El castro de Coaña tiene una larga vida como poblado y también como lugar arqueológico. En el primer caso, puede que sus orígenes se sitúen en los finales de la Edad del Bronce, en torno al siglo VIII a. C. En el segundo, las primeras referencias del castro –entonces no se tenía aún constancia de su carácter prerromano– datan de 1818, recién terminada la Guerra de la Independencia, gracias a un artículo (más o menos) científico publicado en la “Gaceta de Madrid” por un asturiano de Boal.

Por tanto, más de doscientos años de conocimiento del lugar y de excavaciones, separadas por grandes lapsos de tiempo. Pero el interés por Coaña existió siempre y no es para menos, porque lo que el visitante del siglo XXI encuentra en este recinto, uno de los seis castros asturianos declarados Bien de Interés Cultural (BIC), es un poblado amplio e intensamente excavado, aunque falte aún mucho por descubrir; con todos los ingredientes del castro, sus fosos y sus murallas, sus saunas castreñas, sus bastiones de entrada y su “cabaña de recepción”, un espacio que probablemente tenía un carácter ceremonial o comunitario... Y más de ochenta construcciones que componen uno de los complejos castreños más completos y atractivos de la península Ibérica.

Coaña, conocido en la zona como el Castelón de Villacondide, abre el segundo volumen de la colección “La Cultura Castreña Asturiana”, que lleva por título “Coaña, el castro perfecto” y saldrá a la venta en los kioscos mañana, sábado, y el domingo por solo 4,95 euros más el periódico. Se trata de un recorrido gráfico y periodístico que sigue el cauce del río Navia, esa autopista acuática en cuyas orillas crecieron algunos de los más significativos ejemplos del mundo de los castros. Coaña es protagonista, pero no en exclusiva porque este segundo libro de la colección pone en valor una de esas joyas desconocidas (al menos, poco conocidas) que es el castro de Pendia, en Boal, sin duda una de las imágenes más hermosas que podemos rescatar del universo castreño astur. Y ya muy cerca del mar Cantábrico, nos acercamos hasta el castro de Mohías, emplazado en una rasa periurbana y en apariencia absolutamente asequible... hasta que nos encontramos con la sorpresa de su foso principal, hoy rescatado de maleza para comprobar in situ sus dimensiones disuasorias.

Coaña, Pendia y Mohías forman una tríada mágica de la cultura castreña. No son los únicos castros de la cuenca del Navia, ni mucho menos. Sin ir más lejos, tierra adentro se encuentra el Chao Samartín, Pelóu y San Isidro, entre otros recintos fortificados, de los que se hablará en otras entregas de la colección.

Una cerámica prerromana expuesta en el Museo Arqueológico de Asturias.

En los suelos de algunas de las cabañas de Coaña aún permanecen cazoletas del pan, término literario para explicar las estructuras de piedra que servían para moler el grano. Como fósiles que nos recuerdan que hace dos mil años allí se desarrollaba una actividad cotidiana, las cazoletas son, por así decirlo, el mobiliario que nos queda de la mítica Edad del Hierro. Hay otros “muebles” que nos acercan a los pobladores de Coaña: los bancos corridos de piedra adosados a algunas de las cabañas, donde se comería, se descansaría y alrededor de los cuales se generarían conversaciones.

Las cazoletas sirven de coartada para explicar cómo era el menú diario de las sociedades castreñas, un régimen de alimentación no tan distinto al actual, con habas y guisantes, frutos secos, lácteos y carnes; miel, frutas y, en general, muchos cereales.

El libro recoge, reproduce y estudia un objeto de enorme trascendencia histórica encontrado muy cerca del castro de Pendia. Es el puñal de antenas de Penácaros, considerada la primera arma asturiana de la Edad del Hierro. Un prodigio de casi tres mil años de antigüedad, que mide 28 centímetros de largo y que, curiosamente, adscrita como decimos a la Edad del Hierro, fue fabricada en bronce. Un arma para representar más que para guerrear.

“Coaña, el castro perfecto” se adentra además en el mundo de la cerámica, clave para conocer nuestro pasado. Y en él hay un antes y un después que tiene nombre: la Terra sigillata romana. Esta cerámica, cuyas primeras piezas en Asturias son de importación desde la península itálica, primero fue de lujo y con el tiempo se fue democratizando (y, de paso, perdiendo calidades). A Coaña, Pendia y Mohías llegaba Terra sigillata de alfares en Hispania pero también de la Galia. Miles de kilómetros por barco y tierra en muchas ocasiones para que las ollas, cuencos y demás recipientes para el servicio de mesa llegaran en torno al siglo I d. C. a los últimos rincones castreños de Asturias. ¡Y enteros!

LA NUEVA ESPAÑA reedita el primer libro de la colección tras su gran acogida


Los interesados en hacerse con “Mil años en el castro” pueden encargarlo en el kiosco


El primer volumen de la colección “La Cultura Castreña Asturiana”, que lleva por título “Mil años en el castro”, registró un gran éxito el fin de semana pasado, cuando salió a la venta junto con el periódico en los kioscos. Los volúmenes se agotaron en muchos puntos de distribución. Por ello, se publicará una nueva edición del libro y los interesados que no pudieron hacerse con él o aquellos que hayan decidido ahora iniciar la colección pueden encargarlo en sus puntos de venta habituales. Ese primer volumen, “Mil años en el castro”, constituye una introducción general y muy divulgativa del paisaje castreño asturiano. Los autores eligen a San Chuis (Allande) como el castro guía de la colección, que se convierte en el modelo para explicar las líneas maestras arquitectónicas e históricas de la cultura castreña. El volumen, además, recorre los increíbles escenarios de las míticas minas de oro en tierra astur, gestionadas por Roma. Un singular libro introductorio en el mundo castreño que se agotó en muchos kioscos en el primer fin de semana de venta de la colección.