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La Asturias que no se quita la mascarilla: “Tengo miedo; una pandemia es impredecible”

Jóvenes y mayores no están de acuerdo con quitar la protección "tan de golpe" y solo si no hay mucha gente irán a cara descubierta

La Asturias que no se quita la mascarilla: “Tengo miedo, una pandemia es impredecible”

La Asturias que no se quita la mascarilla: “Tengo miedo, una pandemia es impredecible” Vídeo: Amor Domínguez / Elena Vélez

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La Asturias que no se quita la mascarilla: “Tengo miedo, una pandemia es impredecible” Elena M. Chorén

Se puede pasear al aire libre sin mascarilla, pero hay quien todavía la lleva. Son la resistencia. Muchos asturianos no se fían de ir a boca descubierta por la calle. Tienen miedo de contagiare a pesar de la vacuna y de los escasos contagios de las últimas semanas. Optan por la opción de quita y pon: calibran la situación y se creen que hay riesgo, mascarilla al canto.

“Yo supongo que me la quitaré en momentos que haya menos gente por la calle, pero si salgo un día por Oviedo y hay más multitud me la pondré”, cuenta Eric Almeda. Es un chico joven y, consciente de que la franja de edad de 15 a 30 años es la que más casos concentra, prefiere guardar la compostura un poco más.

Los jóvenes no tienen claro todavía cuándo será el momento perfecto para deshacerse del tapabocas. “Yo voy a seguir con la mascarilla por costumbre y porque tampoco veo necesario quitar la mascarilla tan de golpe”, apunta Diego Rodríguez. Comparte opinión con Giom Abady, de Erasmus en Oviedo, que seguirá poniéndosela porque “una pandemia es impredecible y no quiere correr riesgos por nada”.

Pese a los testimonios de los veinteañeros y treintañeros, la gente mayor aún tiene miedo. Rosario Nosti lo dice claro: “Tengo miedo de la juventud… no me fio yo mucho”. Por eso está en una terraza del centro de Oviedo con su FPP2 puesta. Llevarla se ha convertido en sinónimo de seguridad.

La mascarilla como símbolo

La mascarilla es un símbolo de la pandemia. Ha infundido una sensación de control de la situación, pero también de falta de libertad. Por eso, el que se la quita dice que no piensa ponérsela más. “Cuando sales a la calle sin ella y te da el aire sientes que la libertad existe”, apunta Ana Jambrina.

Otro símbolo. Para Carmen Fernández quitarse la mascarilla es más “una decisión política que médica”. Ella la llevará porque su marido tiene una enfermedad autoinmune y no quiere arriesgarse.

El último dato sobre por qué es útil llevar la mascarilla lo aporta Samuel Monte: “Si vas por la calle y se te olvida saludar a alguien da igual”. Debajo de su tapabocas de tela se intuye una sonrisa. No la lucirá si no está en espacios abiertos con poca gente. Y se le ocurren más razones para seguir así por un tiempo indefinido: “también viene bien para prevenir la gripe y ese tipo de cosas”.

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