Juan López Mera, vecino del pueblo de Villabrille, en Pesoz, es un enamorado del cultivo de la vid hasta el punto de que, desde hace unos años y con independencia de su trabajo en una cooperativa forestal, vive entregado a sus viñedos. Los propios y también los de un vecino que, por edad, ya no podía seguir atendiendo y de los que él se ha hecho cargo. “A mí esto siempre me gustó y cuando la crisis tampoco había mucho trabajo. Tuve mis dudas pero al final y con otro chaval empezamos como quien dice en broma y mira, ahí estamos ahora, intentando sacar adelante junto un vino de Pesoz, con su propia marca y su identificación”, explica.
Juan López empezó plantando una hectárea de viñedo cerca de su casa, de uva albarín blanco. Fue en 2018. “Las otras las planté en 2019. Deberían ya empezar a dar vino pero vinieron unas heladas enormes y nun dieron. Pal año siguiente, sí. Luego también lo contrario, el calor, porque aquí la seca aprieta lo suyo”, explica este vecino de Villabrille donde viven, todo el año, unas ocho personas. “Aunque en verano el número se duplica, pero bueno eso sólo son cuatro días”, matiza él.
Lo de la viticultura heroica se entiende cuando hay que desplazarse al lugar donde el vecino le ofreció el viñedo, levantado en considerable pendiente en una zona de monte. “El hombre me dijo que lo cogiera porque está muy mayor y ya no podía atenderlo. Me convenció para que las trabajara, para que no murieran, para que no se perdieran. Les tiene querencia. La gente tiene apego a la tierra que trabajó tantos años, es comprensible. Yo cogí estos viñedos hace unos dos años, estaban sin podar. Con la que les voy a hacer de nuevo, será ya la tercera poda”, explica mientras se mueve arriba y abajo con una habilidad asombrosa.
Para saber qué vino podrá sacar de estas viejas viñas a las que el propio Juan López echa más de cien años no habrá que esperar mucho. Lo sabrá este año. Y es que como él mismo explica, “hay aquí mezcladas multitud de variedades de uva de tinto y blanco. Antes, cuando las plantaban, lo hacían así. La teoría más popular es que lo hacían de esta forma para asegurarse la cosecha, pues si unas uvas se le estropeaban por las heladas, saldrían las otras más tardías, de ahí que estén mezcladas. Las viñas siempre están en sitios dificultosos, por la orientación y para resguardarlas de los vientos del Norte y para pillar el Sur. Por otro lado las fincas que no eran buenas para cultivar maíz, trigo o centeno, valían para el viñedo”, explica.
Tanto él como su socio están muy ilusionados con un proyecto en el que creen aunque, como él mismo afirma entre bromas, hay gente que se echó las manos a la cabeza cuando supieron del mismo. Mera lo toma con mucho humor y no le da ninguna importancia porque quieren hacer realidad un proyecto acariciado durante mucho tiempo: “Lo que queremos es hacer un vino de Pesoz, nuestro, que nos represente, aunque seamos una bodega pequeña. Esta tierra tiene mucha historia en el cultivo de vides, aunque lo más conocido sea la producción de Cangas del Narcea. Pero vino aquí se ha hecho siempre también, al igual que en otros concejos limítrofes”, recuerda este vecino de Villabrille. Opina que sí se puede emprender en el medio rural, pero con matices.
“Opciones siempre hay, pero no es fácil. Puedes tener viñas pero no puedes vivir solo de eso salvo que tengas mucho, y lo del tema del ganao es complicao porque esto ye muy montañoso. Trabajo, hailo, pero hay que tener en cuenta que hay que vivir aquí y no todo el mundo se acostumbra. Hay que nacer en ello, porque hay días buenos, malos y regulares, y los inviernos son muy largos”, recuerda.
Eso sí, él no se siente aislado en modo alguno. “Por carretera estas a una hora de Vegadeo y hora y poco más de Navia. La gente dice que estamos lejos pero en realidad los que estáis lejos sois vosotros”, dice sonriendo.
