Protagonizan una de las páginas esenciales de la Historia de Asturias, pero son poco conocidas. Las sociedades castreñas, aquellas que habitaron los territorios de la actual región durante toda la Edad del Hierro (I Milenio a. C.), aún atesoran muchos misterios, pero está claro que se alejan de la mirada convencional demasiado estereotipada de los cronistas del Imperio romano cuando las tropas del emperador Augusto apuntaron hacia estas tierras llenas de oro.

La colección de seis libros “La Cultura Castreña Asturiana”, que LA NUEVA ESPAÑA inicia este fin de semana, sábado 24 y domingo 25 de julio, y que estará a la venta por sólo 4,95 euros más el periódico del día, indaga en el día a día en la vida de los castros. Una cotidianidad que la arqueología descubre y que la colección divulga.

LOS ASTURES TAMBIÉN SABÍAN CONSTRUIR

A los romanos, el ejército más poderoso del mundo, les sorprendió la forma de las murallas en los poblados fortificados de las tierras del noroeste peninsular. Poco tiempo antes el todopoderoso Julio César tuvo que admitir que los galos habían conseguido una estructura amurallada superior a la del mundo “civilizado”. El Murus gallicus, un entretejido de piedras, arenas y maderas, fue adoptado por los romanos. En las tierras astur-galaicas y cántabras la muralla de módulos, estructuras defensivas independientes entre sí, ya era una realidad siglos antes de la llegada de Roma. Un sistema fortificado que contrastaba con la imagen de pueblos bárbaros y atrasados acuñada por los cronistas (interesados) del Imperio.

LA CUENTA DE VIDRIO DE LA OTRA PARTE DEL MUNDO

Una de las realidades más sorprendentes que se desprenden del estudio histórico y arqueológico de los castros es el nivel de relaciones comerciales a largas distancias. En los yacimientos castreños asturianos se han encontrado piezas y materiales provenientes de todo el Mediterráneo. Un dato extremo: en el Chao Samartín fue hallada una pequeña cuenta de vidrio azul oscuro, que parece ser del final de la Edad del Bronce. O sea, vidrio de hace 2.800 años, que había llegado a un lugar muy apartado del Imperio probablemente desde tierras sirias o egipcias.

EL SUICIDIO DE LOS ANCIANOS

El sentido de solidaridad comunal entre algunos pueblos prerromanos de la península Ibérica queda reflejado en un texto del cronista romano Silio Itálico en referencia a los cántabros (se acepta en general que lo que vale para los cántabros vale para los astures). Gentes “no vencidas ni por el frío, ni por el calor ni por el hambre, y que triunfa de toda fatiga”. La crónica de Itálico, político y poeta del siglo I d. C., habla de que “cuando la edad estéril les encanece, los cántabros anticipan al destino sus años cuando se sienten inútiles para la guerra. Pues su ideal está en la guerra y consideran una deshonra vivir para la paz”.

FABA MILENARIA DE AQUÍ

La idea de una sociedad guerrera solapó el verdadero “leitmotiv” de la economía castreña: la agricultura y la ganadería. Pero hace más de dos mil años en tierras de la actual Asturias se cultivaban cereales como la escanda, la avena, la cebada y el mijo, y crecían variedades de guisantes y habas. Parece que la escanda fue en la Edad del Hierro hegemónica en el norte peninsular, mientras que el mijo pudo haber sido un cereal secundario que cubría riesgos. ¿Cómo eran esas fabes que la arqueología demuestra que existían? Era la variedad “Vicia faba”, mucho más pequeña que la faba asturiana actual, la usada para la fabada.

UN APELLIDO QUE EXPLICA LA HISTORIA

Castro ocupa el puesto 35.º en el ranking de apellidos en España, según datos (2021) del Instituto Nacional de Estadística (INE). En esos 236.000 ciudadanos que responden al apellido Castro (primero o segundo) se esconden connotaciones históricas imposibles de rastrear, pero no es casualidad que la mayor densidad estadística del apellido la encontremos en las provincias del Noroeste. En La Coruña, casi 12 ciudadanos de cada mil habitantes se apellidan Castro. Lugo y Pontevedra rondan o superan los 10 por mil. Orense llega a los seis y León se aproxima a los cinco. En Asturias, 2,8 de sus habitantes por cada mil personas censadas se apellidan Castro, porcentaje que supera al de la inmensa mayoría de provincias españolas, salvo excepciones puntuales como Córdoba y Tenerife.

Mil años en seis libros y trescientos castros


“Mil años en el castro”, el primer volumen de “La Cultura Castreña Asturiana”, es una introducción general y muy divulgativa del paisaje castreño asturiano. En él los autores eligen a San Chuis (Allande) como el castro guía de la colección, que sirve para explicar las líneas maestras arquitectónicas e históricas de la cultura castreña. El libro recorrerá los increíbles escenarios de las míticas minas de oro en tierra astur, gestionadas por Roma.

El segundo libro nos sitúa en el castro de Coaña, pieza central de una tierra de poblados fortificados. En ese viaje a las tierras del Occidente se hablará de los castros de Pendia y de Mohías, y de las joyas cerámicas que la historia nos dejó, la común de las sociedades indígenas, la famosa Terra sigillata romana, exportada a todos los rincones del Imperio.

El tercer libro tendrá sabor marino. “Los castros del mar” recorrerá los poblados costeros a partir de un kilómetro cero que es el impresionante castro de Cabo Blanco (El Franco). Un libro que indagará en la capacidad navegante de las sociedades castreñas, de las rutas de comercio y la colonización del mar.

El cuarto libro se titula “La Campa Torres, en el centro del mundo”. La antigua Noega será el núcleo de un relato que incluye la sugerente historia del castro de Llagú (Oviedo), con final traumático, y la del castro del Castillo de San Martín, en la desembocadura del Nalón, un asentamiento con un horizonte poblacional prolongadísimo.

Viajaremos hasta tierras de Grandas de Salime para contar la historia del Chao Samartín, una de las grandes referencias castreñas en la península Ibérica. Y el castro de Pelóu y el de Taramundi. Poblados en tierra minera, asentados en un espacio ocupado al menos desde el Neolítico.

Más allá del Cabo Torres hay otro mundo castreño, inexcusable para entender esa sociedad prerromana, pero menos conocido porque ha dejado un menor número de restos. Son los castros del oriente de Asturias, comenzando por los de Caravia y Villaviciosa. Allí están documentados algunos de los asentamientos estables más antiguos de la región. Este sexto volumen explicará los entresijos de la conquista de Roma, las guerras, la ocupación, la nueva gestión del territorio.

Un viaje apasionante por un milenio plagado de hechos decisivos. Un viaje por un patrimonio único.