explosive device, dispositivo explosivo improvisado). En uno de ellos murió el sargento Ureña (destinado en la base de Moqur, fallecido el 11 de enero de 2013), durante una desactivación que salió mal. Otro explotó al paso de un RG-31 Nyala, pero el personal embarcado no sufrió daño, aunque el exterior del vehículo quedó destrozado. Y hubo un tercer ataque a un ‘Lince’, aunque eran municiones viejas. La amenaza la sentíamos a diario, pero sabíamos a qué nos enfrentábamos”, relata Lopera, entonces teniente al mando de la sección de morteros del batallón “Toledo”.

La ceremonia de arriado de bandera en el COP “Ricketts” de Moqur, en marzo de 2013. | MDE

Solo unos meses antes, en agosto de 2012, había tenido lugar la batalla de Ludina, en la que los paracaidistas se batieron el cobre contra una partida de talibanes. La misión era “expuesta”, como aseguró al partir de Asturias el coronel jefe del Regimiento “Príncipe”, Fernando García González-Valerio, jefe del destacamento español. En noviembre de 2012 partía a Afganistán el batallón “Toledo”, como dos años antes, en 2010, lo había hecho el “San Quintín”, y previamente, en 2008, otros efectivos de la Brilat.

El mes pasado regresaron a casa los últimos 24 soldados españoles presentes en Afganistán, tras arriar la bandera española en el aeropuerto Hamid Karzai de Kabul, poniendo fin a una misión de 19 años por la que pasaron un total de 27.000 soldados. Los soldados del “Príncipe” vivieron algo parecido en 2013, cuando tuvieron que ejecutar la retirada de los puestos de combate avanzados de Ludina (campamento Bernardo de Gálvez) y Moqur, el campamento Ricketts –en honor de un soldado americano muerto en 2010–, situado en un antiguo fuerte de las guerras anglo-afganas del siglo XIX.

El soldado Manuel Alejandro Cuevas, gradense residente en Oviedo, estuvo en aquella ceremonia de Moqur, el 9 de marzo de 2013, a la que acudió el hoy general de división González-Valerio y el general de brigada Carlos Aparicio. “Se arrió la bandera española y se izó la afgana, quedando la base en manos de un batallón del ANA (Ejército Afgano). Yo estaba en ese momento en el perímetro de seguridad de la base, porque ni siquiera en ese momento se podía relajar la vigilancia, pero fue un momento en el que uno se siente orgulloso del trabajo realizado”, indicó.

Niños junto a un soldado del Regimiento “Príncipe”. | MDE

El viaje a Afganistán en vuelo regular fueron diez horas, con escala en Turquía. Cuevas se acuerda cómo, nada más llegar a la base, relevó a un paracaidista en el perímetro de seguridad. “Lo primero que vi pasar fue un burro. Era como si de repente hubiese aparecido en la Edad Media”, asegura. “El día del repliegue de Moqur nos nevó y después el termómetro alcanzó los veinte grados. Si algo recuerdo es la crudeza del invierno. Llegamos a estar a treinta bajo cero. Y después, en la primavera, a cerca de cuarenta”, rememora Lopera

Su principal misión fue asegurar la construcción de la llamada “ruta Opal”, que obligaba a permanecer en puestos avanzados como el llamado Bravo Papa 2, unos 20 kilómetros al norte de Ludina. “Era una base de patrulla, un rectángulo de hesco bastión (una cesta rectangular rellena de tierra) al que había que llevarse la comida para cuatro o siete días, y donde nos teníamos que lavar con el agua de una garrafa”, explica Cuevas.

El sargento primero Gorka Aparicio, de Oviedo, también participó en el desmantelamiento de los puestos de combate, “replegando todo el material de la zona de vida, desde las literas a la cocina de campaña” de la base de Ludina, en enero de 2013, a la que acudió el entonces jefe de la Brilat Galicia VII, general José Antonio Alonso Miranda. “Si recuerdo algo de Afganistán, desde el momento que pisé aquel país, es el sentimiento de motivación, la concentración en la misión, la responsabilidad y la autoexigencia para garantizar la seguridad del compañero”, explica. Y Lozano remacha: “Eso es lo más importante, nuestra familia allí eran nuestros compañeros, y estábamos pendientes de nuestros subordinados y superiores, son sentimientos muy gratificantes”.

Un soldado del Regimiento “Príncipe” junto a un RG-31 Nyala y una MG3 en un puesto de observación. |

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Los mejores momentos eran sin duda aquellos en que se ayudaba a la población local. “Hay muchos que llevan hoy un anorak muy característico, de color naranja y gris que es el que distribuimos nosotros”, rememoran estos soldados. En general, el recuerdo es satisfactorio. “Defendimos los intereses de España, cumpliendo nuestros compromisos con la OTAN”, añade Lozano. El capitán cree que no hubo situaciones de mucho peligro. “Podían disparar desde alguna colina alejada, hostigar a algún convoy”, dice. “Sí que hubo momentos apurados, pero estábamos sobradamente preparados para actuar. Éramos muy superiores. Ellos tenían RPG, fusiles AK-47, un armamento bastante antiguo. Rara vez iban al enfrentamiento”, remarca Aparicio.

Aún así, hasta seis asturianos perdieron la vida en Afganistán a lo largo de los 19 años de misión. La jornada más negra fue el 26 de mayo de 2003, cuando un avión Yak-42 que transportaba desde Afganistán a España a militares españoles se estrelló en Turquía, fallecieron los 62 miembros del contingente, tres de ellos asturianos: Mariano Piñán, natural de Gijón; Joaquín Enrique Álvarez Vega, que nació en San Esteban de Pravia y Antonio Novo Ferreiro, lucense criado en Oviedo.

Dos años después, el 16 de agosto de 2005, moría José González Bernardino, de 31 años, sargento de la Brilat, natural de Oviedo, en el accidente del helicóptero Cougar que costó la vida a 17 militares españoles. El 9 de noviembre de 2008 moría el brigada gijonés Juan Andrés Suárez García, de la unidad logística de la Brilat, cuando el convoy en el que viajaba sufrió un ataque suicida de los talibanes. En el mismo atentado perdió también la vida el cabo gallego Rubén Alonso Ríos.

La última víctima asturiana fue el sargento gijonés Manuel Argudín Perrino, de 34 años, del Regimiento “Soria” número 9, con base en Fuerteventura, que cayó asesinado al estallar una potente bomba al paso del vehículo blindado «Lince» cuando realizaba una patrulla de reconocimiento por la peligrosa “ruta Lithium” a 20 kilómetros al norte de Qala-i-Naw.

El “Príncipe” también derrochó valor en sus estancias afganas. Dos de sus capitanes, Pedro López de Lis y Alberto Pérez Montes, fueron condecorados por su valor durante la misión, entre noviembre de 2010 y abril de 2011

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El “Príncipe” también derrochó valor en sus estancias afganas. Dos de sus capitanes, Pedro López de Lis y Alberto Pérez Montes, fueron condecorados por su valor durante la misión, entre noviembre de 2010 y abril de 2011, formando parte del contingente español liderado por el coronel Francisco Rosaleny Pardo de Santayana, jefe del «Príncipe». El capitán Pedro López de Lis fue el encargado de tomar y defender una loma en uno de los extremos del valle de Murghab desde la que se inició la ocupación de una zona en manos de los talibanes. En la loma se instaló el llamado “puesto ECO”, la avanzadilla de las tropas españolas, que encontró una gran oposición por parte de los talibanes. Durante cuatro días, el capitán y su compañía resistieron los ataques de los afganos, mientras los ingenieros establecían una pequeña base sobre la loma.

El capitán Alberto Pérez Montes también se vio inmerso en un duro combate al noroeste de Ludina, en la “ruta Lithium”. Su compañía sufrió una emboscada desde varios puntos con armas ligeras. En el combate resultó herido un cabo de Infantería de Marina y murió un niño, pero Pérez Montes apaciguó a la población. Viejas historias de una misión que ahora entrará en los libros de historia.

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