El Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (FAPAS) ha tachado de “gran chapuza” el plan de radiomarcaje recién iniciado en Asturias. Según la entidad conservacionista, el Principado capturó “hace un par de semanas” al oso “Serafín”, que ya se ha convertido en un vecino más de El Bao (Ibias), para colocarle un collar con señal GPS y saber en todo momento dónde está. El dispositivo avisa cuando el plantígrado, en este caso habituado, se aproxima a los pueblos, de forma que los técnicos pueden aplicar con mayor eficacia las técnicas de disuasión contempladas en el protocolo de actuación –desde perros y pirotecnia hasta disparos de balas de goma y munición real–. El problema, denuncia FAPAS, es que “Serafín” estuvo “seis horas” encerrado en el interior de una trampa “culver”, lo que supone para el animal “sufrir un nivel de estrés altísimo”. Y, encima, una vez liberado se desprendió del collar GPS. 

La anestesia aplicada al oso en estas circunstancias supone un riesgo muy alto para la vida del animal, lo que implica improvisación chapucera en el proceso de captura. Lo peor es que, tras la captura y la anestesia, se le coloca el collar de seguimiento que el animal se quita nada más ser liberado. Esto ya es de por sí una chapuza mayúscula”, se quejan. A preguntas de este diario, la Consejería de Cohesión Territorial y Medio Rural no ha querido manifestarse al respecto. 

Por otro lado, el FAPAS asegura que hoy mismo el Gobierno autonómico capturó otra osa “en compañía de sus tres crías”, en el marco del mismo plan, que merodeaba por los entorno rurales de Cangas del Narcea. En este caso, apuntan, “sí que parece que se le ha conseguido colocaer el collar de seguimiento”. 

Así funciona el radiomarcaje

El proyecto de radiomarcaje fue aprobado el pasado mes de junio, veintitrés años después de la polémica muerte del macho “Cuervo” en Somiedo. El ejemplar, de unos 14 años, murió en 1998 dentro de un programa de geolocalización al autolesionarse por el estrés que le causó la captura mediante un lazo. El proyecto actual está pensado solo para osos habituados. Es decir, para ejemplares –normalmente son machos jóvenes– que se acercan demasiado y de manera recurrente a los pueblos. Ante este tipo de comportamientos, hay un protocolo de actuación que las comunidades de la Cordillera llevan aplicando desde 2019. Consiste en ahuyentar a estos plantígrados con técnicas que van de menor a mayor intensidad: gritos, perros, pirotecnia, disparos de balas de goma, munición real de poco gramaje... Si aun así son reincidentes, como última opción, el protocolo permite capturarlos para llevarlos a cautividad. El objetivo de Asturias es “hacer todo lo posible” por evitar retirar plantígrados de la naturaleza y, como solución, ponen el radiomarcaje.

¿En qué consiste? En colocarles a los osos seleccionados un collar que emite una señal con su ubicación GPS y avisa cuando entra en una zona delimitada, a modo de cercado virtual. ¿Cómo se hace? Capturando al animal mediante trampeo, como se hace en otras partes del mundo. Es decir, se le atraerá con comida hasta una caja trampa –“culver” se llama, es alargada y esférica– y allí los veterinarios le sedarán para ponerle el dispositivo y aprovecharán para extraerle sangre y tomarle medidas. Cuando el ejemplar despierte de la “siesta”, ya tendrá el collar puesto. ¿Para qué servirá conocer su localización? Para aplicar de forma más eficaz las técnicas de disuasión.

Los datos del radiomarcaje son más valiosos de lo que parecen, según la Administración. También servirán para conocer mejor a la especie. Por ejemplo para saber “cómo se dispersan los ejemplares jóvenes, recoger información sobre contaminación y envenenamiento, e incluso podremos utilizar a los osos como centinelas del furtivismo”. Estos dispositivos de seguimiento se han empleado recientemente en las oseznas “Saba” y “Sali”, que fueron rescatadas heridas y posteriormente reintroducidas en los Picos de Europa y en el Parque Natural de Redes.