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Da el relevo en la presidencia de APQ Javier Vega de Seoane

“Al que viene a invertir hay que ponerle alfombra roja, no trabas”

“La cooficialidad del bable me parece un exceso; sería barato un proyecto para que los niños aprendiesen inglés”

Javier Vega de Seoane. | LNE

El empresario de origen asturiano Javier Vega de Seoane (San Sebastián, 1947), presidente de DKV Seguros, del grupo Fujitsu en España, y hasta hace unos días, también de “Asturias Patria Querida” (APQ), acaba de dar el relevo al frente de esta asociación de asturianos relevantes que residen en Madrid a Pedro Sainz de Baranda. El traspaso fue su última intervención al frente de una entidad que se ha convertido en un poderoso lobby de Asturias en la capital. Vega de Seoane, hijo de Joaquín Vega de Seoane, primer ingeniero de minas español que dirigió la de Solvay en Lieres (Siero), nació en San Sebastián por una cuestión logística (su madre era de allí), se crió en Lieres y desde los nueve años en Gijón, donde estudió en el Colegio de la Inmaculada. Posteriormente estudió ingeniería de Minas en Madrid y completó su formación en Escocia. Ha ocupado numerosos cargos de relevancia, entre ellos la presidencia del Círculo de Empresarios.

–APQ empezó como una reunión de asturianos relevantes en Madrid y ha ido ganando prestigio de una forma discreta y callada.

–La asociación nació en 1984. Es desde el principio absolutamente informal, pero nos mantenemos. Somos alrededor de un centenar, todos gente muy notable. En realidad, todo empezó con un grupo de amigos con trasfondo gastronómico, entre ellos José Luis Álvarez Margaride, y Lalo Azcona. Pronto empezamos a invitar a personas para charlas y debates. El primero fue Pedro de Silva en 1988 y el siguiente fui yo. José Luis era extraordinario. Se nos fue muy pronto.

–Once años llevando el timón de APQ seguro que le han proporcionado muchas alegrías

–En realidad como todo es tan informal, yo he sido el currante, así por simplificar. Tenemos cuatro o cinco cenas al año con personalidades muy relevantes, entre ellas presidentes del Gobierno. Dentro de la asociación tenemos personas con mucho capital intelectual y eso se traduce en las actividades que se organizan. Pienso que es muy sana la rotación en los cargos; no es bueno que la gente no se apoltrone. Por eso propuse a Pedro Sáenz de Baranda que es un tipo de primera, presidente de OTIS.

–¿Existen demasiados estereotipos en la imagen que Asturias proyecta en el exterior?

–Todos tenemos estereotipos, Asturias como sociedad ha tenido un comportamiento un poco decadente. La región ha vivido una situación original que ayuda a entender lo que ha pasado. Durante la autarquía franquista se desarrollaron muchas empresas públicas, luego vino la reconversión de la minería, industrias de bienes de equipo, pesca y agricultura, que eran la base del tejido productivo.

–Esa reconversión se dio en otros territorios, pero da la impresión, a veces, de que Asturias no ha llegado a superarlo.

–Cuando nos integramos en la Unión Europea hubo que ajustar muchos sectores. La empresa pública tenía un peso muy grande. En esa etapa de la reconversión los sindicatos tenían mucha fuerza, Hunosa, Ensidesa… Se generó un tipo de comportamiento por parte de los trabajadores. Se dieron cuenta de que haciendo huelgas conseguían mejores resultados y eso generó un poco de miedo a la hora de atraer inversiones exteriores.

–Aún así, llegaron inversiones privadas y un reguero de fondos europeos.

–Sí. Fue cuando hicimos inversiones en Thyssenkrupp, donde yo era consejero. Ha habido parte negativa y positiva en todo esto. Muchos empresarios ofrecen esa versión buena de Asturias, como tierra de gente amable y acogedora, pero a la hora de atraer capital no tenemos tan buena fama, precisamente por esos comportamientos un poco bestias que hemos tenido en alguna etapa.

–Luego estaba ese enorme peso del sector público, como arma de doble filo...

–Ese peso del sector publico fagocitó la iniciativa privada, pero eso está superado. Ahora veo empresarios nuevos con buenas ideas, sin complejos, que van por el mundo haciéndolo muy bien, por eso establecimos el premio “Álvarez Margaride”, para que los empresarios jóvenes vean como hay que comportarse. Desde Asturias pueden hacerse negocios en un nivel global; si mejorasen las condiciones sería mucho mejor.

–¿Qué condiciones habría que mejorar?

–En un mundo globalizado las infraestructuras son muy importantes y en ese punto ya no estamos tan mal. Tenemos carreteras buenas, puertos... Nos falta el corredor del Cantábrico ferroviario. El AVE llegará en unos meses. Es prioritaria una fiscalidad competitiva.

–¿Por ejemplo, Madrid?

–Madrid y también Portugal que está muy cerca. Asturias figura en los últimos lugares en competitividad fiscal. Muchos ricos se van al país vecino.

–¿Y bien...?

–Si te empeñas en actuar con tu ideología y no funciona tendrás que cambiar de planteamiento. Si tienes un negocio y pierdes dinero lo que no puedes hacer es seguir perdiendo y encima subir los precios. El Impuesto de Sucesiones, Donaciones y Patrimonio en Asturias recauda poco; la gente se va. Está muy bien tener ideología, pero cuando hay problemas deben aplicarse tener soluciones eficaces, no sólo políticas dictadas a golpe de ideología.

–¿Defender la cooficialidad del asturiano es un ejemplo de actuar con la ideología en la mano?

–El bable es un dialecto y tenemos que apoyarlo, empujar para que sea cooficial me parece un exceso. Lo que se necesita es hablar inglés. Es muy importante para que venga capital extranjero a Asturias. Sería barato poner en marcha un proyecto para que todos los niños asturianos aprendan inglés.

–Precisamente la llamada educación bilingüe no ofrece los resultados esperados.

–Estamos en un momento en el que las emociones tienen más peso que la razón. Eso está muy bien cuando te lo puedes permitir. Me da la impresión de que no es el caso.

–A veces no es fácil casar emoción y razón.

–José Luis Álvarez Margaride fue capaz de compatibilizar sus sentimientos y emociones asturianas con su responsabilidad profesional. Es algo que siempre me impresionó de él. Parecía que Asturias no era el mejor sitio para arriesgar y resulta que todas las inversiones que promovió han sido extraordinarias. Se trata de movilizar la energía emocional aplicando la razón. Otra de las cosas que pienso es que hay por el mundo asturianos muy notables que quieren a Asturias. Hay que facilitarles que vengan a invertir.

–¿Quiere decir que Asturias genera simpatía y a la vez desconfianza?

–Las administraciones deben ser amigables con quienes quieren invertir. Hay que recibirles con la alfombra roja, no con trabas. En una democracia son los políticos los que regulan, deberían ser más racionales y escuchar a la sociedad civil. Estamos en una etapa de grandes transformaciones y es importante que nos pongamos de acuerdo.

–¿Cómo ha vivido la pandemia que se resiste a irse?

–Soy optimista, el pesimismo se contagia. He estado un poco enfadado con quienes han gestionado la pandemia. Primero, no se vio venir; no se tomaron medidas para aprovisionarnos y una administración debe hacerlo. El sistema sanitario funcionó bien, pero el sistema de salud pública, que se ocupa de la salud de la población, falló.

–¿Hacia donde se dirige ahora el mundo?

–La Humanidad nunca estuvo mejor. El problema es que no somos capaces de entendernos unos con otros, por esta polarización de la sociedad. Yo viví con mucha intensidad la Transición, también con responsabilidad. España tenía un proyecto y trabajamos todos por lo mismo. Luego se empezó a estropear. Se han generado desigualdades y comportamientos individuales poco edificantes.

–¿Asturias debe resignarse a ser un destino de lujo para vacaciones y días de asueto nada más?

–Tengo mi casa en La Isla (Colunga), y recuerdo que en Lastres había un restaurante que se llamaba El Cafetín. La cocinera, María Menéndez Caravia, siempre decía una frase que se me quedó grabada: “Allí pa ganalo y aquí pa gastalo”. Sin saberlo, ponía de manifiesto la decadencia asturiana. Queremos ser ingrávidos y eso no puede ser. Hay que poner soluciones o seguiremos perdiendo posiciones.

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