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“Lo peor es no saber cuándo volveremos a casa”, dicen dos asturianos evacuados en La Palma

Las viviendas del avilesino Pablo Jiménez y el gijonés Francisco Aguiloche se libraron de la lava, pero temen que el volcán abra una nueva boca

Pablo Jiménez, con dos alumnas de su escuela de hostelería, ayer en la iglesia de Tajuya, situada a dos kilómetros del volcán (al fondo). | LNE

Dos asturianos entre las más de 5.500 personas evacuadas en la isla canaria de La Palma. Son el avilesino Pablo Jiménez, que vive en el municipio de El Palo, a tan solo kilómetro y medio de la erupción volcánica de Cumbre Vieja; y el gijonés Francisco Aguiloche, que reside en la localidad costera de Puerto de Naos, a unos quince kilómetros en línea recta de la boca de la lava. “Lo peor es irte de casa sin saber cuándo volverás”, afirman. Los expertos ya hablan de que el fenómeno podría prolongarse varias semanas o incluso meses. Aun así, Jiménez y Aguiloche mantienen la calma: “Hay que sobrellevarlo; por mucho que te alteres, no solucionas nada”. En principio, sus casas quedan fuera de la trayectoria del magma. “Pero si se forma una nueva boca –añaden– con preocupación, “puede arrasarlas”.

Pablo Jiménez y su familia aguardaron el domingo en su vivienda de El Palo hasta que no tuvieron más remedio que hacer las maletas. “A las seis y media de la tarde llegó la Policía y la Guardia Civil y nos obligaron a marchar”, relata. El avilesino se encuentra ahora fuera de peligro en San Isidro, en la otra vertiente de la isla. “Ser desalojado es una molestia menor viendo por lo que están pasando otros. Estamos tranquilos e intranquilos a la vez. La lava no nos está afectando, pero también puede abrirse una nueva boca e ir en dirección a nuestra casa. Estamos en estado de nervios”, asegura. Jiménez pudo ayer regresar a su vivienda de El Palo, pero solo para recoger ropa. “Fue entrar y salir, nos estaban controlando”, señala este profesor de cocina afincado en La Palma desde 2002.

Francisco Aguiloche también tuvo que abandonar el domingo su residencia de Puerto de Naos. El gijonés califica de “locura” el momento del estallido del volcán. “Yo le explico a mis amigos que fue como si hubiesen echado una gota de agua en un hormiguero”, describe. Cuando llegó el desalojo oficial, sobre las cinco de la tarde, en Puerto de Naos, afirma Aguiloche, “quedaban tan solo una treintena de personas cuando somos más de mil”. La mayoría ya se había ido “por miedo”. Frente a la histeria colectiva, el asturiano mantuvo en todo momento la calma. “Lo llevé con serenidad porque por mucho que te alteres, no solucionas nada; hay que sobrellevarlo. Aunque lo peor es irse de casa sin saber cuándo volverás”, admite.

Francisco Aguiloche, con el volcán detrás, en La Laguna. | LNE

Francisco Aguiloche está viviendo en casa de un amigo en La Laguna, una localidad perteneciente al municipio de Los Llanos y muy próxima al volcán. “Nunca se puede descartar nada, pero, en principio, mi vivienda no se vería afectada por la lava. Aun así, no descansas a gusto, porque las circunstancias que te rodean no son buenas. Tienes la cabeza en lo que está pasando”, cuenta en un día de trabajo “extraño”. Es técnico del programa de empleo de Cáritas, en donde atiende además a personas sin hogar y ayer “hubo menos movimiento de lo habitual”.

El avilesino Jaime Mud sigue la evolución del volcán a cinco kilómetros de distancia, en Los Llanos de Aridane. En la ciudad, de momento, no hay evacuados, pero sí en otras localidades del municipio. “En los lugares donde no corremos riesgo seguimos como ayer (por el domingo); lo malo es la gente que tiene su casa en la trayectoria de la lava. Tengo compañeros de trabajo, del colegio, que han sido evacuados y que a estas horas no saben qué ha sido de sus casas pero se temen lo peor”, relata este profesor, que ayer no dio clases, porque la actividad lectiva fue suspendida en Los Llanos. “Hay muchas carreteras cortadas, pero se puede salir de la ciudad. Y un colegio ha quedado sepultado por la lava”, señala.

Ese centro pertenece al municipio de Las Manchas. En total, hay más de cien viviendas arrasadas por el magma. “No hay daños personales, que es lo más importante, pero todo es muy preocupante. No nos queda otra que aceptar lo que hay”, expresa el llanisco Pedro Tamés, que reside en la otra vertiente de la isla, en Santa Cruz de La Palma. “Aquí estamos haciendo vida más o menos normal, porque el volcán de momento no nos afecta. Sin embargo, estamos preocupados. Lo mejor es que esto no hubiese pasado. Hay que ponerse en la piel de la gente que ha perdido sus casas”, reconoce Tamés, que es presidente del Centro Asturiano de La Palma. Precisamente, con Tamés habló ayer la consejera de Presidencia, Rita Camblor, quien prestó “todo el apoyo” del Gobierno autonómico a la comunidad de asturianos residentes en La Palma. “Están todos fuera de la zona afectada, están bien y expectantes”, comentó.

María Antonia González Bermejo, enfermera ovetense que trabaja desde hace un año en La Palma, se libró por suerte de los efectos del volcán. “Vivimos en Los Cancajos, muy cerca de Santa Cruz. Estamos al otro lado de Cumbre Vieja. Aquí hay vida normal dentro de lo que cabe, porque esto es muy pequeño y siempre conoces a alguien del otro lado”, señala. González trabaja, además, cerca de la boca del volcán, en el centro de salud de Los Llanos de Aridane. “Estamos todos con el corazón en un puño. Las imágenes de la lava arrasando casas son sobrecogedoras”, expresa. La ovetense, que vive con su marido (el mierense Pablo Ordóñez, también enfermero) y su hijo, solo espera que la pesadilla “no se alargue mucho”.

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